Por: Oscar A. Chala, investigador de la Línea de Democracia y Gobernabilidad
El pasado 25 de noviembre, el Reporte Coronell de La W reveló que, en la última reunión de gabinete de ministros, un bloque de ellos se opuso a entrar, luego de pedir explicaciones por la presencia de Armando Benedetti, llamado por el gobierno para que se convierta en el nuevo asesor político de relaciones con el Congreso. La revuelta duró poco, pues el presidente salió a explicarles que Benedetti cumpliría funciones lejos de los consejos de ministros y sin capacidad de dirigir gente o tener relación alguna con ellos.
No obstante, el caso de Benedetti ha denotado una vieja veta abierta que ya venía desde inicios del gobierno, y que se manifestaba en pequeñas tensiones entre diferentes bloques que luego fue creciendo hasta ahora, donde un sector de estos ministros ha adquirido suficiente fuerza para bloquear la realización de un consejo de ministros y manifestarse ante el presidente.
Entender estos bloques que están emergiendo con fuerza implica entender cómo se configura primordialmente el poder alrededor del gobierno, qué sectores tienen mayor peso y qué representan para el gobierno. Este esfuerzo será complementado en el futuro con un informe que planea hacer una radiografía completa del gobierno Petro, de cara a quienes pueden ser los futuros “herederos” del progresismo en 2026.
¿Dónde se concentra el poder del gobierno de Gustavo Petro?
En un primer acercamiento al gabinete ministerial y las entidades administrativas de presidencia más cercanas al presidente, es posible rastrear una serie de actores y grupos con los que se sostiene el poder de Gustavo Petro actualmente. Aunque estos grupos han variado debido a los remezones ministeriales y a los enroques estratégicos que el gobierno ha tenido en esta primera mitad de su gestión, se sostienen por el momento en 9 grandes núcleos.
Fuente: Elaboración propia, Fundación Paz & Reconciliación.
La mayor parte del poder del gabinete se concentra en un bloque conformado por 3 partes. Por un lado, un grupo de ministros y funcionarios que vienen desde los procesos propios de la Bogotá y la Colombia Humana (que también fueron en su momento funcionarios de Petro durante la Alcaldía de Bogotá entre 2012 y 2015) y que son los que conforman, en su mayoría, parte del “ala dura” del progresismo. Hollman Morris, Gustavo Bolívar, Cielo Rusinque y Guillermo Alfonso Jaramillo hacen parte de este bloque, que suele caracterizarse por tener criterios de lealtad muy altos al proyecto político del progresismo y posiciones muy fuertes en la defensa de su programa político. Son parte de los sectores que han entrado en disputa abierta por los discursos de verdad con los medios de comunicación, los partidos tradicionales y la oposición de derechas.
Este grupo tiene lazos fuertes con el segundo grupo del gobierno, conformado por un sector de tecnócratas de izquierda y centroizquierda, con perfiles académicos muy marcados y experiencia en lo público en sus sectores más allá de la Alcaldía previa de Petro, especialmente en consultorías y trabajos con organizaciones de la sociedad civil y cooperación internacional. Son un bloque importante porque han tomado fuerza dentro del gobierno, posterior a la COP16 y el posicionamiento de Susana Muhamad, MinAmbiente. Suelen tener posturas mucho más moderadas y mediadas por los conceptos técnicos que elaboran, diferente de las posturas más políticas del bloque de la Colombia Humana.
Un tercer grupo que asoma tiene en común que llegaron al gobierno a través de las relaciones personales que tienen con el presidente o con sus más allegados, como Iván Velásquez, MinDefensa; Astrid Cáceres, directora del ICBF o Juan David Correa, MinAgricultura. Este grupo es más variado, pero suelen tener también posiciones mucho más mesuradas políticamente.
Por el lado del bloque que corresponde a cuotas entregadas a partidos del Pacto Histórico, hay menos funcionarios, pero muchos de ellos hacen parte también del grupo más cercano al presidente, especialmente desde las cuotas del Polo Democrático, en las que resaltan Alexander López, expresidente de esa colectividad y hoy director del Departamento Nacional de Planeación, igual que Luz María Múnera, consejera para las Regiones. Por el lado de Comunes, se encuentra Andrés Camacho, MinMinas.
Estos nombres son importantes porque junto con Gustavo Bolívar e Iván Velásquez, hicieron parte del grupo de funcionarios que se abstuvo de asistir al consejo de ministros de esta semana hasta no tener una explicación de la llegada de Benedetti, de nuevo, al círculo más cercano de presidencia como asesor.
