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El odio a Petro está llevando a las élites colombianas al suicidio de amar a Trump

Por: Iván Gallo - Editor de Contenido



Quedan 250 mil sobrevivientes de los campos de exterminios nazis. En sus relatos cuentan que había alguien más feroz que los SS: eran los Kapos, judíos empoderados por el alto mando alemán para cuidar el orden en Dachau, Auschwitz, Treblinka, Buchenwald, Majdanek y el largo y tenebroso etcétera. Ellos no dudaban un segundo en usar el látigo, la cachiporra, la manopla al ver la primera señal de desfallecimiento, de pereza o en último caso de rebeldía aunque, a decir verdad, estaban tan agotados los prisioneros que lo único que pensaban era en subsisitr. Los kapos creían que su actitud ladina les ganaría el favor del Reich y que se terminarían salvando de la cámara de gas, de los hornos crematorios. Eso no sucedió. El plan de Hitler, diseñado por Hitler, Heydrich y Eichmann era exterminarlos a todos.

 

A los kapos recuerdan más de un medio y político que adoptó, durante la crisis diplomática de la semana pasada, la postura de abrazar la causa trumpista. Como recuerda León Valencia en su última columna en Cambio, no les importó siquiera que en su discurso de posesión el nuevo presidente gringo acusara a los exmandatarios latinoamericanos de traidores. El país nunca ha importado, lo que les importa realmente es qué piensa Estados Unidos de ellos, cómo están sus relaciones personales, que los canales de comunicación permanezcan limpios. El record de ser lacayo lo tiene Federico Gutiérrez quien en medio de la histeria que generaron los medios de comunicación al convertir a Petro en el único responsable de la crisis, propuso crear una comisión para ir a Washington y hablar directamente con Trump para decirle al emperador que ellos son buenos, que acá nadie le hace caso a Petro, que por favor los perdonara. Obviamente el presidente anaranjado les daría un portazo en la cara. Pareec que fueran sordos. El papá de Barron ha repetido hasta el cansancio sobre los países latinoamericanos “No los necesitamos” eso quiere decir que podrán ser borrados de la faz de la tierra y nada les importaría.

 

En días pasados se viralizó una foto. Un obrero era llevado por agentes de migración. En el respaldo de su camiseta estaba escrita la frase “Latinos por Trump”. Es muy probable que ese hombre estuviera siendo llevado a un avión, con las manos esposadas, tratado como un delincuente, de regreso a su país. En un discurso que dio el pasado domingo el presidente anaranjado señaló a los colombianos expulsados como “delincuentes” y “narcos”. Trump vendía su narrativa de que los malos no podrían vivir en Estados Unidos. Al llegar a Catam se comprobó que ninguna de estas 110 personas -entre las que se contaban 26 niños- tenía antecedentes penales. Algunos medios decidieron ponerles el micrófonos a los recién llegados y narraban el trato inhumano que recibieron. Pero lo que quedó en el ambiente, lo que quisieron imponer los medios que pertenecen a las élites, fue que el presidente Petro, mientras consumía algún estupefaciente, tomó la decisión a las 3 de la mañana de declararle la guerra a Estados Unidos. Y esto no fue así. Lo que hizo Petro fue exigir dignidad para nuestros paisanos, la respuesta del gobierno gringo fue desproporcionada: subir aranceles a un 50%, lo que significaría la destrucción de nuestra economía, quitarle las visas a funcionarios del gobierno, cerrar la oficina de visas y endurecer las medidas de seguridad para los colombianos que lleguen legalmente a los aeropuertos nortamericanos. Ya hay denuncias de los extremas que están siendo las requisas.

 

Previamente Marco Rubio, Secretario de Estado, anunció con una sonrisa en la cara que los fondos de ayuda y cooperación para Colombia quedarían congelados por 90 días mientras evalúan cuál es la sintonía que tiene el país y también las ONG que reciben fondos de USAID, con el presidente Trump. Eso, en plata blanca, constituye un golpe casi que mortal para la sociedad civil. Mientras tanto las élites políticas celebran cada medida de Trump sobándole la chaqueta, ignorando que ellos también irán al cadalso de su desprecio. No son lo suficientemente blancos ni gringos como para ser considerados humanos.

 

Es más que oportuna la nueva columna de León Valencia porque desnuda a las élites políticas y su espíritu lacayo y lanza la alerta sobre el peligro de vivir en un mundo en donde la sociedad civil esté completamente disminuida.

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