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El pastor evangélico que obligó a suicidarse a 918 personas

Foto del escritor: Redacción Pares Redacción Pares

Por: Redacción Pares




“Muere con dignidad, no llores” En Youtube puedes encontrar la grabación. Es la voz de Jim Jones regañando a uno de sus fieles quien, después de ingerir una taza de cianuro revuelto con Kool-Aid, empezaba a manifestar los dolores de la muerte. Es difícil, cuarenta y siete años después de la tragedia de Jonestown, el que es considerado el suicidio en masa más escalofriante de la historia, juzgar las motivaciones que tuvieron estas personas para dejar su país, Estados Unidos, e internarse en la selva de Guyana a formar una nueva comunidad, siguiendo a un hombre que se ve en los videos que quedaron como un tipo desprovisto de todo tipo de carisma, con ningún atractivo físico determinante. Pero a veces la distancia del tiempo va borrando verdades. Al parecer Jim Jones, cuando fundó su iglesia, El templo del pueblo, en los años cincuenta, le habló con las palabras adecuadas a la gente que lo necesitaba.


Más de la mitad de las personas que se fueron a Guyana, con él, 1.120 en total, eran de origen afroamericano. Estaban agotadas del racismo brutal que no parecía tener control en los Estados Unidos en la década del cincuenta del siglo pasado. A su iglesia iban personalidades como Angela Davis, algunos actores de Hollywood y políticos progresistas. Los que pudieron sobrevivir a la masacre en Guyana afirmaban que Jones era capaz de tergiversar todo lo que decían estas personas en su iglesia y adoptarlas a su discurso.


El Templo del Pueblo lo abrió en Indianápolis. Su discurso contrastaba con el de cualquier pastor de almas norteamericano. Era socialista, completamente antioligárquico. Creía que el mal estaba en la desigualdad social y en los problemas raciales. Pero todo se tejía en el culto a la personalidad de Jones. Todo giraba en torno a él. Uno de sus hijos lo describe como un sociópata megalómano. Era abiertamente mujeriego y su esposa tenía que soportar sus devaneos. Un enviado de Dios podía tener el derecho a todos los placeres del mundo.   Uno de los cantos que se entonaban en el Templo del Pueblo decía lo siguiente: 'Nunca escuché hablar a nadie como habla él, desde que nací, nadie me habló de esa manera'".


El templo del Pueblo empezó a verse como una extralimitación de la fe. Había gente que creía que Jim Jones era Dios. Jones empezó a verse perseguido, cada vez más paranoico por un evidente abuso de drogas. Se tuvieron que ir de Indianápolis para San Francisco, ciudad que resultó siendo el epicentro de la movida contracultural en Estados Unidos. Pero en 1975 compraron unos terrenos en Guyana y se fueron para allá, a América del Sur, al lado de Venezuela. Una de las ventajas que tenía Guyana era que podían esconderse en la selva y que la población hablaba inglés. Se internaron en la selva, construyeron un poblado en donde tenían su propia educación, no necesitaban del vil metal para vivir. Era el verdadero comunismo.


A Jones lo acompañaban personas que en Estados Unidos no tenían nada. Al principio el experimento social parecía funcionar. Vivían de lo que producían las granjas comunitarias. Pero poco a poco empezaron a reportarse abusos. La gente se sentía atrapada en Jonestown -le pusieron así al pueblo por Jones, por supuesto- al llegar el pastor les retenía los pasaportes. Además, había conseguido un grupo de seguridad, un séquito armado con el que usaba la fuerza. Se empezó a hablar de las Noches Blancas, un rito por el que la comunidad pasaría a otra dimensión. Le vería la cara a Dios. Las noches blancas se trataba de darle tres opciones a la gente, o un suicidio colectivo o una fuga en masa hasta la URSS o enfrentarse a las fuerzas norteamericanas con armas.


Preocupado por las denuncias el congresista por el estado de California, Leo Ryan viajó a Guyana, visitó Jonestown y comprobó que la gente estaba en contra de su voluntad. Intentó regresar a los Estados Unidos, traer una fuerza especial, liberarlos. Estaba acompañada por su equipo y por periodistas de CBS. Jamás pudieron salir de ahí. A Ryan el grupo de fuerza de Jones lo asesinó mientras esperaba un avión que lo sacara de la selva en una pista de aterrizaje. Murieron otras cinco personas en el ataque.


En la noche del 18 de noviembre Jones mandó a llamar a toda la comunidad. Le dio un discurso aterrador que quedó grabado y que está subido en Youtube. En él los obliga a pasar a otro plano terrenal. Hay resistencia. Muchos padres no quieren despegarse de sus hijos. Los grupos de fuerza obligan a los fieles a tomarse el veneno. Algunos incluso son asesinados con disparos y flechas. Las madres lloran, suplican, y el líder lo que les pide es que tengan dignidad. Cuando ya todo está consumado Jones se pega un disparo en la frente.


Al otro día el ejército norteamericano sobrevoló Jonestown. Desde arriba el piloto del helicóptero creía que los colores que se veían regados por el suelo eran papel picado, confetti. Cuando aterrizaron se dieron cuenta de la verdad: eran cuerpos humanos. Al principio el conteo dio 450 muertos. Creían que una parte de la comunidad había huido a la selva. Lo que no habían contado eran los niños. La mayoría de padres habían caído sobre los cuerpos de sus hijos. Al removerlos se dieron cuenta que más de 300 niños estaban aplastados debajo de sus padres. La noticia aún retumba, 918 personas fueron obligadas a quitarse la vida por culpa de un loco llamado Jim Jones que se creía Dios.


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