El grupo de figuras cercanas al presidente por su militancia en el M-19 y en la AD-M19 es pequeño, pero ocupa lugares importantes frente a la seguridad de Petro, con Lemus en la Dirección Nacional de Inteligencia, Augusto Rodríguez como director de la Unidad Nacional de Protección y con Otty Patiño como comisionado de Paz. Este grupo ha adquirido relevancia porque, según reportes de La Silla Vacía, lidera parte del llamado “bloque de izquierda” que se ha opuesto a Laura Sarabia como directora del DAPRE y ha presionado de manera indirecta por su salida.
Petro sigue conservando también un grupo de operadores políticos, que está ligado por una parte a los partidos políticos que tiene en la coalición de gobierno (y con los sectores conservadores y del Partido de la U que son cercanos al gobierno), y por otra que tienen relación con el Santismo, ya fuese programático (Luis Gilberto Murillo, Canciller) o pragmático y transaccional (Juan Fernando Cristo, MinInterior; Mauricio Lizcano, MinTIC).
A este grupo, se supone, es que llega Armando Benedetti en su cargo de asesor para asuntos políticos del Congreso en la Presidencia, y genera ruido porque vuelve a darle fuerza a un bloque que el gobierno intentó minorizar con la llegada de Velasco al MinInterior y con la salida de Lizcano del DAPRE, pero que sigue siendo fundamental para mover acuerdos en el Congreso.
Estos grupos son importantes porque permiten entender finalmente el ruido sobre los precandidatos que están comenzando a sonar desde el Pacto Histórico y el gobierno, y puede dar razón de cuáles son las principales tendencias del progresismo en disputa hacia la candidatura única del Frente Amplio hacia 2026.
Por ahora, cada uno de estos grupos tiene figuras que están sonando y tomando fuerza, siendo Gustavo Bolívar quien encabeza la mayoría de las encuestas hasta ahora, seguida de María José Pizarro, Juan Fernando Cristo y Susana Muhamad, lo que implica que, por ahora, el bloque más duro del gobierno, el de la Colombia Humana, está tomando mucha más fuerza, por encima del bloque de congresistas, del bloque de operadores políticos, del santismo y de la tecnocracia del gobierno.
Fuente: Noticias Caracol.
Esto es importante porque permite entender que las tensiones dentro del gabinete no vienen mediadas solamente por discusiones éticas y morales sobre la pertinencia de negociar con actores que vienen de sectores políticos cuestionados y que tienen dinámicas transaccionales que pueden pasar por encima de los principios de un gobierno de izquierda que reniega hasta cierto punto del clientelismo, sino también porque denota que existe una competencia interna fuerte por llegar a la candidatura presidencial, que puede estar fragmentando las relaciones entre estos grupos.
Una cuerda tensa que no termina de romperse
Fuente: El Tiempo.
El gobierno, tal y como lo contamos en este artículo, ha delegado parte de sus espacios de poder y burocracia a estos grupos de poder que giran alrededor suyo. Esto implica que la gobernabilidad, en gran medida, depende de lo que estos núcleos hagan y cómo se comporten ante la coyuntura nacional.
El gobierno ha entregado estos espacios con dos propósitos principales, como lo comentábamos en esa historia. En primer lugar, para rodearse de su círculo más cercano y gobernar sin ataduras a acuerdos o compromisos políticos, ya que no desea ceder ante los partidos en el Congreso. Esta estrategia de distanciarse de los partidos quedó clara hace varios meses y se refleja en la progresiva salida de las cuotas políticas de estos del gabinete ministerial. En segundo lugar, para centralizar su gestión de manera más directa y eliminar obstáculos internos dentro de la burocracia que le impidan cumplir con su proyecto de gobierno y sus decisiones de Estado, especialmente para contrarrestar la independencia del Congreso y de las Altas Cortes.
Las cuotas otorgadas por el gobierno han comenzado a concentrar poder y a ganar relevancia de cara a 2026. Pueden tener impacto dentro de la futura campaña y estructura del Pacto Histórico, o incluso perfilarse como candidatos para el Congreso o posibles presidenciables.
Lo único que parece unir a todas estas figuras en este momento es la presidencia de Gustavo Petro. Sin embargo, el gran desafío del progresismo ha sido la falta de una unidad ideológica desde el gobierno. Así, el proyecto progresista se encuentra vulnerable a la formación de facciones, tendencias y corrientes que, aunque cercanas en sus postulados, mantienen posiciones profundamente irreconciliables, como lo demuestran las disputas internas en sus bases políticas.
Esto explica el caso de las agrias discusiones entre María José Pizarro y Gustavo Bolívar (Pizarro desde un grupo de congresistas con un origen diferente al de Gustavo Bolívar, que hace parte del círculo cercano de Petro y de la Colombia Humana, desde la Dirección de Prosperidad Social) frente a la posibilidad de que alguno de los dos sea candidato del Pacto Histórico a 2026. Del mismo modo, también explica lo choques entre Heráclito Landinez e Isabel Zuleta frente al tema de la reelección, así como el fuego amigo entre Ricardo Bonilla y Luis Carlos Reyes, ambos en disputa dentro de la lectura que el gobierno debe hacer de la economía desde el sector tecnócrata.
