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El muchacho que la policía mató por cometer el crimen de pintar una pared

Por: Redacción Pares



El 19 de agosto del 2011 en la tarde, Diego Felipe Becerra compró una caja de pinturas. Se las ayudó a comprar el hombre que lo crio, Gustavo Trejos, en el centro de Bogotá. Era un domingo y Gustavo había comprado unas boletas para ir a cine. Lo quiso convencer para que fueran a ver una película pero él quería hacer lo que le fascinaba: el arte callejero. Hace 13 años, en los países más desarrollados del mundo, era considerado arte callejero los grafitis. Incluso había una super estrella, el enigmático Bansky, quien había dejado su impronta en Londres, París y hasta en Gaza. Pero en Colombia esto era considerado un crimen. Lo que no sabía Diego Felipe ni su familia es que a uno un policía le podría pegar un tiro por tomar como un lienzo una pared.


Gustavo Trejos fue al cine con la madre de Diego Felipe. Cuando regresaron a su casa el mejor amigo de Diego Felipe estaba afuera en su casa. Les lanzaría una frase que les partiría la vida en dos: su hijo acababa de ser herido por la policía.


Lo habían visto desde hacía días. Un muro debajo del puente de la 116 con avenida Boyacá. Podría ser un gran mural. Los dos muchachos estaban pintando cuando escucharon los disparos. El patrullero se llamaba Wilmer Antonio Alarcón Vargas y ´le pareció que pintar un muro era un acto vandálico terrible, que había que accionar inmediatamente y así lo hizo con su pistola. Cuando los papás de Diego Felipe llegaron al puente sólo encontraron un charco de sangre en el suelo. Al muchacho se lo habían llevado a la clínica Shaio. Lo primero que se sorprendieron fue ver a 15 policías, con caras amenazantes, en la entrada de urgencia. El amigo de Diego Felipe reconoció entre los uniformados a Alarcón Vargas. Sin temblarle el pulso gritó

-El fue quien le disparó a Diego

Como después reseñaría el diario El Tiempo, la respuesta que le dieron a Diego Felipe fue la de “¿Sí, él le disparó, y qué pasa?” Pocos medios fueron capaces en su momento de plasmar el desprecio, la soberbia, la brutalidad de la que hizo gala la policía nacional en ese momento. Después de unos minutos de que la familia preguntaran por Felipe un médico salió a explicar lo que había sucedido, había recibido un tiro en la espalda y otro en el hombro. Felipe había muerto.


Cruzados por el dolor la familia de Diego regresó a la escena del crimen. Ya no estaba la sangre en el piso, habían coroneles, patrulleros que los increparon. Les dijeron que habían encontrado un arma en ese lugar y empezó la infamia mayor: la policía intentó desviar la investigación y afirmaron que Diego era un criminal, que si el patrullero le había disparado era porque quería asaltar un bus. El patrullero Alarcón Vargas había actuado para proteger a los ciudadanos. Sólo hasta el 7 de febrero del 2012, ocho meses después del asesinato, fue captura el patrullero Alarcón Vargas. El fiscal general de ese momento, Eduardo Montealegre, no titubeó para afirmar lo que había sucedido: “Fue un homicidio agravado, pues no se trató de una muerte propia de actos de servicio por parte del patrullero implicado”. Montealegre calificó lo que había intentado montar la policía como lo que fue “Un falso positivo urbano” En ese momento empezaba a salir a la luz lo que había sucedido durante los años de la Seguridad Democrática, los 6408 muchachos que la Fuerza Pública asesinó e hicieron pasar como bajas de la guerrilla.


La policía consiguió testigos falsos que mancillaron el nombre de Diego y sólo hasta el 2022 el patrullero fue condenado a 20 años de prisión por homicidio agravado. En el 2023 el Estado pidió perdón por este crimen. Pero nada ha podido evitar que los muchachos artistas en Bogotá sigan cayendo. En julio asesinaron a un grafitero en Ciudad Bolívar y el pasado 15 de agosto, al frente de la Universidad Distrital en Bosa, en el parque Porvenir, fueron asesinados Camila Ospitia y Camila Hernández, artistas, rebeldes, jóvenes maravillosos que venían reportando amenazas de policías del CAI del barrio el Porvenir desde el año 2021. Dos hombres se bajaron de una moto y los asesinaron. Era una noche cualquiera en Bogotá.

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