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El intento de destruir la memoria

Foto: Carol Sánchez

Por: Ariel Avila – Subdirector de la Fundación Paz y Reconciliación


Esto que van a leer lo he escrito por lo menos una decena de veces los últimos tres años, y no soy el único, somos varios los que hemos hablado del tema. Pero parece que la gran parte de la sociedad no lo ha entendido, por ello, intentaré ser un poco más pedagógico: el conflicto colombiano dejó más de 8.000.000 millones de víctimas, entre ellas, más de 6.000.000 millones de desplazados, por lo menos 230.000 homicidios, se calcula que cerca de 80.000 desapariciones forzadas, alrededor de 30.000 secuestros, entre otras cifras desastrosas para el país. Esto significa que casi el 20% de la población colombiana fue víctima del conflicto armado.  

Dentro de toda esta victimización, al menos pasaron tres cosas. Por un lado, se modificó sustancialmente el mapa político en las regiones. Por ejemplo, muchos alcaldes, gobernadores y congresistas se hicieron elegir con el apoyo de criminales, tal vez, la parapolítica es el mejor ejemplo. Pero más allá del show mediático de ver algunos senadores o representantes a la cámara en la cárcel, lo cierto es que en la regiones del país esta alianza entre algunos políticos y criminales significó la destrucción de la oposición. Todo el que fuera en contra de esa estructura política criminalizada moría, además, se pulverizo la organización social de base y, sobre todo, se crearon verdaderas dictaduras regionales.

Lo otro que sucedió en este baño de sangre fue un cambio del modelo productivo en regiones enteras del país. Seis millones de hectáreas de tierra fueron despojadas, la mayoría a pequeños campesinos que tenían menos de 10 hectáreas. Además, en muchas de estas zonas, por culpa de la violencia, entraron cultivos de tardía duración como la palma africana. Hubo zonas, como el Urabá chocoano, en donde el despojo paramilitar sembró de palma hasta los cementerios de pueblos que desaparecieron luego de las ofensivas paramilitares.

Lo tercero que trajo la violencia fue la creación de fantasmas para entretener al pueblo. En lo fundamental, las élites colombianas agrandaron a las FARC y, con la disculpa de combatirlos, justificaban todo. Cualquier tema de corrupción, de violencia o de autoritarismo, se hacía con la disculpa de combatir a la guerrilla y parar la “violencia”. Recuerden como hace algunos años cada vez que salía una marcha de estudiantes o campesinos a las calles, se les acusaba de estar infiltrada por las FARC. Con ello, deslegitimaban la protesta y justificaban el encarcelamiento de liderazgos estudiantiles o campesinos, logrando desbaratar movimientos sociales enteros.

Así que los grandes beneficiados de la guerra fueron los empresarios y políticos; nótese como las FARC y los militares, que fueron actores directos no son los vencedores de la guerra, pues hay miles de procesos judiciales y muchos de ellos deben pasar por la justicia para lograr los beneficios jurídicos. Los únicos que han pasado impunes son los políticos y los supuestos empresarios, que los han llamado los Terceros. Por eso a estos Terceros no les gusta la Jurisdicción Especial para la Paz, tampoco la Comisión de la Verdad. El tema es que engañan al pueblo colombiano con noticias falsas para que tampoco apoyen la JEP, y el pueblo cae en ese juego.  

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