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El dolor más grande que carga Juan Fernando Cristo

Por: Redacción Pares




En junio del 2011, en el Teatro Zulima de Cúcuta, Juan Fernando Cristo lanzó oficialmente la Ley de Víctimas. Desde el 2006 era senador por el partido Liberal y estaba alineado con el entonces presidente Juan Manuel Santos en intentar llegar a un acuerdo de paz con las FARC. Su voz monocorde se quebró cuando, subido en la tarima, recordó a su padre. El médico Jorge Cristo Sahium fue asesinado el 8 de agosto de 1997 mientras se dirigía a su consultorio. Un comando del ELN lo interceptó en la ruta, disparó sobre su escolta y luego sobre él.


Combinaba dos pasiones, la medicina y el senado, fundando una familia política que fue seguido por sus hijos, Juan Fernando y Andrés. Sacar la ley de víctimas se había convertido para él en una cruzada personal, una deuda que le debía a su padre y también a sus asesinos.


El día en que mataron a su padre Juan Fernando Cristo acababa de tomarse unos días en Corinto, Grecia, donde había sido nombrado embajador por Ernesto Samper. Descansaba en el Peloponeso cuando lo asaltó la noticia. Su padre había sido asesinado. Apenas unos días atrás había estado con él en Atenas y le había expresado lo cansado que estaba de ser senador, tenía la curul de manera ininterrumpida desde 1976. Incluso intentó convencer a Juan Fernando de que abandonara su embajada en Grecia y regresa a la tierra, a luchar palmo a palmo por la gobernación de Norte de Santander. Pero no era un buen momento para regresar a Colombia. Los Cristo habían arriesgado su capital político defendiendo a Samper, quien en ese momento vivía el calvario que representó que su campaña aceptara los millones del Cartel de Cali. Todo lo que oliera a Liberal se quemaría en la hoguera de la opinión pública.

Juan Fernando Cristo, por su cargo diplomático, tenía un celular. Este comenzó a timbrar.


Cristo atendió la llamada. Lo llamaban desde Palacio. Su papá, quien acababa de regresar a Cúcuta después de su descanso en Grecia, había sido asesinado. La decisión fue salir inmediatamente de Corinto e irse como pudiera a Atenas y de ahí tomar un vuelo hasta Bogotá. En la embajada empezaban a llegar los mensajes de condolencia. Uno de los que más lo sorprendió fue el de María Isabel Rueda, columnista de El Tiempo, quien se había convertido en una de las más virulentas enemigas editoriales del presidente Samper. En su libro “La guerra por las víctimas” el propio Juan Fernando Cristo le agradece a la columnista el detalle.


Después de una dura conexión en Frankfurt volaron de madrugada a Colombia. Apenas aterrizaron en el Dorado una avioneta lo llevó a él y a su familia a Cúcuta. Allí lo esperaba un viejo amigo de su padre, Horacio Serpa. El político santandereano fue su compañero de pupitre en la Cámara de Representantes y era uno de los mejores amigos de su padre. Dio un sentido discurso en la Catedral y luego lo acompañó al cementerio. En todo ese día doloroso Juan Fernando no tuvo dudas de su decisión: tenía que regresar al país. Renunció a la embajada y se lanzó a las elecciones del congreso en 1998 obteniendo 46.174 votos.


Desde entonces ha sido un peso pesado de la política nacional. Consciente de esto Gustavo Petro nombró a quien fuera uno de los ministros más fieles de Juan Manuel Santos como su jefe de cartera del Interior. Recién el 24 de mayo del 2024, un mes atrás de este nombramiento, Juan Fernando Cristo había escrito en su cuenta de X: “Repitan conmigo: LA CONSTITUYENTE ES INVIABLE .LA REELECCIÓN ES IMPOSIBLE . Lo que sí resulta patético es ver  la indignación de quienes hace 20 años aplaudieron y celebraron que Uribe se pasara por la faja la Constitución para reelegirse. Antes fue un desastre saltarse la Constitución. Ahora también lo es.”


Ahora deberá ponerse el overol y trabajar porque las ambiciosas reformas de Petro pasen en el congreso. Tiene espalda para eso. Expresamente Petro le encomendó adelantar las reformas sociales “con el poder constituyente”. Una tarea nada fácil y una contradicción tremenda para Cristo. Sin dudas su nombre es el que más suena entre los cambios que ha venido adelantando el gobierno en su gabinete ministerial esta semana.


A donde quiera que vaya, trabaje con quien trabaje, Juan Fernando Cristo tendrá encima un legado y un dolor que quedó estampillado para siempre en él desde ese 8 de agosto de 1997.

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