Conclusión del libro El subsistema fronterizo de Colombia: lugar estratégico de mercados ilegales que se presentará en la Feria del Libro de Bogotá (Filbo) 2018 el 22 de abril a las 7pm en el pabellón 17, Estand El Espectador.
Capítulo IX: Conclusiones
Por: Ariel Ávila, Subdirector de la Fundación Paz y Reconciliación-Pare
Luego de analizar la información recogida durante el proceso de investigación, se llega a las siguientes conclusiones. La primera es que el subsistema fronterizo Colombiano es un “nodo principal” dentro de varios mercados ilegales. Dicho nodo sirve como mecanismos de interconexión en las fronteras. En algunos aspectos sociales Colombia sería un nodo secundario, pero en lo que a ilegalidad se refiere es nodo conector principal. Esto lo que significa, es que Colombia acumula, en sus zonas de fronteras, varias partes de los mercados ilegales.
Por ejemplo, Tumaco, Nariño, municipio que limita con Ecuador y que además es puerto del mar Pacífico, concentra más de 16 mil hectáreas de hoja de coca en la actualidad. De hecho, es el municipio con más siembra de esta mata en el país. Adicionalmente, solo en el año 2015, un total de 100 laboratorios de clorhidrato de cocaína fueron destruidos por la fuerza pública colombiana. Y los gramos de coca incautada se cuentan por miles.
Por Tumaco pasa una de las principales rutas de tráfico de armas del país. Al igual que del contrabando de Gasolina desde Ecuador hacia Colombia, material que sirve, mayoritariamente, para el procesamiento de la droga. De ahí, se embarca la droga hacia Centro América vía mar pacífico o hacia el sur del continente; vía Ecuador. De tal forma que solo Tumaco es un nodo importante para el tráfico de drogas.
Situación similar se vive en la región del Catatumbo, que se ubica al norte del departamento de Norte de Santander. Allí en una pequeña zona se concentra gran parte de la cadena del narcotráfico. Además es una de las zonas de mayor tráfico de gasolina desde Venezuela hacia Colombia, al igual que tráfico de divisas y personas. En este caso Venezuela es un país que sirve para el carreteo de la droga.
Al igual que pasa en la frontera con Ecuador, en la frontera con Venezuela, mucha de la droga es intercambiada por armas o munición para grupos armados ilegales y organizaciones criminales.
Una segunda conclusión es que los actores que intervienen en la cadena de los diferentes mercados ilegales del subsistema fronterizo colombiano, en realidad han transitado, o evolucionado de organizaciones criminales oligopólicas a redes entrelazadas en las que nadie controla la totalidad de una parte de la cadena. Dicha evolución obedece a una multiplicidad de factores: Por un lado, debido a la política de lucha contra el crimen que desarrolló el Estado colombiano y que permitió la caída de más de un centenar de jefes criminales en la última década. De hecho, la vida pública de Pablo Escobar, por ejemplo, duró poco más de 10 años, en la actualidad una cabeza visible del narcotráfico no vive más allá de 3 o 4 años, de ahí, que las organizaciones criminales adoptaron un funcionamiento en red, evitando que la caída de un jefe afecte toda la estructura.
La segunda razón es que desde la caída del cartel del Norte del Valle, comenzó en Colombia un fenómeno en doble vía: el cartel de los sapos y las guerras internas entre “traquetos”. El cartel de los sapos, inmortalizado en dos libros sobre el narcotráfico en el departamento del Valle del Cauca y en un sin número de novelas televisadas, hace referencia a la guerra de delaciones entre jefes medios del narcotráfico, por ello el nombre del Cartel de los Sapos. Básicamente autoridades de la DEA, abogados y criminales establecieron alianzas para delatar todo tipo de agentes y lograr grandes sumas de dinero. Esta delación, obviamente, llevó a una cruenta guerra entre pequeños narcotraficantes denominados traquetos.
Además, no debe olvidarse que los indicadores para calificar o evaluar los resultados operacionales generalmente se hacen por niveles de incautaciones y capturas. De tal forma que a más capturas o incautaciones mejor evaluado. Esta situación ha llevado, como era de esperarse, a un aumento progresivo en ambos indicadores y claro, las organizaciones criminales, además de utilizar la delación como estrategia para combatir al enemigo, también lo hacen como una estrategia para aumentar los indicadores de las autoridades. Es decir, se ha producido un fenómeno que se denominó “la cuota” o lo que se conoce en Colombia como los “falsos positivos”. Es decir, los criminales entregan personas o cargamentos de productos para que sean incautados y así mantener “tranquilas” a las autoridades frente a temas de operativos.
La tercera explicación es que en la medida que la eficiencia de las autoridades se mide por cantidad de presos o incautaciones y no por afectación a mercados, lo que termina sucediendo es que las autoridades combaten la cara criminal de las organizaciones criminales, pero no los agentes que se mueven en la legalidad. Es decir, se capturan los jefes sicariales, los líderes de la ilegalidad, pero banqueros, políticos, jueces, y en general miembros de alto perfil de las organizaciones criminales que trabajan en instituciones estatales no se capturan. En últimas, se controla la parte criminal del mercado no los agentes legales.
La tercera conclusión es que dentro de las organizaciones criminales se puede observar un portafolio de servicios, el cual se ha diversificado dentro de la especialidad. Esto a primera vista parece contradictorio pero la explicación es la siguiente. Durante todo el libro quedó claro que no solo los mercados, sino también las organizaciones criminales funcionan en forma de nodos interconectados. Por ejemplo, son unos los agentes que tiene el control de los cultivos de hoja de coca, otros los intermediarios para comprar la pasta base y llevarlos a los laboratorios, otros los del carreteo y embarcación y otros los que distribuyen en las ciudades europeas o norteamericanas. Igual pasa en la minería criminal, unos son los que trabajan en vetas o en los ríos en el caso de la minería de aluvión, otros son los dueños de la retroexcavadoras, otros los que prestan la seguridad en la zona y otros los que “lavan” el oro y lo monetizan.
