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En defensa del profesor Luis Fernando Trejos Rosero

Por: Redacción Pares




El pasado 9 de junio la revista Raya publicó un artículo titulado El plan del clan del golfo para copar el sur de Bolívar y exigir reconocimiento político. En uno de sus párrafos hace un peligroso señalamiento contra el reconocido profesor de la Universidad del Norte Luis Fernando Trejos Rosero en donde afirman que él está buscando los argumentos teóricos para que el Clan del Golfo sea reconocido políticamente. “Trejos defiende la tesis de que este clan mafioso es un actor armado con un acelerado proceso de “politización” en curso. Paradójicamente, el profesor Trejos denunció a mediados de 2023 que estaba siendo amenazado por dicho grupo criminal”. La base para esta afirmación fue que uno de los abogados del Clan del Golfo reposteó en Twitter un artículo del profesor Trejos.


Además de ser profesor de la Universidad del Norte de Barranquilla, de doctorarse en estudios americanos en el Instituto de Estudios Avanzados en la Universidad de Chile, de ser un experto en negociaciones de paz, conflicto armado y seguridad ciudadana, Trejos Rosero se ha convertido en una voz influyente en el Caribe gracias a la tribuna que ha logrado construir con sus artículos en medios como La silla vacía. Es necesario que Trejos pueda sacudirse cualquier tipo de señalamiento o estigmatización que ponga en riesgo su seguridad y la de su entorno. Por eso es necesario leer su defensa contra la cruz que pusieron sobre él desde la revista Raya:

 

Considero que la referencia que hacen de mí en su artículo simplifica y tergiversa mis argumentos, poniendo en duda la calidad de mi trabajo académico. También banaliza las amenazas que he recibido en el pasado reciente, por lo cual le exijo a la Revista Raya una rectificación pública teniendo en cuenta las siguientes razones y preguntas. 


  1. Lo que ustedes denominan “la insólita teoría” hace parte de una amplia y documentada discusión académica que se ha dado en distintos continentes y que en Colombia tiene su origen en el año 2006, cuando Francisco Gutiérrez Sanín y Gonzalo Sánchez Gómez, en el prólogo del libro “Nuestra guerra sin nombre”, hablaron de la insostenible dicotomía política/criminal. En sus palabras, el conflicto colombiano, era “más económico, más criminal y más político (…). Hay criminalización de la política y de la guerra y politización del crimen”. Ya en ese mismo año, dentro del uribismo había sectores que afirmaban que el ELN y las FARC-EP no eran grupos armados políticos porque se habían involucrado en economías criminales, lo que anulaba una negociación con ellos. Esto, en el contexto del proceso de desmovilización y desarme de las AUC. Más recientemente, la discusión en Colombia (porque en países como México y Brasil hay mucha producción académica al respecto desde hace años), se hace pública en el marco de la Política de Paz Total y tuvo una nutrida deliberación político-jurídica en la audiencia de la Corte Constitucional sobre las demandas contra la Ley 2272 de 2022 denominada por el Gobierno "Ley de Paz Total". Disponible en:  https://www.youtube.com/watch?v=bT91WPAmxZY Así que esta discusión ni es “insólita”, como ustedes la califican, ni es nueva, como ustedes dicen en su “Nota de la Dirección”.  

  2. La interpretación que hacen de mis argumentos es sesgada. Ustedes dicen que yo afirmo que el Clan del Golfo es una organización con carácter político y para sostenerlo, adjuntan un link a un artículo académico de mi coautoría en el que textualmente decimos que analizamos “los discursos publicados por la organización [Clan del Golfo] para entender su proceso de politización, a la vez que se explica su dimensión criminal.” Ustedes omiten que mi argumento incluye su dimensión criminal. Hacerlo es un claro ejemplo de sesgo de elección (cherry picking), que consiste en usar ejemplos, eventos o casos que validan una premisa o posición, ignorando las evidencias que la podrían cuestionar. Si leyeron todo el artículo, en las conclusiones afirmamos lo siguiente:  “Paralelamente, reconocer su carácter político-discursivo no implica desconocer su participación en diferentes mercados ilegales. El discurso político de las AGC es muy probablemente una estrategia de legitimación de su práctica criminal. Sin embargo, también se cuestiona la visión común de que las AGC son un cartel de drogas, principalmente porque no se comportan como uno y su portafolio de actividades está lejos de reducirse al narcotráfico. Por tanto, se propone entenderla como una organización enfocada en el control y defensa de territorios y en las redes transnacionales que le permiten sostenerse activa en Colombia y blanquear los dineros producidos por sus actividades ilegales”. ¿Esto no les pareció relevante? ¿Por qué lo obviaron?

  3. Cuando afirman que este argumento “ha encontrado respaldo entre académicos” solo me referencian a mí. ¿Por qué no nombran a otros académicos? ¿Por qué no se contactaron conmigo para conocer mis argumentos teóricos y conceptuales o pedirme otras referencias académicas o de prensa? ¿Por qué me escriben un correo electrónico solo hasta el martes 11 de junio, dos días después de publicado el artículo y no durante su redacción?  

  4. Al afirmar que mis artículos, entrevistas y columnas “son replicadas por el abogado Giraldo” parecen insinuar que tengo una responsabilidad sobre quiénes y cómo se usa mi producción intelectual y mis opiniones emitidas en medios de comunicación públicos.

  5. Cuando dicen que “paradójicamente” denuncie el año pasado que había recibido amenazas de muerte por parte de ese grupo armado ilegal ¿Qué es lo que les resulta paradójico? ¿Por qué utilizan ese adjetivo?


Atentamente.

Luis Fernando Trejos Rosero.

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