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Fútbol: más que un deporte, una opción para sobrevivir

Por: Isabela Puyana


Foto Luis Bernardo Cano


Antes de jugar contra Argentina en la final por la Copa América, las palabras de Juan Fernando Quintero para una rueda de prensa fueron: “perdón por ser tan reiterativo y hablar sobre mi familia todo el día, pero yo soy el reflejo de lo que es Colombia también, porque sufrí de niño la desaparición de mi padre, pero tuve una madre ahí que siempre estuvo firme”.


Quintero insistía frente a cientos de periodistas que era un colombiano más emocionado por estar en la final, no sólo por el significado de un triunfo deportivo, sino porque él como individuo no es ajeno a lo que pasa en la realidad colombiana y porque sabe que el Fútbol es también “una luz de esperanza para muchos niños y niñas¨, personas que en algún momento, como él, su única salida estuvo representada en el deporte.



Hoy, seis de los principales jugadores que hacen parte de la Selección Colombia, Davinson Sánchez, Carlos Cuesta, Daniel Muñoz, Luis Sinisterra, Jhon Córdoba y Miguel Ángel Borja. 3 son defensa y 3 son delanteros, nacieron y crecieron en municipios excluidos.


Según la Revista Cambio, los jugadores pertenecen a municipios PDET, Programas de Enfoque Territorial, es decir, municipios considerados como los más afectados por la violencia, hambre y pobreza y tienen prioridad para lograr un desarrollo rural desde la firma del Acuerdo de Paz.


Caloto y Santander de Quilichao, en el Cauca, damnificado por violencias y exclusiones que se repiten. Según datos de INDEPAZ, una de cada cuatro masacres que se presentan en el Cauca ocurren en ese municipio y tiene la tasa de homicidios más alta, incluyendo las grandes ciudades de Colombia; Itsmina y Condoto en Chocó, un municipio sometido al olvido, salvo el de los ejércitos ilegales y mafias que atacan a la sociedad civil, en especial a jóvenes de barrios populares; Amalfi, un municipio aún sometido por carteles, y Tierraalta en Córdoba donde las luchas campesinas y el terror paramilitar no acaban.




La vida de muchas de las estrellas del fútbol no se separa de aquello que los jugadores experimentaron fuera de las canchas. El fútbol en Colombia es tal vez el reflejo de los lugares donde nacieron. Como lo dijo el escritor y creador del género de la novela histórica Walter Scott : “la vida en sí misma no es más que un partido de fútbol”, así, las grandes hazañas que como espectadores hemos presenciado en nuestras pantallas, muchas veces han resultado ser la única opción para que un jugador haya salido de la marginalidad.  

 

La Revista Shock en el 2014 publicó el reportaje Urabá: la reserva natural más grande de futbolistas en Colombia en el que cuenta cómo niños de las zonas más remotas llegan a ser jugadores de la selección Colombia: “Es tanta la demanda de futbolistas de esta región de indígenas, mulatos, zambos y mestizos, que en los últimos tres mundiales a los que Colombia acudió, Urabá, con cerca de 600.000 habitantes, tuvo más representantes que Bogotá, con casi 9 millones”. Afirma el periodista Juan Diego Restrepo.

 


Foto: Luis Bernardo Cano.  


“El joven futbolista que vimos cavar en la playa de Turbo, el alumno de un profesor que corta plátanos en la vereda Guapa de Chigorodó y el niño que le ayuda a su abuela a coger gallinas en Necoclí. Todos en su infancia se entrenaron sin pretenderlo para el fútbol”.

 

Restrepo identifica cómo en Urabá y municipios aledaños, muchos futbolistas, por cultura y formación tienen habilidades que se exaltan a la vista, pero, no por esto se garantiza su profesionalismo. 

 

Este es uno de los mayores retos para aquellos que en medio de la escasez logran superar el largo camino para alcanzar el profesionalismo. En medio de este proceso existen personas claves para guiarlos: sus entrenadores. Ellos deciden dedicar su vida a los niños, en muchas ocasiones sin ningún pago fijo, cuando como acompañantes de los jugadores nunca tendrán la suerte de ser reclutados.

 

“La función de estos entrenadores en la sociedad es más importante que fabricar súper-campeones: gracias a ellos muchos niños y jóvenes reducen las posibilidades de ser reclutados por cualquier guerra, por la delincuencia o las drogas”.  escribe Juan Diego Restrepo.

 

Aún con personas que dedican sus esfuerzos en los escenarios más complejos, para entregar su vida a la formación de las próximas estrellas que representarán esa luz de esperanza de la que hablaba Juan Fernando Quintero, existe aún un vacío por parte del Estado que reconozca escuelas y formadores de jóvenes en las zonas más excluidas. Un proyecto para apoyar a jóvenes, niños y niñas desde el inicio de su carrera, donde se sabe que el fútbol es muchas veces la única opción para sobrevivir. 

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