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Fernando Vallejo, indefenso y bello, como nunca lo habías visto

Por: Redacción Pares


Foto tomada de: historia y biografia



La escritora Elena Poniatowska vio por primera vez a Fernando Vallejo en un avión. No podía creer que ese hombre compungido, de aspecto monacal, que juntaba sus manos blancas, pequeñas, de cura, como si estuviera rezando, fuera el mismo monstruo que había escrito en una de sus obras cumbres, La virgen de los sicarios, la frase de un blasfemo consumado “Dios no existe, y si existe es la gran gonorrea”.


 Vallejo es un provocador y ha sabido construir un personaje en los 83 años que ha pastado -muy a su pesar- en esta vida. Es biólogo, cineasta, escritor y, en México, vivió durante décadas al lado del decorador David Antón, diseñador de arte de las grandes películas mexicanas de su época de oro. Aunque el Rio del tiempo, el nombre con el que se conoce su pentalogía de novelas sobre Medellín le dio renombre, fueron dos biografías de poetas los que lo catapultaron a la fama. Una, llamada Chapolas negras, que comprende las afugias de José Asunción Silva y su afán por volverse rico a punta de negocios imposibles. Ir tras la esquiva fortuna se le convirtió en la causa principal por la que se disparó, y la otra es El mensajero, una obra en donde logra lo imposible: poder apresar a un fantasma, Porfirio Barba-Jacob, el incontrolable errante puede ser una figura de carne y hueso gracias a la investigación de Vallejo.


Pero el gran público colombiano lo conoció en el 2001 por culpa de un mal periodista. Germán Santamaría, entonces director de la revista Diners, publicó un editorial en donde se le pedía al público colombiano “boicotear” La Virgen de los sicarios. El eminente director francés Barbet Schroeder se enamoró de la obra del escritor paisa. “Fue una fascinación parecida a la que sentí cuando conocí a Bukowski” quería hacer un documental sobre él pero terminó fue adaptando La virgen de los sicarios. Esa visión escalofriantemente realista de la Medellín de finales de los años noventa, escandalizó al pacato Santamaría quien alcanzó a tener un rifi-rafe con Vallejo a través de la emisora la F.M, que en ese momento era dirigida por Julio Sánchez Cristo. Las ventas de los libros de Vallejo se dispararon y su libro, El desbarrancadero, fue un suceso editorial.


Atraído por la imagen del maldito inveterado el cineasta caleño Luis Ospina, perteneciente a la generación del Caliwood, compuesta por Carlos Mayolo, la “Rata” Carvajal, Sandro Romero Pereiro y Oscar Campo, se interesó por Vallejo. Al haber realizado la película sobre La virgen de los sicarios, Barbet ya no tenía interés de hacer el documental que lo retomó Luis Ospina. Le puso el nombre de La desazón suprema, basado en un verso de Barba Jacob y, a dos décadas de su estreno, sigue teniendo un valor único. Muestra al Vallejo fuera del personaje, el hombre que vivía cómodamente en su apartamento de la colonia Condessa en México, al lado del hombre que amó, viendo televisión, contestando mails o paseando alguno de sus perros.


Para suerte nuestra el documental se consigue fácilmente en youtube. Acá está completo para descubrir a una de las personalidades más fascinantes de nuestra cultura.



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