Sin embargo, dentro de esta especialización hay una diversificación, es decir, los que carretean la droga, también carretean o son traficantes de personas en la frontera entre Colombia y Panamá. A su vez manejan el contrabando de gasolina. De hecho, administran las rutas y las alquilan a diferentes agentes. Situación similar pasa con los lavadores de dinero. Por tanto esta especialización crea nichos de corrupción dentro de instituciones estatales, y redes autónomas dentro de esta especialización.
La cuarta conclusión es que Colombia ha exportado agentes criminales, quienes han llevado nuevas formas de operar de organizaciones criminales a los países vecinos o nodos dentro del tráfico de cualquier mercado ilegal. Dos ejemplos son importantes. En 2012 fue capturado en Argentina alías “Mi Sangre”, quien era para ese momento, uno de los hombres más importantes de Los Urabeños o ahora denominado Clan del Golfo. “Mi Sangre”, paso de ser un simple sicario de la Oficina de Envigado, a ser el hombre de confianza de alías Don Berna, quien para inicios del siglo XX, era tal vez uno de los jefes más importantes del paramilitarismo y el amo y señor de la Oficina de Envigado.
«Mi Sangre» logró llegar a Argentina, no solo para esconderse de las autoridades, sino para consolidar la ruta de tráfico de drogas que pasaba por Argentina para llegar a Sur África y Australia. Además había exportado mecanismos de recaudación de fondo para esta organización, como el tráfico de divisas y el famoso paga-diario.
Otro de los ejemplos se refiere a Martín Llanos. Fue uno de los jefes paramilitares más importantes de Colombia. Comandó las Autodefensas Campesinas del Casanare por años, tal vez es uno de los grupos paramilitares más viejos del país. Se debe recordar que este grupo se reusó a entrar en el proceso de desmovilización paramilitar y fue masacrado por sus socios que llegaron a un acuerdo con el gobierno del ex presidente Álvaro Uribe. Ante la masacre de gran parte de su estructura reacomodó los pocos hombres a su mando para idear una estrategia de escape y prolongación de su negocio de narcotráfico.
Su centro de refugio fue Venezuela y de allí entraba esporádicamente a Colombia y Bolivia. En este último país había desplegado gran parte de su red para la exportación de droga hacia Brasil. Allí llevó toda su experiencia en el procesamiento de la pasta base de coca. De hecho, un año antes de la captura de Martín Llanos, había caído su primo en Bolivia.
A continuación se puede ver el listado de jefes criminales colombianos de importancia que fueron capturados, abatidos o asesinados en países latinoamericanos.
Para el crimen organizado es como si las fronteras, entendidas como una línea limítrofe, se hubiesen borrado. Todo se trata de nodos de agentes o territoriales.
Una sexta conclusión se refiere a la racionalización de la violencia por parte de las estructuras criminales. La conclusión no es novedosa, de hecho, la Fundación Paz y Reconciliación-Pares la ha expuesto en diferentes investigaciones y libros. En todo caso la presente investigación ratifica dicha conclusión: las organizaciones criminales han aprendido a racionalizar la violencia. Colombia cayó en su punto más degradado de violencia entre 1995 y 2003. En ese periodo los empalamientos, descuartizamiento de personas con motosierras y la violencia sexual fue el pan de cada día. Los grupos paramilitares, principalmente, fueron los encargados de esta degradación.
Sin embargo desde 2003, las organizaciones criminales y grupos armados ilegales cambiaron la forma como utilizaban la violencia. Las masacres y la violencia espectacular se dejaron de lado y se comenzó una estrategia de violencia selectiva y violencia ejemplarizante. En todo caso, al sumar todos los muertos, al menos de lado colombiano, se observa que en las fronteras colombianos se vivió prácticamente una situación de guerra. Fenómeno que no ha sido visible a la opinión pública, producto en gran parte de esta violencia selectiva que es bastante invisible. La gráfica a continuación muestra la tasa de homicidio nacional y la compara con las zonas de frontera con Venezuela y Ecuador.
Lo que ocurrió en Colombia fue un verdadero proceso de homogenización: miles de muertos y desplazados cambiaron el mapa demográfico, político y económico de estas regiones.
Una séptima conclusión es que la corrupción en el mundo de la criminalidad ha tenido un tratamiento superficial, en gran parte de la literatura, que no deja ver su complejidad. Por ejemplo, para análisis institucionalistas la corrupción es un fenómeno que se vive en los márgenes de la sociedad, o mejor, es un tema de “manzanas podridas”, de pocos agentes, pero que la gran mayoría de la sociedad es “buena”. Moisés Naím narra bastante bien este tipo de análisis.
Para otro grupo de analistas, principalmente aquellos alineados con las corrientes nuevas de los procesos democratizadores y de cambio de régimen político de Europa de Este, acuñaron el concepto de Estados mafiosos, es decir, aquella condición en la cual las actuaciones de un Estado están dirigidas a beneficiar un grupo privado de personas. Sin embargo, los resultados de la investigación muestran que si bien las organizaciones criminales actuales prefieren la corrupción al uso de la violencia, la cooptación de instituciones estatales no es generalizada, por el contrario se apoderan de instituciones neurálgicas, y sobre todo de las “fisuras” jurídicas y vacíos de ley que permite el sistema jurídico colombiano o la propia dinámica de los mercados legales.
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