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Inmediatismo sin rumbo

Por: Lizbeth Guerrero Cuan

Analista política con perspectiva de género



A un mes y medio de las elecciones, la campaña por la Alcaldía de Bogotá se siente en un punto álgido. En las conversaciones cotidianas empieza a aparecer con más frecuencia la pregunta por la intención de voto, al tiempo que los candidatos, de forma más constante, aparecen en medios de comunicación y asisten a debates. También se han empezado a publicar los resultados de las encuestas, y con ellos los nombres de quienes posiblemente llegarían a la segunda vuelta, y de quién podría resultar victorioso. Fiel al intento de votar informada, he visto tres de los debates que convocan a los candidatos a la Alcaldía de Bogotá, y a pesar de que allí pueda encontrar argumentos para inclinarme a favor de uno u otro, escucharlos me deja un sinsabor. Si bien sus respuestas permiten conocer las medidas que tomarían en el corto plazo sobre asuntos específicos, me ha resultado imposible hacerme una imagen de cuál es el futuro, el camino para el largo plazo, que propone cada uno.


No hay casi ninguna discusión cuando se afirma que los dos problemas urgentes de Bogotá son la movilidad y la seguridad. Estos asuntos son la punta del iceberg, los problemas que casi cualquiera que viva en Bogotá puede observar y experimentar cuando sale a la calle. Tal vez a consecuencia de esto, quienes conducen los debates electorales se concentran en hacer preguntas como: corredor verde por la séptima, ¿sí o no?; pico y placa para motos, ¿sí o no?; ¿qué estrategias usar para reducir el delito? Y, ni animados por estas preguntas, ni a motu proprio, los candidatos presentan propuestas sobre su modelo de ciudad. Un modelo que, más allá de lo urgente, analice las causas de estos problemas, considere la relación entre unos problemas y otros, y plantee soluciones sostenibles, cuyos efectos secundarios no terminen siendo peores que los desafíos iniciales.


Aunque es válido y crucial plantear soluciones a los problemas más apremiantes, es ingenuo suponer que temas tan delicados como la seguridad o la movilidad encontrarán un alivio muy significativo en el corto plazo. Y, en ese sentido, conviene mirar algunos aspectos que se esconden detrás de estas urgencias. Por ejemplo, ¿cuál es la postura de los candidatos frente al crecimiento de la ciudad?, es bien sabido que la movilidad mejora no solo por tener más medios de transporte y que el uso del transporte público es mayor en las ciudades concentradas, si se las compara con aquellas que son dispersas. ¿Cómo analizan los candidatos la relación entre el aumento de la inseguridad y otros asuntos clave como el desempleo o los problemas en la administración de justicia?, ¿qué piensan del crecimiento del crimen organizado que impacta no solo a Colombia sino a América Latina?


Durante los debates, dos asuntos llamaron mi atención. Uno, los comentarios reiterados por parte de distintos usuarios que clamaban un Bukele para la ciudad. Esto evidencia la súplica de la ciudadanía por erradicar, de forma contundente, el creciente fenómeno de inseguridad que aqueja a Bogotá. En este contexto, las recetas y fórmulas mágicas están a la orden del día. Pero las soluciones que responden al inmediatismo y a la eficacia como únicos criterios para resolver problemas públicos conllevan enormes riesgos. Para no caer en ellos, conviene mirar en perspectiva y, aunque sea menos vitoreado, analizar la seguridad como un problema complejo, solo de esta forma se puede alcanzar un sano equilibrio entre brindar soluciones visibles y ágiles, y sentar las bases necesarias para disminuir los incentivos para delinquir.



Dos, escuchar los comentarios negativos de los candidatos sobre la ciudad que buscan gobernar. Pareciera que los votos se obtienen más fácil usando adjetivos como terrible, nefasta, atrasadísima. Y es que el inmediatismo y la carrera electoral ponen en la sombra los avances que, aunque puedan ser valorados como pocos, existen. En un debate organizado por la Universidad Nacional, cuando se les preguntó a los candidatos por sus propuestas en materia de equidad de género, ninguno mencionó las manzanas de cuidado. Este es un proyecto bandera de la administración actual y con avances importantes en el reconocimiento del trabajo de mujeres cuidadoras, que debería estar en el centro de las propuestas sobre equidad de género en Bogotá.


Sin un modelo de ciudad, quien gane en octubre podrá seguramente tomar medidas sobre algunos problemas en nuestra vida cotidiana, pero perdemos de vista el pasado que arroja luz sobre las causas de nuestras actuales dificultades, las soluciones previamente ensayadas pero fallidas y los logros alcanzados que vale la pena profundizar y sostener. También perdemos la capacidad de establecer un punto de referencia hacia el cual dirigirnos, una esperanza sobre aquello que la ciudad podría ofrecernos en el futuro y la oportunidad de que esta nueva administración nos encamine hacia algún lugar y no solo dé pasos a la deriva. Además, sin un modelo de ciudad corremos el riesgo de abrir la puerta a soluciones simplistas que, como hemos visto, suelen desembocar en consecuencias adversas. Tal vez a un mes y medio de las elecciones sea muy optimista pensar en votar por quien presente un modelo de ciudad, pero el primero de enero de 2024 es deseable saber hacia dónde vamos.


 

*Las opiniones expresadas en esta publicación son de exclusiva responsabilidad de la persona que ha sido autora y no necesariamente representan la posición de la Fundación Paz & Reconciliación al respecto.


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