Por: Catalina Neva - Investigadora Nacional
En la Cop 16 la Fundación Paz y reconciliación presentará oficialmente su informe sobre la situación de riesgo que viven en Colombia los líderes ambientales. La investigadora Catalina Neva creó este perfil sobre la defensora ambiental Juana Pérea quien fue asesinada en el 2020. Esta es su historia:
En la tarde del 28 de octubre de 2020, antes de salir al pueblo, Juana no imaginaba que esa noche sería asesinada. Fue arrastrada de su casa hacia una lancha, donde terminarían con su vida. En ese momento solo estaba acompañada por Foca, su perro, que había llegado tiempo atrás con su pelo liso y brillante de color café, lo que inspiraría su nombre. En ese momento, Foca se convertiría en el testigo silencioso de ese fatídico suceso.
Foca también fue testigo de los momentos más felices de Juana durante la creación de ChocóAventura, el proyecto de alojamiento y turismo en el que ella había invertido tanto esfuerzo: Juana vislumbraba en sus sueños, una cabaña a orillas de la playa del corregimiento de Termales, a cuarenta minutos en lancha de Nuquí.
En el 2016, junto a su esposo, compraron un lote y lo despejaron con machete, pala y azadón. Juana se medía a hacer todas las labores de fuerza y trabajaba sin descansar en la transformación de ese monte para que, eventualmente, fuera una cabaña desde donde se pudieran avistar las ballenas. Por eso, quienes la conocían la describían como una mujer “verraca”.
—Hasta motosierra agarraba ella. […] Se la pasaba sembrando árboles, papa, legumbres. Al comienzo durmió en carpas con los bichos y las culebras rondándole —cuenta una mujer a Vorágine (2020).
Desde su construcción hasta su funcionamiento, la cabaña fue diseñada para cohabitar armónicamente con las demás especies del ecosistema chocoano. Para las vigas, columnas y pisos, Juana utilizó maderas nativas, aprovechando especialmente la corteza del Guayabillo, un árbol de corteza lisa y resistente similar al guayabo; del Mantequillo, también conocido como ‘Rajacabezas’; del Moral y del Pantano, todas ellas adecuadas por su resistencia a las condiciones húmedas del Chocó. El uso de maderas autóctonas era para Juana una práctica consciente y responsable. En verdad se preocupó por reponer cada árbol talado, plantando ejemplares de especies en peligro de extinción debido a su explotación indiscriminada.
Por eso en la casa de Juana se encontraban plantaciones de diversas especies de árboles, como el Guayacán, además de cultivos de yuca, aguacate, maíz, chontaduro, papaya, lulo, albahaca y de otras plantas, pensadas para su alimentación como para la de las aves que llegaban en cualquier momento. En sus cultivos, Juana procuraba garantizar la inocuidad de los alimentos, evitando el uso de agroquímicos y conservantes, aprovechando de los procesos bioquímicos de la naturaleza. Así también buscaba independizarse de los alimentos provenientes del exterior y separarse de sus prácticas destructivas tanto para los sistemas biológicos como para los sociales
Los hoteleros y otros actores del sector le deben mucho a Juana por su contribución en el desarrollo turístico de la región, especialmente, por su acompañamiento a diversos proyectos emergentes y consolidados que necesitaron del profundo conocimiento en turismo sostenible de Juana. Era una persona muy inteligente y generosa, dispuesta a compartir de lo que sabía y tenía con los demás. De un espíritu incansable y perseverante, cualidades que la definían como la líder que siempre será.
