Por: Laura Bonilla - Subdirectora de Pares
En un acto supremo de machismo, Jaime Arrubla comentó sobre la terna de candidatas a Fiscal presentada por el presidente, insinuando que el problema de su preparación radicaba en que solo sabían "llevar expedientes". Prácticamente dio a entender que les faltaba mundo, finura y habilidad política. Esto representa una mezcla impresentable de machismo y clasismo. Cuando hombres como Arrubla expresan que a una mujer le falta mundo, en realidad están indicando que no están dispuestos a abrir espacio a mujeres que no "sigan órdenes".
El temor a tener una Fiscal independiente está presente en la Corte. Por supuesto, rechazo firmemente cualquier forma de presión violenta o desmedida contra ella, pero me niego a callar frente a un asunto vital para el país. La presentación de una terna de candidatas fue un acto disruptivo por parte de Gustavo Petro. Pero también lo fue presentar mujeres que no se han caracterizado por ser de su misma línea política o sus amigas personales, como sí lo hizo Iván Duque con Francisco Barbosa. Esto es doblemente disruptivo. Me atrevería a decir que, a diferencia de otros nombramientos, en este caso Petro privilegió la experiencia y la trayectoria, no solo en papel, sino también con resultados concretos, que es lo que se necesita en los desafíos actuales para la lucha contra el crimen organizado.
Pero volvamos al machismo en la corte. Once votos en blanco entre tres mujeres sumamente capaces y preparadas. Según algunas fuentes cercanas a la justicia, una de las razones es que ellas carecen de contacto político o experiencia parlamentaria. La verdad es que esta explicación no me sorprendió. En Colombia, donde en los altos cargos se utiliza la expresión "manejo político" para disfrazar el clientelismo arraigado, parece que algunos magistrados están más preocupados por mantener sus relaciones y cuotas con los congresistas y políticos a los que deben su elección, que por ofrecer una buena opción al país. No es solo machismo, me dirán varios. Es también clasismo, clientelismo o cualquier otro "ismo". Pero también es cierto que hay rechazo a que estas tres mujeres ocupen roles que históricamente han sido ocupados casi exclusivamente por hombres.
La gente entiende erróneamente que la equidad de género consiste en igualar numéricamente hombres y mujeres en los cargos, pero no es así. Tiene mucho más que ver con incorporar a las mujeres en roles diferentes y romper los techos de cristal que parecen de titanio. Si las mujeres que están nominadas se caracterizaran por tener personalidades más sumisas o una fuerte recomendación masculina, o si su trayectoria no fuera tan "sólida", sería más probable que obtuvieran los votos. Lo que molesta es precisamente su tono y su carácter.
Otro aspecto es el mal llamado capital social y político. Una mujer, por más capaz y preparada que sea, no tiene el mismo acceso a dicho capital que normalmente se reproduce en espacios muy masculinos, entre cócteles y reuniones políticas. A menudo, cuando se permite a las mujeres ingresar a estos escenarios, o bien debe haber mediación masculina o se les exigen ciertos códigos de conducta que no se aplican a los hombres. Es perfectamente normal que las mejores y más preparadas mujeres en la rama judicial, con todos los estudios y credenciales, se encuentren bloqueadas cuando se trata de obtener el respaldo de los parlamentarios, congresistas y políticos.
Por eso, a pesar de que a nivel municipal y local la rama judicial está llena de mujeres capaces y competentes, la paridad en la rama judicial colombiana es escasa. La Corte Suprema de Justicia y el Consejo de Estado ostentan los peores indicadores en este sentido. De hecho, según un estudio detallado de la Corporación Excelencia en la Justicia, desde 1991 hasta 2021, solo el 15% de los magistrados que se han posesionado en la CSJ han sido mujeres.
En un país con una impunidad rampante, donde muy pocos delitos, especialmente aquellos que afectan a la ciudadanía común, son castigados, la eficacia de la justicia depende en gran medida de una lucha efectiva contra la corrupción. En una Fiscalía permeada por las peores prácticas de nuestro sistema político, donde el Fiscal saliente ha utilizado los recursos públicos para inflar su ego, sería importante avanzar en el combate de las prácticas políticas que la han convertido en un fortín del clientelismo y no en una entidad al servicio del país. Cualquiera de las mujeres candidatas tiene las mejores credenciales para avanzar en este aspecto. Un poco de generosidad y menos machismo les ayudaría, señores magistrados.
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