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José Félix Lafaurie y León Valencia se sentaron en una mesa a hablar de tierras

Por: Iván Gallo





Es extraño cuando el director de Fedegan, alguien al que representa a los que concentran la tierra en el país, pueda coincidir públicamente con León Valencia, un hombre de izquierda que se ha pasado buena parte de su vida intentando analizar las razones por las que la brecha entre ricos y pobres se ahonda cada vez más en Colombia.


Los unió el lanzamiento de un libro, Los fracasos de la reforma agraria, tierras nuevas, trucos viejos, escrito por el ex director de la ANT Gerardo Vega. El lugar fue la Universidad Católica. Sobre las seis y media de la tarde, ante un escenario atestado, ambos hombres se ubicaron al extremo de una mesa en la que estaba Marta Ruíz, reconocida periodista, como moderadora y el propio Vega, autor del libro, en la mitad. Tanto Lafaurie como León Valencia son hombres afables. Tienen la suficiente experiencia como para saber que, pase lo que pase, y sin importar lo que se piense, un saludo caluroso no se le niega a nadie. Pero, acaso por el calor que se sentía a esa hora en el auditorio de la Universidad Católica, por la cantidad de gente que llegó y entre los que se contaban a Pastor Alape, Julián Gallo, el ex alto comisionado de paz Danilo Rueda, el ex congresista Antonio Sanguino y miembros de la sociedad civil, no vi a José Félix y a León saludándose con efusión. El ambiente fue de fría cordialidad. Incluso el primero que decidió marcar territorio fue Lafaurie.


Jugando de visitante, rodeado de ex militantes de causas completamente contrarias a su ideología, citó una frase de Deng Xiaoping, dicha en 1978, cuando el dragón chino empezaba a despertarse, a transformarse, a abrirse a empresas privadas: “No importa si el gato es negro o blanco, mientras pueda cazar ratones es un buen gato”. Esto al parecer resume el papel que tuvo Lafaurie durante el paso de Gerardo Vega en la ANT. Contrario a lo que esperaba, el presidente de los ganaderos siempre se encontró abierto a la posibilidad de que el gobierno Petro comprara, al menos, 3 millones de hectáreas de tierra. Estaban los recursos, y la disposición. Lo que nadie tuvo en cuenta, ni creía, era que la telaraña burocrática terminara interponiéndose. A Lafaurie le parecía que, sin importar el color ideológico de Petro, podría resolver un problema que también afectaba a los que tenían la tierra.


León Valencia ripostó. Recordó que el gran problema del país y la raíz del conflicto es la concentración de la tierra. Los datos los ha dado Oxfam desde el 2018 con datos del Censo Nacional Agropecuario indica que Colombia es el país de América Latina con mayor concentración: 1% de las fincas de mayor tamaño acapara el 81% de la tierra; el 19% de la tierra restante se reparte entre el 99% de las fincas. El 0.1% de las fincas de más de 2000 hectáreas ocupa el 60% de toda la tierra. Para respaldar los reparos de Valencia basta con ver un Estudio del IGAC del año 2016 que arrojó un resultado que refleja la inequidad en la distribución de la tierra. El territorio nacional mide 114 millones de hectáreas. 54% es de propietarios privados existen cerca de 3,7 millones de predios rurales con una extensión de 61,3 millones de hectáreas. Dichos predios son de 3.552.881 propietarios. Según el IGAC, el 25% de esos propietarios son los dueños del 95% del territorio.


Es demasiada desigualdad. El público, aglutinado en un espacio que se quedó demasiado estrecho, veía con expectación, como si dos espadachines se entretejieran, siguiendo los códigos de la esgrima, en un combate firme y decidido. Me llamó la atención precisamente el público. He tenido que acompañar en los últimos años a amigos de izquierda que han asistido a eventos organizados por la derecha y que se muestran abiertamente hostiles contra el invitado contrario a la ideología preponderante en la sala. Acá no, el respeto y el silencio del pública ante el pensamiento de Lafaurie le permitió al ganadero decir lo que pensaba: según él las cifras no eran capaz de plasmar una realidad, la pobreza no tenía nada que ver con que el campesino no tuviera la tierra, “no hay nada más pobre que un campesino con un pedazo de tierra sin condiciones de explotarla en medio de la nada” y así evadió uno de los problemas fácticos por los que se ha originado un conflicto en Colombia: unos pocos tienen la tierra y deben darla, deben repartirla, deben empezar a vender.


En el libro de Gerardo Vega, que desde este 25 de julio estará en todas las librerías del país, se muestra la actitud que hubo de parte de ganaderos como Lafaurie y empresarios como el propio Manuel Santiago Mejía, el duro del Sindicato Antioqueño, para establecer las condiciones para que se de una Reforma Agraria, algo que se quiere dar en Colombia desde 1963 con la creación del INCORA. Vega describe esta incapacidad del Estado para poder concretar la idea de repartir la tierra como “La estupidez de lo perfecto” ya van dos años del gobierno y no ha pasado nada, precisamente porque el aparato burocrático ha paralizado las decisiones.


 Sobre las 8:00 de la noche, a pesar de que los dos esgrimistas no se querían bajar de la tarima, terminó la conversación. Nadie alzó la voz, las diferencias estaban, pero se dieron con cordialidad. Sin embargo, no vi a León y a José Félix despedirse con un abrazo. Uno puede respetar al contrincante pero siempre mantener la distancia.

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