—Era persistente; era imposible que no se diera las mañas para conseguir de buena forma lo que quería. No le importaba lo políticamente correcto. Seguía su corazón. Le impacientaba la quietud de quien espera que las cosas caigan del cielo —dice por teléfono su hermano, Iñaki Perea para Vorágine (2020)
Con valentía y coraje defendió hasta sus últimos días el Golfó de Tribugá, una extensa entrada de agua del departamento del Chocó en Colombia, distinguida por su centralidad para la región biogeográfica del Chocó, que abarcan también los países de Panamá, Ecuador y Perú. Lo defendía del proyecto de un puerto que, de haberse aprobado, hubiera afectado directamente 114.438 hectáreas de áreas protegidas, incluidas el Distrito Regional de Manejo Integrado Golfo de Tribugá-Cabo Corrientes y el Parque Nacional Natural Utría (Comunicado #AlertaTribugá, 2020)
Hacía parte de la alianza en contra de la construcción del Puerto a través del cual hacían comunicados y declaraciones en oposición a la construcción del Puerto. Específicamente, en una carta dirigida a la Asamblea Departamental y a la Gobernación del Chocó (2020) argumentaron que dicho Puerto sería el responsable de la pérdida de manglares, bosques, playas de anidación de tortugas y otros ecosistemas clave y de la ruptura de la conectividad del Chocó biogeográfico, uno de los hot spots de biodiversidad a nivel mundial. Además, allí decían que los ruidos y las colisiones afectarían el corredor migratorio de al menos 1.500 ballenas jorobadas que visitan la zona anualmente.
“Con el puerto, intentó hacer fuerza para evitarlo, peleaba por los animales, por las ballenas, por los que no pueden ser escuchados. Peleaba por los líderes asesinados” Alejandra Jiménez, amiga de Juana, para Vorágine (2020)
Además de la preservación de los bienes naturales marinos y costeros, su ejercicio de oposición a la construcción del Puerto contribuía a la preservación del Surf, una práctica que hace parte de la cultura de Nuquí por la particularidad de las olas del Golfo. Juana también enseñaba a practicar surf a los niños y niñas con la intención de conservar las tradiciones de dicho etnoterritorio para las futuras generaciones. Kathy Sutton, presidenta de la Liga de Surf del Chocó, le dijo a Semana Rural que “Juana era como la mamá de todos, era una luz para la comunidad de la zona […] Tenía su mano extendida para ayudar a todo el que necesitara", explica, resaltando que Juana representaba todo lo bueno que hay en esta región (Redacción Semana, 2020)
Entre sus obras más destacadas está la creación del Costurero Golfo de Tribugá, un proyecto orientado a capacitar a las mujeres de la región en el manejo de todo tipo de máquinas de coser, con el objetivo de impulsar una economía sostenible en el ámbito de la indumentaria. El proyecto comenzó con solo cinco mujeres fundadoras, quienes, en un esfuerzo por proteger la vida durante la pandemia de COVID-19, tomaron la iniciativa de confeccionar tapabocas, cerrando brechas laborales y mitigando la pobreza femenina a través de la colaboración.
Actualmente, más de cien mujeres se han unido, convirtiendo al costurero en uno de los colectivos ecológicos más importantes del Chocó. Han consolidado un amplio catálogo de productos que incluye pañales reutilizables, ropa interior para la menstruación y bolsas de tela. Además, cuentan con el apoyo de aliados públicos, como el Ministerio de Cultura, y privados, como Telas Lafayette y la corporación Somos Martina, especializada en calzones absorbentes para la menstruación.
En la tarde de su homicidio, cuando salió al pueblo, la vieron discutir con ‘El Mono’ uno de los líderes del Clan del Golfo,
—No se sabe de qué hablaron. Solo que hubo una discusión —dice el fiscal Juan Oliveros de la Dirección Especializada contra las Violaciones de Derechos Humanos a Vorágine (2020)
Sin embargo, no era la primera vez que se enfrentaba al Clan, de hecho, a comienzos de octubre había reclamado públicamente sobre los grafitis pintados en las paredes de las escuelas del municipio que hacían parte de una campaña de terror difundida por el Clan, autodenominados Autodefensas Gaitanistas de Colombia (AGC), en varios municipios de ocho departamentos del país. Juana cubrió los mensajes de las paredes que no decían más que “AGC, presente”, pero que era suficiente para amenazar a los pobladores.
A Juana nunca se le vio con miedo, ya había conocido la guerra de cerca para el año 2007, cuando llegó a Afganistán a trabajar en la base aérea más bombardeada durante la guerra contra el terrorismo (Vorágine, 2020). Fue trabajando como coordinadora de vuelos para el gobierno estadounidense que conoció al bombero Dave Foreman, quien sería su esposo y socio en el proyecto ChocóAventura. Ambos eran unas personas “todo terreno” que habían dejado sus comodidades para empezar a vivir en carpas en medio de jaguares, trigrillos, culebras y panteras en Nuquí.
