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El ex comisionado Danilo Rueda habla sobre la Paz Total de Petro

Por: Redacción de Pares



Es difícil pensar que Danilo Rueda pueda perder la calma. Después de hacerle una pregunta se demora un par de segundos antes de contestar. Y cuando lo hace aparece una estructura de pensamiento perfectamente organizada, entrenada durante cerca de cuarenta años, en un trabajo hecho en territorios de las violencias y del conflicto armado, escuchando y palpando las necesidades de lo que él considera una falacia: “La Colombia profunda”. “Es que, cuando uno está en un país en conflicto, cualquier lugar es la Colombia Profunda, desde la esquina de mi casa en Bogotá hasta un barrio popular en Pasto”. Aunque su formación ha sido en la U Javeriana en estudios de filosofía, teología, comunicación y estudios políticos, con apuestas éticas del cristianismo liberador, luego de pasar un par de años en el Seminario Mayor- por su paciencia parece ser, más un apóstol Zen.

 

Sobre sus hombros fue, durante el primer año del gobierno Petro, el responsable de asumir la bandera de la Paz Total. Se sentó desde su concepción dialógica con la mayor amplitud de grupos irregulares y de diversa naturaleza, interpretando el mandato popular de la paz expresado en la voz del presidente de dialogar, dialogar y transformar. Algunos con mucho éxito y con avances importante que el país debate desconociendo un cambio de paragdigmas en la construcción de las paces, como él dice. En Buenaventura, una ciudad que él conoce muy bien desde su trabajo al lado de comunidades negras y con los principios de su maestro de vida, el padre Javier Giraldo, pudo llevar una bocanada de aire fresco, una inyección de ánimo que se tradujo en mantener a la ciudad-puerto 88 días sin asesinato. De la mano de las mujeres, de un periodista bonaverense y de la Comisión de Justicia y Paz a la que perteneció, y luego con la iglesia católica sentó a Shottas y a Espartanos a hablar de paz y construir modelos de transformación de las violencias con los grupos y las barridas, y una delegación del presidente, hasta que a muchos sectores institucionales se les empezó a acabar la voluntad. Acordó en Buenaventura una agenda y una metodología para desarrollar 5 puntos.En Putumatyo y Catatumbo con las organizaciones comunitarias y sociales campesinas fortaleció treguas para consolidar los diálogos hacia la paz con el ELN y la llamada hasta ese momento EMC. Pudo acercarse a una guerrilla con la historia del ELN y a llegar a acuerdos que fueron arrasados por la impaciencia que genera el limite de un período de gobierno. Si la paz total es la paz de paces, los tiempos de la paz son de simultaneidades múltiples que van más allá de las afugias de cuatro años. Dice: “Se inición una politica de Estado que debe desarrollar la sociedad, comprendiendo lo que vive la población con los grupos armados de tan diversas motivaciones y naturalezas”. Se encontró con las nuevas generaciones de las Farc, que se separaron del acuerdo de 2016, que en hasta 2022 habían consolidado articulaciones federadas. Diálogos horas y horas Iván Márquez de la Segunda Marquetalia, con Allende y emisarios de Araña. Logró una preagenda de 5 puntos. Le llegó a las AGC, conocidas como el Clan del Golfo, a las ACSN, a la Oficina de Envigado, se encontró con alias Tom y Douglas. Se acercó a los grupos de Los Rastrojos Costeños, a las estructiras de  Cali y Jamundi. Les explicó, gracias al conocimiento que tiene sobre las emociones humanas, de reconocerles como integrantes de un país, lo reparador que sería para ellos poder disfrutar de sus familiares reconvertidos en ciudadanos de a pie, con los mismos problemas, angustias y alegrías que cualquier mortal y siendo aportantes en la construcción de un país justo, resolviendo las profundas inequidades, desarrollando sus capacidades, y sanando tan profundos dolores propios y de la sociedad que les han llevado a la violencia armada

