Por: Iván Gallo - Editor de Contenido
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En Medellín, a finales de los noventa, los jóvenes leían a un poeta. Se llamaba Helí Ramírez. Era difícil conseguir uno de sus libros. Iba en contra de todo, hasta del viento. Era un poeta de barrio. En realidad era el poeta de un barrio, Castilla, Comuna Cinco de Medellín, azotado por la violencia, por la salsa, por la vida. Vivió en una de sus calles escarpadas. La llamaban El Picacho. La conexión con los muchachos fue su manera de escribir. Oralidad absoluta. Escribir como se habla es de las cosas más difíciles de la literatura. Al Picacho llegó que en 1952, cuando tenía cuatro años y el monstruo de Pablo Escobar estaba lejos de volverse real. Había nacido en el occidente antioqueño, en el corregimiento de Sevilla, en Ebéjico. Le molestaba que lo llamaran poeta. Detestaba todo ese tufillo intelectual. Lo de él era recoger el habla popular, observar como hablaba la gente. Le gustaba dar sus charlas más en tabernas de su barrio que en museos lugares sagrados. Es que ese era su ambiente, el de las cantinas y no el de las bibliotecas. Ahí escribía, mientras la rocola cantaba boleros de Bienvenido Granda, de Pete Rodríguez.
Igual los críticos lo adoraron. Les pareció que en sus poemas estaba contenido la vida y la tragedia de la Medellín en los años ochenta. A pesar del incendio la gente seguía levantándose, seguía dando amor. Pero, para algunos de sus amigos, como el artista Fredy Serna, “su vida fue su mejor poema”. Escritores como Juan José Hoyos recuerdan su ausencia de vanidad. Lo conoció en 1975, justo cuando frisaba los 25 años. Helí ya había llenado mamotretos con sus versos pero no se los mostraba a nadie. Escribir era sólo una interrupción de la observación.
A Helí no le gustaban las entrevistas, se aburría en los simposios literarios. Era libre como el río. Sin embargo, en el 2018, accedió a estar en la feria del libro de Medellín. Allí habló de los jóvenes que lo leían, de los muchachos sobre los que él escribía: “¿Por qué creo en la juventud? Y más en una juventud popular que veo por aquí muchos exponentes de ella, ¿por qué creo en una lucha por una subsistencia digna? Porque veo gente de mi barrio que, con hambre, hasta sin pasajes bajan a la universidad, se graduaron, lograron superar un poco y mejorar su calidad de vida, sus condiciones de vida. Y esto que acabo de decir es para reconocer una cantidad de jóvenes populares y de clase media que ni son de arriba que ni son de abajo, pero son necesarios ahí en la mitad, por cuestiones económicas de desarrollo social; frente a todos los obstáculos, luchan, perseveran”.
Uno de sus libros más queridos es En la parte alta abajo, y sobre estos versos Helí afirmaba que habían surgido porque de donde él viene “estamos arriba, en las montañas que rodean la ciudad, pero en realidad estamos abajo, abajo, abajo”
En los versos que mostraremos a continuación queda reflejada la cotidianidad del barrio:
Por aquí
no tenemos carro de basura
ni árboles en las esquinas
ni lámparas en la frente de las casas
no hay nomenclatura,
no hay agua
la sed hace de las suyas
cuando recibe un beso
porque
por aquí
nos reunimos en las esquinas
fumamos mariguana
canción traje oscuro
niño sin cabeza
disparo en la esquina baja como un cohete
se detiene la respiración cuando
se carcajea la noche desnudándose
cuando
amanece trastabillea el corazón
Este poema se llama De la ausencia del descanso y demuestra toda su fuerza, su originalidad. El 26 de febrero del 2019, con la misma discreción con la que vivió, murió de un infarto en Medellín Helí Ramírez. Tenía 71 años. Pasó y quedaron sus versos.
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