Juana era de familia inmigrante, quienes exiliados de la dictadura franquista llegaron a Colombia y vivieron en el barrio la Soledad en Bogotá. Juana, colombo-española, vivió con su familia hasta los 18 años, cuando dejó todo en Bogotá para irse a Cartagena a vivir entre barcos. Luego vivió en una embarcación en Aruba, donde se hizo buzo profesional (El Tiempo, 2020). En medio de ese espíritu viajero siguió su camino hacia Noruega para aventurarse a trabajar en un reality. Durante su estadía en ese país le salió un contrato con el gobierno norteamericano en el país asiático, sin embargo, por amor al mar, se regresó a Colombia acompañada de Foreman quien se convertiría en la única presencia familiar de la lideresa ambiental hasta sus cincuenta años.
Sin embargo, durante su último tiempo de vida, Juana no contaba con Foreman en casa, ya se encontraba de nuevo en Afganistán trabajando para poder sostener el proyecto tras un recorte de recursos que estaban atravesando por la pandemia. Sin embargo, conectados por las redes sociales, el 28 de octubre de 2020, Dave Foreman recibió el último mensaje de Juana diciéndole que Foca estaba ladrando, convencida de que estaba advirtiéndole de la presencia de un intruso en su hogar
—Seguro viene alguien —escribió Juana por Whatsapp a las 8:53.
Juana Perea fue asesinada esa noche entre las 8:53 p.m. y las 2:00 a.m. tras ser abordada por seis paramilitares que habían ingresado a su casa (Infobae, 2020). Dichos uniformados la retuvieron y la subieron a una lancha llamada Río Villano, operada por Aristides Pacheco. De su casa la llevaron hacia mar abierto. En un acto de tortura, Juana fue obligada a desnudarse y a arrodillarse en la barca. Néstor Lozano Muriel, alias "El Tigre", sacó un arma y le disparó tres veces, terminando con su vida. Finalmente, su cuerpo fue arrojado al mar, en un punto entre Termales y Nuquí.
Luego de que el cuerpo de la lideresa arribara en la playa de Nuquí, en inmediaciones de una estación de policía, las autoridades municipales, junto con la Armada y la Policía Nacional, desplegaron un consejo de seguridad para investigar el caso y dar con los responsables. Por su parte, la Fiscalía General de la Nación llevó a cabo la Operación Cetáceo para capturar a los responsables del crimen.
El equipo forense que investigó el caso encontró huellas de sangre en la embarcación, las cuales fueron cotejadas con la información genética de Juana. Después que se confirmara la relación de Juana con los elementos probatorios, Pacheco y "El Tigre", fueron capturados y acusados de feminicidio agravado y concierto para delinquir. A "El Tigre” lo sentenciaron a 17 años y 8 meses de prisión por feminicidio agravado y concierto para delinquir (Infobae, 2020).
La Fiscalía determinó que el asesinato de Juana fue ordenado por cabecillas del grupo paramilitar conocido como el Clan del Golfo (AGC). Su asesinato se entiende como represalia su labor de defensa del medio ambiente, agravada por su constante confrontación con miembros de este grupo, a quienes les solicitaba salir de la región y permitir así la reactivación de proyectos ecoturísticos tras la pandemia (Infobae, 2020).
Según su hermano, Iñaki Perea, Juana se sentía feliz por esos días, ya que se había frustrado la construcción del Puerto de Tribugá (Redacción El Tiempo, 2020). Sin embargo, a pesar del aumento de amenazas en la región, Juana nunca le mencionó sentirse en peligro. Ni a sus amigos o cercanos. Igual ninguno de ellos asegura la inexistencia de amenazas a la líder, pues tienen razones para creer que Juana hubiera callado osadamente cualquier mensaje de intimidación (Agencia EFE, 2020).
Si quiere saber más sobre la situación de los líderes ambientales en Colombia los invitamos a ver este informe:
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