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Foto del escritorRedacción Pares

En Dabeiba los paras le daban a los soldados 250 mil pesos por matar campesinos

Por: Redacción Pares



Sucedió en Colombia, a comienzos de este siglo. A Dabeiba se lo disputaban, palmo a palmo, las FARC y el Bloque Elmer Cárdenas de las Autodefensas. Todos eran sospechosos. Todos tenían miedo. Las AUC, a punto de terror, se impusieron. Las historias que circulaban no podían ser más terroríficas. Decían que alias 21, uno de los paracos más poderosos en ese lugar de Urabá, tenía una finca a la que llamaban La última lágrima. Allí había un pozo y en él estaban cuatro cocodrilos hambrientos. Ahí tiraban a personas vivas sospechosas de pertenecer a la guerrilla, gente que no quería hablar ni delatar al vecino, al hermano. La última lágrima es un nombre que se repite en la historia del paramilitarismo en Colombia. Así llamaban a la camioneta en donde echaban gente que nadie volvería a ver en el Catatumbo, sur de Bolívar, Bajo Cauca.  Los cocodrilos era sólo una parte del horror.

 

En ese lugar funcionaba el Batallón 79 de la Contraguerrilla, al mando del general Luis Alfonso Zapata.Fue investigado no sólo por falsos positivos y por su presunta relación con los paramilitares sino por la masacre de San José de Apartadó ocurrida entre el 21 y el 25 de febrero del 2005. Las ordenes de Zapata convirtieron a Dabeiba en lo que describió un abogado de víctimas como “un tapete de muertos”. Paramilitares, guerrilleros y soldados acostumbraban a arrojar a sus muertos en lugares como la quebrada La Llorona que es la fosa más grande. Pero el hecho que más impresiona de Dabeiba fueron los 25 años en los que la desaparición forzada se instaló en ese municipio. Desde 1992 se vienen presentando denuncias sobre estos crímenes. Las Farc ejercieron control en este territorio desde la década del noventa. Establecieron redes de comunicación desde ahí para movilizarse con facilidad por los municipios de Uramita, Peque, Frontino y Mutatá. Desde allí las FARC podrían tener influencia en tres departamentos, Antioquia, Chocó y Córdoba.

 

El horror  arrancó por una venganza. En ese año trece uniformados fueron asesinados y el ejército decidió cebarse contra la población civil. En este municipio olvidado a veces el único control lo ejercía la guerriila. El que no se convertía en colaborador terminaba asesinado o desaparecido. Fue el ejército el que impuso esa práctica que se convertiría casi que en ley durante los primeros años del siglo XXI. Las ejecuciones extrajudiciales ocurrieron entre los años 2000 y 2007. Las declaraciones entregadas a la JEP por miembros del batallón de contraguerrilla anteriormente mencionado pudieron hacernos entender cómo funcionaron los falsos positivos en este lugar.

 

La arremetida paramilitar empezó a planearse en 1997. Según “El Alemán” se plenaba liberar a como fuera lugar este territorio de cualquier vestigio de insurgencia. La operación se llamó “Operación Conjunta a Dabeiba”. Para la instalación de la hegemonía paramilitar no sólo contaron con el apoyo del ejército sino de empresarios. Uno de los que ha nombrado el ex comandante paramilitar en sus versiones libres es el de Jaime Henríquez Gallo, empresario del banano. Uno de los primeros reportes de incursión paramilitar data del 2001. El hombre que lideró esta incursión fue el paramilitar Elkin Jorge Castañeda, mejor conocido como “Hermógenes Masa”.

 

Alejandro Ramelli, quien acaba de ser nombrado como presidente de la JEP, lideró, desde la Sección de Ausencia de Reconocimiento, una investigación que le quitó el velo a uno de los episodios de falsos positivos más escalofriantes del país. En el Cementerio de las Mercedes, entre los años 2000 y 2004 fueron enterradas más de 80 personas, una sobre otra, como pedazos de carne, sin ningún orden ni respeto en fosas comunes. En las declaraciones de miembros del ejército se señala que el general Luis Alfonso Zapata recibía 2 millones de pesos, de parte de paramilitares, para entregar muertos en combate. Los soldados apenas recibían 250 mil pesos por baja. El mayor Guzmán escogió a 15 uniformados, pertenecientes a la Brigada Móvil 11, para que les trajeran “rateros y mariguaneros que vean por ahí en la calle” dejando claro que, si a un miembro del ejército, no le gustaba esa determinación “me dicen y los matamos”. En la región estos hombres patrullaban al lado de paramilitares como el ya mencionado alias “21” y “Chiquito Malo”, quien, después de la extradición de Otoniel, sería el hombre más fuerte del Clan del Golfo.

 

El escuadrón funcionaba así: mandaban adelante a tres hombres vestidos de civil para que fueran indentificado a “los novillos”- así llamaban a sus vícitmas- A veces también los llamaban “racimos para la sopa”. Los atrapaban en grupos de a cinco, los ejecutaban en áreas rurales y luego los llevaban al Cementerio de las Mercedes en Dabeiba. Para esto contaban con el apoyo de un mototaxista llamado “Banana”, el sepulturero del cementerio y la directora de la morga a quienes les pagaban 150 mil pesos por muerto. Todos estos testigos fueron asesinados porque la orden era no dejar rastro de este accionar. Cuando la situación se convertía en algo completamente repulsivo un teniente, de apellido Suárez, fue asesinado por la espalda cuando amenazó con contar todo lo que estaba sucediendo. “El que no le guste que vaya afinando” Decía el mayor Guzmán.

 

Los entierros se hacían de noche. A veces tenían que hacer las perforaciones de los camuflados después de las ejecuciones. No había demasiado método y la disciplina era relajada. El único interés era repartirse los 250 mil pesos que les daban por muerto mientras el general Zapata, quien no alcanzó a declarar ante la JEP porque murió antes de que se instaurara este tribunal, se quedaba con resto. Al general Zapata los paras le daban dos millones de pesos por muertos y al apenas daba 250 mil pesos a sus soldados. Es decir, los miembros del ejército recibían plata de los mismos paramilitares.

 

Gracias a la investigación liderada por Ramelli se conoció a profundidad el episodio del cementerio de Las Mercedes y se han venido haciendo exhumaciones en otras partes del país, como el cementerio central de Cúcuta, en donde se han descubierto miles de cuerpos enterrados en fosas comunes. Al parecer del horror paramilitar apenas conocemos la punta del iceberg.




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