Por: Redacción Pares
Foto tomada de: Radio Nacional de Colombia
En el año 2019 las calles de Santiago de Chille estallaron con la misma ferocidad que en 1973. Esta vez no fueron el poder de los cañones, de los bombarderos que caían sobre la casa de la Moneda y que obligaron al suicidio al presidente legítimamente elegido como fue Salvador Allende, no, esta vez fue el pueblo. Todo arrancó con la subida del boleto del metro y terminaron en una especie de revolución en donde se pedía por un modelo económico más justo y derechos sociales. El estallido disparó la popularidad del joven diputado Gabriel Boric, quien arrancó en política siendo líder estudiantil y que durante las manifestaciones del 2019 lo catapultó. Lo que la gente soñaba, y se lo pedía, era derrumbar la vieja constitución impuesta por el sátrapa Augusto Pinochet.
El 16 de diciembre del 2023 Chile completó cuatro años intentando tumbar esa constitución. En ese segundo plebiscito la gente le decía otra vez que no a la propuesta de Boric. El No sacó 55% de la votación. Y era extraño. La gente estaba de acuerdo en afirmar que la Carta Magna, creada en 1980 por el dictador, estaba viciada de ser ilegítima. Sin embargo esta Constitución ha sufrido dos reformas importantes, la de 1989 y el 2005.
En 1988 la dictadura de Pinochet leyó mal la calle y aceptaron la propuesta de medirse en un plebiscito en donde el pueblo decidiría si Pinochet seguía en el cargo o no. El Estado activó todo el aparataje para garantizar que ganarían sin problemas. Pero no fue así. El No ganó por el 54,7%. Se iba la vota militar. Un año después se intervino la constitución. Se tumbaba la norma que establecía un pluralismo político limitado. Una medida que prohibía, por ejemplo, las actividades del partido comunista. En el 2005 el entonces presidente Ricardo Lagos presentó la reforma que acabó con la figura de los senadores designados, que era elegidos por instituciones como las fuerzas armadas o la Corte Suprema. Este punto convertía a la Constitución en un arma contra la democracia.
Pero la gente quería más. Ésta constitución fue redactada por cuatro generales y no por un pueblo que quería cambios para que la salud, la educación, todos los cambios sociales, fueran de la gente. Pinochet fue el gran privatizador de Chile. La venta de empresas estatales fue la punta de lanza por la que se estableció lo que se conocería como El milagro económica de Chile, una ilusión que condenó a que la brecha entre pobres y ricos se ahondaran aún más en ese país. Es que ya ni siquiera la luz y el agua que reciben los chilenos, les pertenecía a ellos. Esta Constitución ni siquiera tiene en cuenta a los pueblos originarios, en donde no los nombra por ninguna parte.
Pero en el 2022 se lanzó la primera propuesta constitucional de Boric en donde establecía que el agua le pertenecía enteramente a los chilenos que era un bien nacional de uso público e inagotable, y además reconocía a pueblos milenarios como las mapuches, pero la gente dijo no. Y dijo no en un 62%. Estaban de acuerdo con que se hicieran los cambios pero se instaló en la calle eso de que a Boric se le había ido la mano y que lo que quería era “refundar” la patria.
Boric se desgastó en dos reformas constitucionales fallidas que además eran necesarias por el origen sangriento de la carta magna de 1980, redactada por dos generales. Boric tiene un 65% de desaprobación en este momento, algo parecida a la que tiene Gustavo Petro.
Insuflado por el pueblo que lo sigue queriendo en el sector de Puerto Resistencia en Cali, Petro anunció que si era posible hacer una nueva constituyente para que pasen sus reformas que se empantanaron en el Congreso, quiere que sea la gente la que empuje, la que escoja. Para eso necesita 13.500.000 votos. Petro llegó a la presidencia con poco más de 11 millones de votos pero en 18 meses de gestión su popularidad ha caído, como se nota cada vez que hace sus convocatorias en la calle.
Nadie, ni sus más fieles seguidores, le aconsejan a Petro meterse en este berenjenal. En Colombia presidentes como Uribe, que tenían el 70% de popularidad en su momento, fracasó en un referéndum en el 2003, Juan Manuel Santos también naufragó con su plebiscito por la paz. En este panorama nadie quiere un desgaste de este tipo. En la entrevista que le dio a Andrés Mompotes, director de El Tiempo, se nota que el presidente se lo ha pensado mejor. El fracaso chileno es un espejo en el que él tiene que verse.
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