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¿Es cierto que en Medellin hay una nueva guerra entre mafiosos?

Por: Redacción Pares


Foto tomada de:Utopia Urbana


Uno de los grandes titulares del pasado domingo en El Tiempo se destacó uno por encima de todos: La guerra mafiosa que estalló en Medellín que implica a poderosos voceros de paz con decreto presidencial. Alarmados por esta investigación la fundación Paz y Reconciliación le preguntó a los investigadores de la línea de Convivencia y Seguridad Ciudadana sobre la situación. Estas fueron las conclusiones.

 

Todos los grupos delincuenciales de Medellín y su área metropolitana son ramas de un gran tronco que se llama la Oficina del Valle de Aburrá, quienes manejan la extorsión, el microtráfico, los robos y hasta las fronteras invisibles en Medellín, Envigado e Itagui. Es uno de los grupos más antiguos del país. Empezó hace cuarenta años cuando Pablo Escobar decidió declararle la guerra al Estado y a todo aquel mafioso que quisiera poner en entredicho su poder. A punta de sicariato Escobar cobraba sus deudas. El poder rebazó cualquier estanque y la Oficina terminó obteniendo incluso el control de los pases de conducir e influyendo en la política local.

 

En 1991 Pablo Escobar consigue doblegar al gobierno de César Gaviria, bajo sus condiciones se entrega, ordena la construcción de una cárcel que se amoldaba a sus necesidades y exigencias. Desde allí sigue delinquiendo. Incluso ejecuta en sus instalaciones a dos de sus socios, Kiko Moncada y Fernando “El Negro” Galeano. Diego Murillo, alias Don Berna, trabajaba para ellos y terminó uniéndose a ex socios del capo, como Carlos y Fidel Castaño creando los PEPES, el grupo que terminó debilitando al jefe del Cartel de Medellín. Una vez es asesinado, el 2 de diciembre de 1993, Don Berna, quien sería el comandante del Bloque Cacique Nutibara de las AUC, se apodera de la Oficina dándole un tinte paramilitar. A principios de este siglo era tal la influencia, el poder de este comandante que se hablaba que en Medellin había era una “Donbernabilidad”. En el 2004 se somete a Justicia y Paz y luego es extraditado en el 2008 a los Estados Unidos.

 

Ante el vacío que deja Don Berna los que entran a mandar en La Oficina -nombre con el que se lo conoce desde el 2010- son Juan Carlos Mesa Vallejo, alias Tom y José Leonardo Muñoz, alias Douglas. Tom, desde el año 2018, cuando celebraba su cumpleaños número 50 en una finca en Guatapé, está en la cárcel pero desde ahí sigue mandando. Sólo encuentra resistencia en alias Douglas. Pero, al parecer, las disputas territoriales que dejaron muertos y atentados son cosas del pasado. La gestión de paz con el gobierno nacional la arrancó Edinson Rodolfo Rojas, mejor conocido como “Pichi Gordo”, jefe histórico de la banda la Terraza y hombre cercano a Don Berna. Cuando La Oficina se parte en los dos bandos él se alinea con Douglas. Es extraditado y regresa a Colombia en el 2022. El es quien lleva la idea de negociar la paz con el gobierno Petro. Fue muy importante para esos primeras exploraciones al diálogo. A comienzos de marzo del 2024 es asesinado. Este hecho, según la investigación de El Tiempo del pasado domingo, ha sido uno de los desencadenantes de una posible guerra mafiosa. Su asesinato se dio no por una guerra entre los bandos que manda en la Oficina, sino por un ajuste de cuentas entre los mismos hombres al mando de Douglas. Esa es la hipótesis que se maneja incluso desde la policía. En julio es caputado un miembro de la Terraza que da la versión sobre la muerte de Pichi Gordo y que tendría que ver con una orden dada desde las toldas del mismo Douglas.

 

Por eso es improbable que exista una confrontación entre las dos bandas que dominan La Oficina. Según el investigador de la fundación Paz y Reconciliación, Nicolás León. “actualmente hay un clima de paz en donde los dos cabecillas están sentados en la mesa de negociación”.

 

La Paz Urbana en el Valle de Aburrá es donde más se han visto avances de negociación. Las organizaciones han optado por renovar sus compromisos de paz a través, dediversas acciones como lo confirma el monitoreo que se ha hecho desde Pares sobre esta situación: “Han cesado las extorsiones y la venta de droga, se ha renovado el compromiso con la Paz Urbana y se ha desescalado la violencia. Se tiene la voluntad de llegar a una serie de acuerdos y a una metodología de negociación con puntos temáticos y que puedan haber avances tan significativos que lo acordado no lo desbarate otro gobierno sino que perdure en el tiempo”.

 

Sin embargo nada es tan fácil y, sobre todo, en el empedrado camino hacia la paz. Alias Tom ha dejado claro que la Oficina no quiere sometimiento sino un reconocimiento político. El control que ejercer sobre ciertas zonas creen que les da el derecho de que les reconozcan un trabajo social, con la gente. Por el tema del marco jurídico y de sometimiento se podría llegar a un acuerdo.

 

La otra complejidad tiene que ver con el mapa criminal de Medellín y lo explica de esta manera Nicolás León: “la Oficina conglomera a gran cantidad de estructuras, que han terminado con un pacto de no agresión. Por ese lado el mapa criminal es estable, los desafiíos pueden llegar en que organizaciones extranjeras de origen transnacional entren a disputarle las rentas a la oficina, por eso hay alertas con la llegada del Tren de Aragua que vendría a disputar los espacios a la organización. Esto si podría derivar en una guerra abierta entre organizaciones criminales por la disputa de los espacios”.

 

Por ahora se podría afirmar que a pesar de las dificultades y los contratiempos, que también podrían derivarse de la salida de Danilo Rueda como Comisionado de Paz en octubre del 2023 y que ha derivado en un estancamiento de la Paz Urbana en lugares como Buenaventura, la paz en el Valle de Aburrá avanza.

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