Por: Redacción Pares
Foto tomada de: Infobae
Sobre las once de la noche del 13 de noviembre de 1985 todos los malos augurios que habían sobre Armero se hicieron realidad. El alcalde de esa ciudad, Ramón Rodríguez, venía advirtiéndole al gobierno nacional sobre la amenaza que se cernía sobre ellos. La erupción del volcán nevado del Ruiz era inminente. Había un informe que predecía este hecho. Lo había escrito el coronel Joaquín Acosta en 1842 y se había publicado en la Academia de Paris. Por la periodicidad mostrada por el volcán se podía saber a ciencia cierta el momento en el que volvería a despertar. Con las pruebas en la mano viajó a Ibagué se reunió con quien era en ese momento el gobernador del Tolima, Eduardo García Alzate, pero nadie le hizo caso. En la noche previa a la avalancha ya Armero estaba inundado. Tuvieron tiempo incluso de sacar a la gente del lugar. Pero no. A nadie le importó.
La tragedia de Armero no acabó con los 22 mil habitantes que fueron borrados del mapa. Para los sobrevivientes empezaron otras luchas, como recuperar a los niños que se robaron, reubicarse, mantener el arraigo y la memoria. Por eso es tan importante el esfuerzo que ha realizado en todos estos años Francisco González, director de la fundación Armando Armero, adalid de la búsqueda de los niños que fueron robados ese día y que hoy son hombres que viven en diferentes partes del mundo sin saber la verdad de su origen. Pero, sobre todo, él es un constructor de memoria. En su cuenta de Facebook publicó estas imágenes, hechas el 14 de noviembre, grabadas en una cámara de 16 milímetros, un formato que le da poesía a cualquier hecho, hasta a este, que enmarca una de las peores tragedias que ha sufrido la humanidad.
Una poesía que da miedo y tristeza, que impresiona. Lo que sucedió con Armero no fue sólo un desastre natural, fue un error que se pudo evitar. Las 22 mil vidas perdidas, el pueblo destruido, es el símbolo de la corrupción y desidia de nuestros dirigentes.
Estas imágenes tienen el poder de hablar por sí mismas:
Comments