 

Desde que existe la figura de Alto Comisionado de Paz no había estado en ese cargo alguien con la vocación de servicio de un sacerdote. Todo lo que es se lo debe a sus ancestros, a cuatro personas, entre ellas las que dejaron la piel por la promesa de apagar el fuego de la guerra, afrontando estructuralmente la injusticia, la corrupción, la impunidad, el tráfico de drogas y economías ilicitas, y las pasiones insanas de enemigos internos que llevan a los exterminios: el padre Javier Giraldo, Eduardo Umaña Mendoza, Josué Giraldo, Yolanda Cerón, Cecilia Naranjo, Noemi Palencia. En plenos años ochenta, en un apartamento de Pablo VI, el joven Danilo Rueda protegia 22 integrantes de una familia declarada objetivo miliyar de los Castaño, y hacerselas con dos vehículos, uno de ellos un Renault 4, donde a pesar de las amenazas feroces que llovían sobre Eduardo -en una época en donde las amenazas de muerte se cumplían- sacaban a la familia del país. O de ver al padre Giraldo, por los mismos meses, como  refugiaba a perseguidos por la extrema derecha o testigos de excepción del paramilitarismo de Estado, y una vez cómo se conseguía la protección internacional, él  jesuita los llevababa sin ningún tipo de escolta al Dorado para que tomaran su vuelo final. Temía que en cualquier momento una llamada le avisara que su maestro Eduardo con quién hablaba casi todos losdías a las 6.00 a.m y con quién aprendió a conocer las cárceles del país, había sido acribillado. Y así pasó a pocas cuadras de dónde ambos vivían. Eran vecinos. Ese destino fue el que acompañó al aguerrido defensor de derechos humanos Umaña Mendoza, asesinado en 1998, en su propia casa oficina. En ese mismo lugar donde fue testigo de su cuerpo en tierra, en donde acompañó la angustia, las sonrisas y los llantos de Eduardo. Y así fueron sus encuentros con Yolanda, con Josué. De esa escuela de la vida, las que sobrevivieron siguen siendo leales a las causa de la paz y los derechos humanos

 

Danilo es como un viejo chamán. A cada dolencia ajena parece tener un remedio, intenta encontrar una comprensión y buscar un alivio, y una salida de fondo. En las fases de diálogo que logró intentaba establecer las razones de una herida que no cicatrizaba, que motivan a armarse, a usar de la violencia por razones altruistas u otras por las razones contrarias. En el fondo de esas profundas heridas se ha tejido un alma de colombianas y colombianos en odios, donde el amor del que se desprende la escucha, la comprensión, tan parte de los seres humanos, se vuelve en lo extraordinario. En esa mirada de la heridas hay un acervo casi común y resuelto de diversa maneras ideológicas y motivacionales, las exclusiones y la rampante desigualdad que se quieren ignorar. Se ganó críticas por reconocerle la historia a ciertos grupos, algunos innegables con el ELN, con sesenta años de luchas encima, y otras más polémicas como las que el sigue llamando contra toda critica, AGC, hoy EGC,.el Clan del Golfo. En su línea de tiempo esta estructura armada arrancó desde la fase de cierre del para paramilitarismo de las Autodefensas Unidas de Colombia que nacen de miedos, de incumplimientos y de traiciones, hoy llamado EGC. En esa historia hay hilos conductores con las ex AUC, los mismos hilos que surcan los grupos de operaciones urbanos con miles de jóvenes que tienen como destino ser parte de esos ejércitos que se convierten en el núcleo vital y referente de las aspiraciones de la vida. Ellos están ahí en medio de una formalidad de Estado de Derecho. Sus convicciones, dichas siempre de manera pausada, con una voz que parece un susurro, pero siempre firme, son inmutables: si se quiere llegar a la paz con un grupo armado se tiene que escuchar su historia, reconocer sus identidades, sus modos de operación, sus motivaciones, sus órdenes internos, sus códigos, sus necesidades. Hay un aprendizaje necesario de desarrollar en la paz. La paz no se hace sólo con un grupo armado, la paz es de paces. Esta paz se hace reconociendo las espcificidades regionales en que las violencias se han asentado estableciendo arraigos emocionales, económicos, societales, culturales, ambientales, politizadas o no, politicas, jurídicos, intergeneracionales, entrecruzadas entre lo urbano y lo rural, aún en Bogotá, Cali, Medellín, Bucaramanga, Cúcuta. Si,  territorialidades de la Colombia profunda que está aquí y allá en donde los grupos armados pastan. No existen organizaciones armadas en Colombia que no tengan una base social y sus raíces son existenciales en tan amplias y diversas territorialidades.

