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El momento en el que Pablo Escobar se convirtió en el peor enemigo de Gilberto Rodríguez Orejuela

Foto del escritor: Redacción Pares Redacción Pares

Por: Redacción Pares



Hasta 1986 no existían resquemores entre el cartel de Cali y el de Medellín. Es más, llevaban una fraterna alianza. Durante el secuestro de Martha Nieves Ochoa, a comienzos de la década, se habían unido para darle duro al M-19 creando el MAS, Muerte a Secuestradores. Ella era la hermana de Jorge Luis y Fabio, los temibles hermanos Ochoa, los caballistas que se convirtieron en capos del valle de Aburrá. Claro, tuvieron que pagar el monto que les habían exigido los guerrilleros pero a cambio de eso desataron su furia, armaron ejercitos privados para darles duro a miembros de esa agrupación armada. La tortura y la desaparición fueron el arma que usaron los narcos para que no volvieran a usar el secuestro contra ellos.

 

Incuso Jorge Luis Ochoa compartió cárcel en Madrid con Gilberto Rodriguez Orejuela. Allí se afianzó aún más la alianza. Pero nadie podía con el hambre de Pablo Escobar. Quería toda la piel del León para él. En cualquier momento podría romperse la paz. La excusa fue el asesinato, por parte de sicarios de Pablo Escobar, de uno de los escoltas de Pacho Herrera, el hombre encargado de mantener las arcas llenas del Cartel de Cali. Era un intocable. Los hermanos Rodríguez Orejuela trataron de atajar a su impetuoso capo. Pero él quería venganza. A finales de 1987 sucedió lo inevitable. La familia de Pablo Escobar se había ido a vivir a un edificio para ellos solos. Una inmensa mole de cemento que tenía todas las comodidades. Además de una colección de arte -tal vez la más completa de Latinoamérica- que armó Victoria Eugenia Henao, la esposa de Escobar, asesorada por un experto que era Fidel Castaño. Fue tanta la cercanía que se llegó a pensar que “El patrón” sentía celos de Castaño.

 

Pablo Escobar nunca fue un hombre de hogar. Se sentía mejor en Napoles, junto a sus sicarios, sus socios, sus prostitutas y sus baretos. En Mónaco vivió tan sólo tres meses. Lo sacó un bombazo. El 13 de enero de 1988 Pablo Escobar, contrario a su costumbre, madrugó. Eso no contaban los del Cartel de Cali. Creían que el capo seguiría su rutina de dormir hasta tarde. Pero ese salió al clarear el alba. Sobre las ocho de la mañana dos hombres dejaron un jeep rojo frente al edificio Mónaco. A los dos minutos estalló. La explosión destrozó el edificio y dejó inservible uno de los oidos de su hija Manuela.

 

Escobar le pidió a los capos de Cali que le entregaran a Pacho Herrera. La respuesta de los caleños fue otro bombazo. Escobar se remangó la camisa y empezó a vengarse. La venganza es tan extravagante como la mayoría de sus pasos. Empezó a dinamitar cada una de las sedes de Drogas la Rebaja, la cadena de Farmacias de los Rodríguez Orejuela. Llegó incluso hasta meterse con otro activo de la organización, el América de Cali. Se supo, años después, que Escobar planeó matar al Tigre Gareca, el goleador de ese equipo. Todo lo que olía a caleño en Medellín era un objetivo militar. Lo mismo sucedía en Cali con los paisas. Fue un regionalismo enfermo, depravado, que aún persiste en las gradas de un estadio.

 

Los Rodríguez terminaron ganando la batalla. Se unieron con los hermanos Castaño y con otros ex socios de Escobar que estaban desilusionados por las traiciones, por su mezquindad. Uno de ellos fue Don Berna. Era tanta la urgencia de acabar con el enemigo público Número Uno que el Bloque de Busqueda, comandado por Hugo Aguilar, se unió con los PEPES -Se llamaba el grupo Perseguidos por Pablo Escobar- una combinación de paramilitares con mafiosos del Cartel de Cali. En diciembre de 1993 mataron a Pablo Escobar en Medellín pero no lograron extirpar la semilla del odio y violencia.

 

Gilberto Rodriguez Orejuela murió en el 2022 pero aún desde la muerte sigue poniendo a temblar a más de uno. La W Radio anunció en la mañana de este 23 de enero que tiene en su poder las memoras del capo de Cali. En él vinculará a buena parte de la clase política colombiana y también a las Fuerzas Armadas. No hay mas detalles de la publicación del libro.

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