Hitler, rock and roll y cocaína: las pasiones de Carlos Lehder en sus años de esplendor
- Iván Gallo - Editor de Contenidos
- 31 mar
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Actualizado: 4 abr
Por: Iván Gallo - Editor de Contenidos

Lo primero que se veía al entrar a la Posada Alemana, la inmensa propiedad que tenía Carlos Lehder en la entrada de la bajada donde empieza Salento, era un John Lennon hecho por el maestro Rodrigo Arenas Betancur. Cuando vino la debacle y Lehder, traicionado por su socio Pablo Escobar, fue entregado a las autoridades colombianas y después extraditado a los Estados Unidos, el John Lennon desapareció. Luego se ha presentado en varias exposiciones pero se sigue dudando de su autenticidad. Lennon era uno de los ídolos de un muchacho que se formó en los Estados Unidos y que a diferencia del resto de integrantes del Cartel de Medellín tenía algo parecido a lo que llaman “inquietudes intelectuales”.
Una de las características que ha hecho a Lehder una figura tan atractiva es el misterio que lo rodea. Se dice que a Pablo Escobar terminaron hartándolo sus excesos. El jefe del cartel de Medellín acostumbraba a vivir sus parrandas bajo la tranquilidad de un porro y esporádicamente se tomaba una Heineken, su cerveza favorita. Pero jamás adoptó la fiesta de un Tony Montana, encerrado frente a una montaña de cocaína. Lehder si. Si bien jamás se declaró bisexual si existían quejas -en un mundo tan machista como el del narcotráfico- de su supuesta afición por los escoltas jóvenes. Eso, en los años ochenta, era una excentricidad.
Se han dicho varias mentiras sobre Lehder. Es verdad que sentía admiración por Hitler y el nazismo. Se deslumbraba al ver una esvástica y se sentía orgulloso de su sangre alemana. Pero es inexacto decir, como he visto en varios reportajes, que el padre de Lehder haya pertenecido al nacionalsocialismo. Wilhem Lehder era un ingeniero alemán que llegó al Quindío en 1920. En ese momento Hitler era un cabo de apariencia triste, casi que miserable, que intentaba organizar un partido a partir de unos veteranos de la Gran Guerra resentidos y despechados por la derrota alemana y por el Tratado de Versalles que le imponía a Alemania unos castigos que estuvieron a punto de aniquilarla. Se casó con una muchacha quindiana llamada Helena Rivas y se metió en el negocio de la construcción donde hizo fortuna. Lehder, cuando se convirtió al narcotráfico, lo hizo más por ambiciones de poder que por aspiraciones económicas, ya lo tenía todo.
De joven pasó buena parte de su vida en los Estados Unidos. Sus papás se divorciaron y don Wilhem decidió enviarlo a internados en ese país que realmente odiaba. Sólo en las entrañas de Norteamerica ideó un plan para acabar con ese país: inundarlo de droga. Lehder, antes de que la cocaína le nublara el cerebro, era un genio en eso del narcotráfico. Vislumbró cual era la manera de hacerlo. A mediados de 1978 compró la mitad de un islote llamado Cayo Norman, en las Bahamas, muy cerca de las costas de la Florida. Si los aviones volaban bajito no podían ser rastreados por los radares de las autoridades norteamericanas. Así que los aviones arrojaban los paquetes llenos de droga y abajo lo recogían busos expertos que las ponían en lanchas rápidas y así las ingresaban a las costas norteamericanas. Empezaba el boom del narcotráfico.
Pero para Lehder la coca era el medio por el que pretendía conseguir un fin: el poder político. Creó en 1982 un movimiento llamado Movimiento Latino y Nacional que incluso en 1984 consiguió arañar tres escaños en el congreso y fundó el periódico Quindio Libre. En una de sus delirantes entrevistas Lehder afirma que la cocaína será una especie de bomba atómica que derribará a los Estados Unidos y restituiría la dignidad de los pueblos del tercer mundo oprimidos por su imperio.
En 1987 todo terminó cuando fue sorprendido por las autoridades en una fiesta descomunal en una de sus fincas. La llamada salió del teléfono satelital de Pablo Escobar quien se vengaba de Lehder y sus desafueros, en uno de sus viajes con cocaína asesinó en la Hacienda Nápoles a uno de sus guardaespaldas por celos con una mujer. Supimos que se fue a vivir a Alemania cuando quedó libre pero no habíamos tenido imágenes de él por décadas hasta que lo vimos llegar al Dorado de Bogotá a donde deberá responder por crímenes cometidos en este país. Lehder representa uno de los capítulos más oscuros de nuestra ya bastante maltratada historia.
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