Por: Iván Gallo - Editor de Contenidos
No sé si los que son menores de cuarenta años puedan sentir aún la energía que brota del Palacio de Justicia. Casi siembre hay niños jugando en la plaza de Bolívar, un hombre con una llama sacando fotos, una pareja de provincianos sonriendo ante el Congreso. Pero los que somos mayores de cuarenta aún podemos ver cómo encima de esta estructura se cierne una nube de rojo intenso que iluminó Bogotá. Fue el Bogotazo cuarenta años después. Pero fue, ante todo, una masacre.
Mucho se ha especulado sobre el Holocausto al Palacio de Justica. Sobre sus principales responsables. Hay quienes manejan la teoría que fue Pablo Escobar quien orquestó este hecho para borrar sus expedientes criminales y por su supuesta cercanía al M-19. Nada más falso que esto. Obviamente la principal responsabilidad recae en el M-19 y su fallida operación Antonio Nariño. He hablado con varios ex comandantes guerrilleros sobre esta operación y opinan lo siguiente: ¿Cómo se hace una toma sin pensar en las vías de escape? El Eme estaba desesperado, necesitaba uno de sus acostumbrados golpes publicitarios. Le habían salido bien, diez años atrás, la recuperación de la espada de Bolívar, el golpe con el que se dieron a conocer, el robo de armas en el Cantón Norte, aunque terminó en la sangrienta represión del gobierno Turbay contra sus miembros, les sirvió para mantener viva la llama de su popularidad, la empresa quijotesca de traer armas al país a trávés del Karina le sirvió a Germán Castro Caycedo para escribir uno de los libros más vendidos en la historia de este país, y ni hablar de lo que había significado la toma de la embajada de la República Dominicana. El ejército tenía sangre en el ojo y quería venganza. Por eso se ha venido recopilando en los últimos 39 años información que comprobaría que ellos sabían del plan de asaltar el Palacio, usaron a los magistrados de la Corte Suprema como carnada y los metieron en la ratonera.
El presidente Belisario Betancur, contrario a la cúpula militar que lo rodeaba, era un demócrata, un conservador sui generis que había abrazado en más de una ocasión causas progresistas, por lo que algunos de sus generales lo miraban con desconfianza. Betancur en noviembre de 1983 se reunió en España con dos de los comandantes más representativos del EME, Iván Marino Ospina y Alvaro Fayad. Era la primera vez que un gobierno colombiano decidía solucionar por medio del diálogo el espinoso tema de las guerrillas colombianas. La respuesta de la ultra derecha fue intentar desestabilizar este acuerdo de paz, que se concretó con las firmas en Corinto, Hobo y Medellín. Pero el ministro de Defensa era Fernando Landazabal, furioso anticomunista, pura Escuela de las Américas y esperaba cualquier descuido para hacer las cosas a su manera contra la guerrilla. Y esta respuesta era sólo una, la de la violencia. Los desafueros del ejército terminaría haciendole romper al EME los acuerdos de paz con Belisario. Ellos sabían que la responsabilidad era de Landazabal pero estaban obsesionados con querer hacerle un juicio público, en medio de la Plaza de Bolívar, a Betancur.
Mientras tanto el ejército le iba mochando cabezas al EME. Ese 1985 fue especialmente oscuro para la agrupación. En una emboscada en un barrio al sur de Bogotá murió Iván Marino Ospina al lado de su hijo y mientras resistía, él sólo, el ataque de 30 hombres del ejército. En el suroccidente de Bogotá el ejército masacra a 10 miembros del EME y, para colmo, atentan contra Antonio Navarro Wolf. Esta agrupación tenía que ripostar y por eso salió a flote la Operación Antonio Nariño.
Los magistrados de la Suprema Corte, encabezados por Alfonso Reyes Echandía, se reunieron el 20 de septiembre ed 1985 para evaluar las condiciones de seguridad del Palacio. Se sabía que este sería el blanco de la próxima acción del M-19. La Fuerza Pública estaba encargada de hacer el peritaje pero, cuando los guerrilleros entraron el 6 de noviembre de 1985, no había un sólo agente en la entrada. Es como si los estuvieran esperando. El ejército no sólo quería vengarse del EME sino de la Corte Suprema de Justicia. Hay que recordar un hecho que es un parte aguas: en junio de 1985 la Corte condena al ministro de defensa de ese momento, general Miguel Uribe Vega, por las torturas contra una médica y su hija de diez años, después de la feroz arremetida del ejército contra cualquier cosa que sonara a izquierda en las horas posteriores al robo de armas del Cantón Norte. Vega Uribe tomó estas medidas en 1979 mientras era comandante de la Brigada XIII de Bogotá.
Una de las periodistas que mejor investigó el holocausto del Palacio de Justicia fue la irlandesa Anna Carrigan quien publicó en 1990 el libro The palace of justice: A colombian tragedy, en donde muestra como el ejército realizó lo que se conoce como Operación Limpieza, y era aprovechar la chambonada de operación del EME 19 para acabar con los 11 miembros que conformaban la Corte Suprema y que duraron 26 horas encerrados en un baño.
No sólo ella, sino gente valiente como Helena Urán, hija del magistrado Carlos Urán, reunieron durante años evidencias que comprobaron que su padre había salido con vida del Palacio -lo comprobó por medio de imágenes hechas por camarógrafos de la época- y después fueron ejecutados. Por estos hechos , el asesinato de 111 personas y la desaparición de una docena. Por estos hechos han sido condenados los siguientes militares: Edilberto Sánchez Rubiano, Óscar William Vásquez Rodríguez, Antonio Rubay Jiménez Gómez, Luis Fernando Nieto Velandia y Ferney Ulmardín Causayá Peña. Fueron sentenciados en 2021 a 40 años de cárcel por el Tribunal Superior de Bogotá al ser encontrados responsables de la desaparición de Irma Franco Pineda, Carlos Augusto Rodríguez Vera y Bernardo Beltrán Hernández.
El uribismo en pleno ha intentado limpiarle el nombre al general Plazas Vega, responsable del plan Tricolor con el que se conoció la retoma del Palacio y Arias Cabrales quien comandó las operaciones. El primero fue condenado y después absuelto y el segundo, gracias a la intensa labor de Helena Urán ha podido pagar su pena.
Se esperan más respuestas para el próximo año cuando esta atrocidad, hecha por el M-19 y sobre todo por el ejército, cumpla 40 años. Las llamas del Palacio de Justicia elevándose por Bogotá fueron producto de la sangrienta retoma y traumatizarona mi generación. Todos fuimos víctimas. Todos merecemos la verdad.
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