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Hay poderosos que están temblando: las verdades que contarían Carlos Lehder, Fabio Ochoa y Mancuso

 Por: Redacción Pares




Hace una semana Carlos Lehder Rivas llegó al Dorado de Bogotá. Venía con un traje azul impecable, algo que contrastaba con el desaliño con el que Colombia lo había visto hace casi cuarenta años, cuando después de una fiesta demencial en una de sus fincas, fue entregado por sus propios socios al gobierno Barco quien inmediatamente hizo uso de la extradición para enviarlo a los Estados Unidos. Hace un año salió libre e hizo uso de su doble nacionalidad para irse a Alemania, la tierra de su papá. Pero regresó. El país se quedó aterrado cuando volvió a verlo. Era un hombre razonablemente bien conservado a sus 76 años a pesar de la vida que ha tenido. Duró encerrado casi cuatro décadas en condiciones infames. Regresaba al país más que por un cuento de nostalgia, por la necesidad de contar verdades. Seguramente lo hará. La Posada Alemana, la construcción que se encuentra justo en la bajada a Salento, en plena vía del Café, será próximamente un parque temático. En el video que se difundió, en donde el ex capo del Cartel de Medellín se comía una bandeja paisa y recordaba los sabores de su tierra, dice una frase clave: él le pide a los colombianos perdón. Para recibirlo deberá contar sus verdades.

 

Esto está en consonancia con lo que quiere la ministra de justicia, Angela María Buitrago Sería importante evaluar si dentro de la información que tiene Lehder se encuentran elementos que permitan reconstruir episodios clave de la historia del narcotráfico en Colombia, en particular aquellos hechos que han sido objeto de investigaciones y procesos judiciales”.

 

Uno de estos hechos tendría que ver con la creación del MAS. Según la historia oficial el grupo Muerte a Secuestradores, que termina convirtiéndose en la semilla con la que crecería el paramilitarismo en Colombia, arrancó por una retaliación de la familia Ochoa, perteneciente al Cartel de Medellín, por el secuestro de una de sus hermanas, Martha Nieves. El M-19 y las guerrillas en Colombia, a comienzos de los años ochenta, empezaron a secuestrar indiscriminadamente a ricos en el país sin importar que algunos de estos fueran criminales inescrupulosos como los narcos. Lehder habría sido quien instigó y financió este movimiento. En su agenda deben estar los nombres de miembros de la fuerza pública que ayudaron a posicionar este grupo armado ilegal.

 

El 23 de diciembre del 2024 regresó al país Fabio Ochoa, el menor de los hermanos que se convirtieron en los socios principales de Pablo Escobar. Ochoa, después de la disolución del Cartel de Medellín hizo vida en México y se convirtió en uno de los capos más duros en ese país. Su testimonio también sería clave para establecer la creación de grupos paramilitares y, como un dato no menor, hay que recordar que el papá de este narco, Don Fabio Ochoa Restrepo, reconocido caballista de Medellín, era muy cercano de un personaje que sigue siendo un misterio, don Alberto Uribe Sierra, padre del ex presidente Alvaro Uribe Vélez.

 

El momento cumbre de Salvatore Mancuso fue en el 2004. Ese año no sólo las puertas del Congreso se abrieron de par en par para él, sino que sus fichas políticas le despejaban la pista para transformar a las AUC en un grupo político. Estaba cerca de legalizar las tierras que había despojado, de enterrar las cerca de 500 muertes que había ordenado. Se sentía en la cima del mundo. A los periodistas que iban a visitar en su finca en Córdoba les mostraba, desde un tercer piso, el horizonte de su hacienda que no tenía fin. Se sentía una especie de libertador. Todo estaba encubierto y justificado por su lucha antisubversiva. Pero Estados Unidos decidió otra cosa, deshizo los acuerdos a los que había llegado con Uribe quien, según el comandante paramilitar, lo terminó traicionando y mandándolo a una cárcel en Estados Unidos en el 2008. Fue condenado a 14 años de cárcel.

 

Desde el mismo momento que pisó Estados Unidos Mancuso habló contra Uribe. En una entrevista a la revista Cambio, que en ese momento era dirigida por el desaparecido Rodrigo Pardo, el comandante paramilitar afirmó que el entonces presidente “Había extraditado la verdad”.

 

Mancuso, en las sesiones de Justicia y Paz,  tenía un mapa en donde iba señalando los lugares en donde los paras enterraban a los desaparecidos, los hornos crematorios en Juan Frío, Norte de Santander. Además, estaba abierto para comprometer a los políticos de la región a los que ellos ayudaron, a militares con los que trabajaron en conjunto. Una vez empezó a hacer estas confesiones llovieron amenazas contra su familia y vino después la extradición. El argumento de Uribe para hacer esta movida fue afirmar que los comandantes paramilitares siguieron delinquiendo, algo que fue desmentido por quien era fiscal en ese momento, Mario Iguarán, quien jamás encontró pruebas sobre esto.

 

Ante estas verdades que empezaba a confesar Mancuso José Obdulio Gaviria, quien había convertido su columna en El Tiempo en una verdadera trinchera, descalificando a todo el que no estuviera alineado con la Seguridad Democrática, escribió esto contra Mancuso y sus declaraciones: “Es el caso de Mancuso, mendaz de profesión, quien imparte absoluciones y condenas desde su prisión gringa, de acuerdo con los gustos o necesidades del contertulio de turno, sea el fiscal, activista u oenegero [de una organización no gubernamental], o del interés político del director del medio de comunicación que lo entreviste”.

 

Desde entonces Mancuso ha querido contar su verdad. Ante la JEP ha dicho verdades que han puesto a temblar a más de un poderoso en el país. El año pasado afirmó conocer de un plan del DAS -desaparecido después de los escándalos de las chuzadas en la era Uribe y de los líos judiciales de su ex director, Jorge Noguera, condenado, entre otras cosas, por el asesinato del profesor universitario Jorge Correa de Andreis- tenía un plan para asesinar al entonces senador Gustavo Petro. La idea de asesinar a Petro se la había dado José Miguel Narvaez, el jefe de inteligencia de esa institución quien daba clases de antiinsurgencia a los propios paramilitares y le llevaba listas a Castaño y Mancuso para asesinar colombianos que, según este fundamentalista, eran colaboradores de la guerrilla. En ese listado estuvo alguna vez Jaime Garzón.

 

Mancuso recibió plena colaboración de ganaderos, comerciantes y políticos de Córdoba. Su primer matrimonio fue con Martha Dereix, perteneciente a una de las familias de inmigrantes franceses más prósperas de Montería. Era un niño bien. Estudió en la Javeriana y después en Estados Unidos. Los secuestros de familiares y amigos por parte de las guerrillas fue la excusa que estaba buscando para su cruzada antinsurgente que le permitió acumular fama y fortuna. Y también muertes. Las masacres del Salado en los Montes de María, la de La Gabarra en el Catatumbo, en donde los paras jugaron fútbol con las cabezas de sus víctimas, en donde se desmembraba a punta de motosierra y se mataba a batazos, muestran la radiografía de un sicópata.

 

Mancuso ya dio su testimonio en el juicio de Uribe y volvió a repetir lo que ha dicho en más de una ocasión, que sin la ayuda de los paramilitares la Seguridad Democrática no se hubiera podido consolidar. A 4 de abril del 2025 Mancuso aún tiene que contar buena parte de la verdad que necesita conocer el país.

 

 

 

 

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