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Fuego Amigo

Por: Laura Bonilla



La competencia dentro de un gobierno no es un tema nuevo ni necesariamente malo. Sin embargo, como demuestra la teoría del equilibrio de Nash, poner a competir a ministerios para que el más fuerte – y en este caso, el más cercano al presidente – sobreviva, es una muy mala idea. Lo que ha terminado sucediendo es que se promueva el fuego amigo, o el auto-sabotaje dentro del propio gobierno.


Un ejemplo práctico es la disputa natural entre el Ministerio de Minas y el Ministerio de Ambiente, o entre este último y el Ministerio de Agricultura. Mientras Ambiente busca reducir las emisiones, Minas y Energía trata de mantener la seguridad energética, y Agricultura busca tierras para la reforma agraria. Cada uno intentará anular las metas del otro que sean contradictorias con su propia misión. En este sentido, ninguno logrará resultados positivos y, por ende, el gobierno tampoco. La teoría de que la competencia interna promueve una buena ejecución es inválida en un gobierno donde todos dependen de todos.


Lo que tenemos es fuego amigo. Hay varios grupos dentro del gobierno incapaces de cooperar entre sí. Los más cercanos al presidente procuran controlar la comunicación, mientras los demás hacen lo posible por ser vistos. El ambiente de nerviosismo, debido a la incertidumbre sobre la duración de los cargos, dificulta la planificación a largo plazo y fomenta los egos, las roscas y la desconfianza.


Lo más grave es que mientras los grupos cercanos al presidente se disputan su lealtad, los operadores políticos dentro del gobierno actúan sin supervisión pública. ¿Alguien se ha preguntado por el Ministerio de Deporte, con una pésima ejecución y gestión?

Cuando surgen preguntas complejas en una situación así, lo más fácil es culpar a la "cabeza". El típico “le quedó grande” de la jerga política colombiana termina imponiéndose. En la implementación del Acuerdo de Paz del 2016, se ha acusado a los líderes de las entidades de no haber seguido la ruta trazada. Incluso, se prometió una cabeza de "alto nivel", como si eso fuera a destrabar un acuerdo impráctico. No. Hoy en día, por muchas razones, el acuerdo del 2016 es imposible de implementar tal como fue concebido. Ni el mayor de los genios lo lograría. Requiere reformas, racionalización de proyectos y una fuerte estrategia de recuperación del control territorial por parte del Estado.


En la Política Pública de Derechos Humanos, inexistente hoy, ocurre una situación similar. Para prevenir una violación de DDHH advertida, deben intervenir al menos 16 instancias de distintos niveles. Seguimos en el absurdo, ya que al final solo obtenemos un documento lleno de recomendaciones y advertencias para que "las entidades encargadas" solucionen. Cosa que no ocurre.


El reto de Juan Fernando Cristo, el nuevo ministro del interior no es menor. Gran parte de su tarea, incluida la de lograr una base de acuerdo nacional, depende de la cooperación y no de la confrontación. Su rol no será solo sentar a distintos sectores de la sociedad a cooperar, sino también a los sectores del propio gobierno que no confían entre sí. En resumen, le corresponde apagar el fuego amigo.

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