Dos visiones del progresismo que comienzan a tomar forma
Fuente: El Espectador
La novedad del choque del gabinete de esta semana demuestra que las tensiones entre los diferentes grupos se han polarizado hacia una disputa entre las diferentes visiones del proyecto progresista. Desde inicios del gobierno Petro y antes, desde la misma campaña, ha habido un sector dentro del Pacto Histórico al que le ha generado ruido la llegada de los operadores políticos del santismo a la campaña. La presencia de Benedetti, Barreras y Prada generó cuestionamientos sobre la necesidad de apelar a estrategias tradicionales para alcanzar el poder, siendo justificado por algunos y denostado por otros.
Esta polarización se había cauterizado hasta cierto punto con el primer remezón ministerial y la salida de una buena parte de las cuotas partidistas del gabinete (muy cercanas al grupo de operadores políticos). No obstante, comenzó a crecer de nuevo cuando no se materializó la salida de Lizcano del gabinete —terminando en el MinTIC—, con el regreso de Laura Sarabia al DPS (luego al DAPRE), y se terminó de reafirmar con la llegada de Cristo al MinInterior.
También se agravó con el fracaso del experimento del presidente de buscar en sus aliados cercanos a los operadores políticos que pudieran mover la agenda legislativa. Aunque Velasco fue eficiente en un primer momento como MinInterior, la caída de la reforma a la salud y la ralentización de la agenda le llevaron a salir, del mismo modo que el gobierno tuvo que terminar apelando, de nuevo, a Lizcano, al mismo Roy y tuvo que traer de nuevo a Sarabia para que las negociaciones con el Congreso no se cayeran.
La respuesta del sector más “duro” del gabinete y del ala izquierda no se hizo esperar, comenzando a mover la idea de que Sarabia había perdido eficacia en su papel de operadora política (aunque Sarabia sigue siendo el principal puente del gobierno con el empresariado) y que era necesario reemplazarla, además de las tensiones existentes con el presidente por la creciente cantidad de funciones que ha adquirido, que ha sembrado desconfianzas en estos grupos y en el mismo despacho presidencial.
Estas manifestaciones de autonomía de este bloque se acrecentaron con la llegada de Benedetti, cuando el bloque de ministros y funcionarios ligados a la Colombia Humana (Gustavo Bolívar; Daniel Rojas), a cercanías personales con el presidente (Iván Velásquez; Juan David Correa), a los grupos de movimientos sociales (Francia Márquez; Gloria Inés Ramírez), y a los partidos del Pacto Histórico (Alexander López, Andrés Camacho, Luz María Múnera) decidieron no ingresar al consejo de ministros del 25 de noviembre, luego de pedirle explicaciones al presidente sobre el rol que cumpliría Benedetti. A este grupo se sumaron Iván Cepeda y María José Pizarro.
Por ahora, estas dos visiones del progresismo parecen fragmentar el proyecto político hacia 2026. Por una parte, la visión más transaccional y pragmática va partiendo de la premisa de que el poder político debe ser construido a partir de compromisos estratégicos y acuerdos prácticos, incluso con sectores que, a priori, podrían considerarse alejados o cuestionables desde una perspectiva más purista. Es decir que, para consolidar el poder y avanzar en los objetivos del proyecto del gobierno Petro hacia 2026, es necesario negociar y ceder en ciertos aspectos, lo que implica construir alianzas pragmáticas para obtener recursos y el apoyo necesario para implementar cambios en las estructuras del Estado y abordar los problemas inmediatos del país.
Por otro, existe un bloque más purista y radical, que se basa en la premisa de que el poder debe mantenerse limpio de alianzas con sectores que comprometan la autenticidad y la integridad ideológica del proyecto progresista. Desde esta mirada, defendida por la mayoría de las bases y de los círculos más cercanos al gobierno, el proceso de transformación social y política debe ser realizado sin transigir en principios fundamentales, buscando siempre formas de poder auténticamente populares y directamente comprometidas con la justicia social y la equidad.
De la manera como estos candidatos se ubiquen frente a estas dos posiciones dependerá también si alguna de estas dos visiones determinará la proyección política del gobierno hacia 2026. Que Bolívar esté punteando en las encuestas implica que esta mirada más purista, defendida por él —a pesar de que ha buscado trabajar de la mano del alcalde de Medellín y otros actores desde otras orillas políticas— tiene más fuerza que una mirada más transaccional o moderada —como la de Cristo—, que un buen sector de las bases considera como “politiquera”.
Por ahora, los grupos de poder que sostienen al gobierno (y que concentran parte de su autonomía) se siguen reubicando, transando y compitiendo entre sí por entronizarse como los futuros herederos del progresismo de Gustavo Petro.
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