Por: Redacción Pares

Fuertes críticas ha recibido el alcalde de Bogotá, Carlos Fernando Galán, con su propuesta de crear los Guardianes del Orden, una estrategia para recuperar la seguridad en la capital por medio de gente del común que prestarán servicios de vigilancia. Aunque estos civiles -ex policias y ex militares, gente con experiencia en manejo de conflictos- que ayudarán a coordinar y observar los problemas urbanos como calles oscuras o basura acumulada que propicia situaciones de inseguridad, no estarán armados, si se le ha recordado a Galán experiencias nefastas del pasado cuando se involucran civiles en labores de seguridad. Lo que más llama la atención es lo poca elaborada que está la propuesta ya que esta presenta lagunas que no ayudan a especificar sus funciones.
El distrito va a crear curriculums para formar a estos guardianes. Esta es una respuesta a los niveles de violencia de una ciudad en caos. Entre enero y febrero 175 personas han sido asesinadas en la capital. Los medios de comunicación le han preguntado a la alcaldía si estas funciones de los Guardianes del orden no son las mismas que podría cumplir un inspector de policía. La respuesta es que hay pocos policías para que ayudan a cubrir las necesidades que exige una ciudad con las complejidades como Bogotá. Los Guardianes del orden estarían, a diferencia de los inspectores de policía, en el minuto a minuto en las calles, observando y ayudando a imponer el orden.
Los Guardianes arrancarán sus labores en mayo, una fecha que está ya muy encima y no daría demasiado tiempo de preparación que es lo que se pretende. Se especializará en atender conflictos menores para liberar a la policía. Si la historia está ahí es para volver a ella cada vez que se puede. Y la historia de este país ha enseñado que no hay nada peor que darle roles que son exclusivos de la fuerza pública a los civiles. En 1994, mediante la ley 356, el entonces presidente César Gaviria y su ministro de defensa Rafael Pardo establecieron condiciones para regular nuevos “servicios especiales de seguridad privada”. Las FARC vivían un momento de expansión y Gaviria necesitaba recuperar lealtades dentro de los civiles en las poblaciones afectadas por el conflicto. El 27 de abril de 1995 se les dio el nombre por el que se harían tristemente célebres: CONVIVIR.
En Antioquia el entonces gobernador Alvaro Uribe Vélez usó estas cooperativas para combatir a las guerrillas. Nada pudo evitar que su poder se desbordara. Detrás de las CONVIVIR hay historias de masacres como la que sucedió en el Aro y la Granja. Fue apagar un incendio con gasolina. Si, los Guardianes del orden no estarán armados y sus labores se centrarán en resolver disputas vecinales, conflictos por ruido y problemas generados por el mal uso del espacio público, pero hay antecedentes de que estas fuerzas terminan desbocándose. Sumado a esto se dio vía libre a un debate en la Cámara de Representantes que busca flexibilizar el porte de armas entre civiles. Otra vez el populismo de la derecha promete soluciones inmediatas sin tener ni idea de cómo se apaga un incendio.