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El día más caluroso de la historia será mañana

Por: Germán Valencia

Instituto de Estudios Políticos de la Universidad de Antioquia



El pasado 03 de julio de 2023, las organizaciones encargadas de hacer seguimiento al cambio climático en el mundo dijeron que ese lunes se habían registrado 17,01 grados Celsius (°C) en las aguas oceánicas del Pacífico oriental. Convirtiendo esta fecha en la más cálida en la Tierra en los últimos 125.000 años.


Al día siguiente, las mismas agencias tuvieron que salir a dar otra noticia, a cambiar la fecha y decir que ese día se había superado el récord de calor en 0,17 grados. Finalmente, el miércoles 05 de julio, por tercer día consecutivo, ocurrió algo similar: la temperatura del océano se ubicó en 17,18°C.


Lo anterior provocó que, en menos de una semana, se rompiera, en tres ocasiones, el récord histórico del día más caluroso de la historia de la humanidad. Una noticia alarmante a la que se le unieron los 43,3°C en Las Vegas y Nuevo México en Norte América, los 42°C en la región Caribe —en especial el norte de México—; y los 41,1°C en Pekín, China (Ver gráfico).




Este aumento generalizado de la temperatura en el planeta mostró, también, las graves consecuencias que tiene el fenómeno climático. Entre las más visibles estuvieron los cientos de incendios forestales que se presentaron en España, Italia, Grecia y Estados Unidos; y las sequías y pérdida de cultivos que hay en casi toda África y parte de Asia.


También está haciendo visible, aunque de manera más lenta, la destrucción de glaciares en Rusia y la Antártida. El calor planetario está provocando el deshielo de territorios que desde hace más de 40 mil años tienen agua solidificada y que, al derretirse, están presionando el surgimiento de bacterias y microorganismos que estimulan aún más la producción de CO2.


En nuestro país, los mayores efectos los observamos en la fuerte sequía en el norte, en territorios como La Guajira o el Magdalena, donde la gente tiene problemas serios de alimentación y carencia de agua. Territorios que, además, muy pronto comenzarán a sufrir de racionamiento eléctrico, por el descenso en la producción de energía hídrica.


Las causas de este fenómeno climático ya las sabemos. Los científicos se han afanado a advertir que estamos ante la confluencia de dos situaciones: por un lado, el fenómeno de El Niño, que comenzó hace muchos siglos y que consiste en el calentamiento del agua del océano Pacífico —el más grande del planeta— con repercusiones en todo el ecosistema mundial.


Por el otro, el cambio climático, que es un fenómeno más nuevo. Este se ha ido intensificando desde mediados del siglo XIX —cuando comenzó la primera revolución industrial—. Desde ahí hemos aumentado el consumo de combustibles fósiles —primero el carbón y luego gas y petróleo— con lo que se han incrementado los niveles de gases efecto invernadero y, con ello, el calentamiento global.


Una externalidad negativa que el planeta está sintiendo cada vez más. Según registros, desde 1980 la temperatura promedio de la tierra se viene incrementando en 2ºC por década. De allí que los registros del clima aumenten de forma alarmante cada dos o tres años: en agosto de 2016, por ejemplo, se registró el nivel de calentamiento más alto en la historia con 16,0 ºC; y dos años después, en junio de 2019, ocurrió exactamente lo mismo.


Este año, como vimos, superamos el récord tres veces, y al paso que va, cada período que avanzamos la temperatura será mayor. Por eso, cuando te pregunten por cuál será el día de mayor temperatura del planeta Tierra, podrás decir con certeza: será mañana. Un pronóstico aterrador y por el cual hacemos poco para cambiarlo.


De allí la responsabilidad de no naturalizar el fenómeno o al menos no pensar que no podemos hacer nada. Es necesario que todas y todos trabajemos en tomar medidas para dar un giro y no seguir aumentando la emisión de gases efecto invernadero a la atmósfera. Es urgente que, desde los diversos escenarios, los líderes tomen decisiones que cambien este rumbo hacia la muerte.


A principios de este agosto es necesario presionar para que la Cumbre Amazónica o Cumbre de Países del Tratado de Cooperación Amazónica (OTCA), los ocho gobiernos sudamericanos que comparten territorio del Amazonas, se comprometan con la protección de este bioma amazónico y avanzar en programas de descarbonización de las economías, como aporte a la solución del problema global (Ver: El cuidado de la Amazonía en el gobierno Petro).


También habrá que presionar a final de año, entre el 30 de noviembre y el 12 de diciembre de 2023, para que los países responsables de buena parte de la emisión de CO2, y que se reunirán en los Emiratos Árabes en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático —conocida como la COP28—, se aten a medidas de cuidado del planeta.


Como humanidad debemos poner al servicio del planeta nuestros aprendizajes. Debemos usar el cerebro para pensar en procesos productivos —como la agricultura o ganadería— responsables con la naturaleza. Debemos parar la tala de bosques y la destrucción de los recursos por la búsqueda de las riquezas minerales. Debemos reducir la demanda de combustibles fósiles. Y debemos trabajar en desarrollar más energías renovables, eficientes y limpias.


Está en juego nuestro presente: el año pasado se registraron 61.672 muertes por calor en Europa en su tórrido verano —imagínense cuántos serán este año—, y en tan solo siete años, en 2030, 77 millones de europeos no tendrán agua potable. Pero, sobre todo, está en juego el futuro de la humanidad: de no hacer nada, en 70 años los habitantes de nuestro planeta tendrán que soportar temperaturas que superarán a los 50ºC —de nuevo imagínense cómo será ese infierno—y, sin duda, ante esa situación nuestros nietos nos recordarán con poco afecto.


*Las opiniones expresadas en esta publicación son de exclusiva responsabilidad de la persona que ha sido autora y no necesariamente representan la posición de la Fundación Paz & Reconciliación al respecto.


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