 

Cada muerte es una puerta que se le cierra a la paz. Los asesinatos de lideres, de quiénes ha dejado las armas, de los firmantes de paz, es un golpe a la paz. Y también matar, antes que capturar, tiene consecuencias en los medianos y largos plazos. No es lo mismo haber dialogado con un Mono Jojoy en vida y con Alfonso Cano en las FARC para lograr el acuerdo de 2016. Es posible que con ellos en una mesa de diálogo, esta hubiera sido más rocosa, pero a la vez más real con otras dificultades, pero siendo seguramente, una paz imperfecta sin haber arrastrado a una nuevas pos Farc 2016. Estos comandantes difícilmente hubieran entregado sus armas si no se le garantiza al país -y a su guerrillerada- condiciones de cambio social, de seguridad. Quizás, todo tendría un mejor rostro de la paz suscrita. Los tiempos pasan. Esta paz es distinta a la de los 80y los 90, pero es necesaria. No basta la entrega de armas, ni la firma de papeles. Igual hubiéra sido tener vivos a los Castaño.No es lo mismo dialogar con la EGC sin Otoniel. Las cabezas de la hidra de la guerra en Colombia simplemente se reemplazan. Esto sucedió con Guadalupe Salcedo, con Pablo Escobar, cada violencia incomparable en su causalidad con rasgos de identidad en sus efectos sobre la sociedad, que atónita, nunca comprende esas raíces de nuestras historias. Se logran éxitos del garrote, la fotografía del caído, pero las causas de esos que ejercieron la violencia por cambios socio políticos o por acumulación de capitales como forma de ascenso quedan postergadas en su resolución

 

Pero, a pesar de este panorama, Danilo Rueda cree que hay una oportunidad todavía, que no necesariamente la visión de futuro es afirmar que “Plomo es lo que viene” sino que se pueden rescatar los procesos así algunos de ellos parezcan hundidos como es el del ELN en donde es tajante; si se hubiera seguido el diálogos, con ires y venires, sin afanes, con plazos de cumplimiento de lo acordado por todas las partes, esta guerrilla histórica hubiera llegado en 2026 a un proceso irreversible de paz justa en los siguientes años. La paz debería ser política de Estado. ”Si somos atrevidos con la creatividad, lo que aparece como cenizas, puede volverse el fuego de la paz que todos deseamos en el debate electoral que se avecina”.  Y está convencido que todos los grupos, en medio de tanta desinformación, de sus desconfianzas, hoy siguen escuchando en los territorios en que habitan, las voces de ese pueblo tan múltiple y diverso, que la paz dialogada es el camino, que las paz con transformaciones es posible.

 

Esta entrevista es la reflexión de un hombre que fue reemplazo a mitad del camino de la Paz Total y cuya salida pudo haber costado la decadencia que hoy viven esas mesas de diálogo, pero que aún tiene la entereza y la fe de creer que existe una luz al final del túnel y por eso sigue recorriendo el país, ese real construyendo la paz.



Entrevista realizada por Francisco Daza, Iván Gallo y Sergio Saavedra.


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