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Enfrentar a la manipuladora oposición

Por: Ghina Castrillón Torres

Politóloga feminista




El mismo Petro ha manifestado que "la oposición tiene que ser un poquito más inteligente", pero al ver ciertas estrategias empleadas por la oposición a este gobierno, más allá de cuestionar su inteligencia, pienso es en lo profundamente manipuladores y oportunistas que son. 

 

La oposición cada día perfecciona el uso de la manipulación política. Se vale de diversas formas y canales, y su objetivo es claro: controlar a las personas, incluso si esto implica basar sus posturas en mentiras y usar argumentos poco inteligentes.  

 

Uno de los tantos ejemplos de esto es el choque de trinos entre el presidente Petro y el columnista Diego Santos, quien, con un sarcasmo irresponsable, hizo la ridícula pregunta de si podía vender drogas, a lo que Petro respondió: "Vas preso". Un intercambio que, a primera vista, puede parecer un juego de palabras, pero que en realidad pone de manifiesto la estrategia (a veces no tan coordinada) de la oposición de distorsionar la información sobre las decisiones del gobierno y así generar confusión y malas interpretaciones en la opinión pública.  

 

No solo se han atrevido a tergiversar la información sobre temas como el porte y consumo de la dosis personal, la solicitud de crédito de vivienda de la vicepresidenta Francia Márquez, sino que también han especulado sobre la salud del presidente: que, si tiene asperger, depresión, que tiene problemas de consumo, insinúan alcoholismo y drogadicción. Y no conformes con eso, añaden discusiones cero relevantes como que si la primera dama baila o no en los eventos públicos, o si las ministras usan tenis o que cuánto cuesta la ropa de la hija del presidente.  

 

No podemos negarlo, la desinformación es un arma política de gran poder. Se juega con las emociones de las personas, como el enojo, pero sobre todo genera miedo, y las redes sociales son el campo de batalla ideal. La base de esta táctica es la existencia de una ciudadanía desinformada e indiferente que, desafortunadamente, encuentra más fácil creer que cuestionar.  

 

Recordemos lo que significó a nivel internacional el escándalo de Cambridge Analytica y sus formas para interferir y cambiar el comportamiento de las audiencias, con especiales consecuencias en escenarios electorales. Pero a nivel nacional, estos sectores, que además son profundamente conservadores, con las mismas estrategias han hecho oposición a importantes agendas públicas desde hace años. Baste recordar los argumentos en los que se sustentó que ganara el NO en el plebiscito por la paz, o las grandes movilizaciones “por la familia” en contra de las cartillas sobre educación sexual y no discriminación en los colegios alegando la existencia de una promoción de la homosexualidad.  

 

Los medios de comunicación son grandes protagonistas en esta manipulación. Orientan informaciones y las sesgan, claramente para favorecerse. Afirman imparcialidad y objetividad, pero la realidad es que su contenido está lejos de ser neutral. 

 

La oposición al gobierno actual tiene un poder de influencia masiva respaldado por quienes históricamente han ostentado el poder. Su función de comunicar se mezcla con la de influir y crear opiniones, resaltando que las fake news no solo se refieren a falsedades, sino también a noticias sacadas de contexto. 

 

La población confía en los medios como fuente de información, y desde ahí, caras visibles como la de Diego Santos, Vicky Dávila, Camila Zuluaga y otras, contribuyen a crear una realidad sesgada e imprecisa. La falta de acceso a información completa y la precaria cultura de verificación mantienen a la ciudadanía en el desconocimiento. 

 

Enfrentar a una oposición manipuladora, que utiliza estrategias que no parecen ser inteligentes, es un desafío enorme para el gobierno de Petro, lo que implica seguir defendiendo de las agendas del cambio con argumentos de forma insistente.  

 

La verdad y la transparencia deben continuar siendo las aliadas más importantes de este gobierno. 

 

*Las opiniones expresadas en esta publicación son de exclusiva responsabilidad de la persona que ha sido autora y no necesariamente representan la posición de la Fundación Paz & Reconciliación al respecto. 

 

 

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