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La alianza del coronel Hugo Aguilar y Carlos Castaño para acabar con Pablo Escobar

Por: Redacción Pares


Fotos tomadas de: La Vanguardia


En 1989, cuando Pablo Escobar a punta de bombazos y magnicidios, ponía de rodillas al gobierno de Virgilio Barco, pocos policías declinaban las ofertas que les hacía el capo de la mafia para torcerlos. La ecuación era muy sencilla, o plata o plomo. El oficial Hugo Aguilar en esa época se había especializado en criminología en la universidad Complutense de Madrid y había dado golpes certeros a la guerrilla durante el gobierno de Belisario Betancur. En la institución lo conocían por ser un tirador eximio. Alguna vez el periodista Germán Castro Caycedo lo llevó a un polígono y le pidió demostrar su pericia. A una distancia de cuarenta metros disparó sobre el mismo punto once veces. Eran golpes secos. Las balas entraron todas por el mismo orificio.


Tenía temple y determinación. Por eso el coronel Hugo Martínez Poveda lo llamó para ser junto a él las cabezas del Bloque de Búsqueda, el grupo élite conformado por 450 hombres que buscaba acabar con el criminal más temible del mundo. Uno de los problemas más grandes era la infiltración dentro de la policía. Escobar tenía a un teniente, al que apodaban Cirirí, encargado de informarle el más mínimo movimiento en su contra. Por eso, cada vez que tenían al capo cercado, aparecían lugartenientes suyos como Pinina haciendo una contraofensiva. El Bloque de Búsqueda terminaba reculando.


Fue idea de Hugo Aguilar empezar a infiltrar al capo. Darle de su misma medicina. 1989 fue el año de los grandes atentados. Destrucción del DAS haciendo explotar un bus lleno de dinamita, explosión del avión de Avianca. Asesinatos de los candidatos presidenciales Galán y Bernardo Jaramillo Ossa. Aguilar estaba desesperado por ganarle la partida al Cartel de Medellín. Así que, sin escrúpulos, empezó a hacer alianzas primero con dos grandes paramilitares del Magdalena Medio. Ramón Isaza fue el padre fundador de los paras en ese lugar de Colombia y siempre tuvo resquemores con meterse en el negocio de la coca. No fue difícil convencerlo para incomodar con acciones armadas al capo en el lugar donde había construido Napoles, su hacienda más querida. El otro al que torció a su causa fue Henry Pérez, muy cercano a Gonzalo Rodríguez Gacha y quien fuera en 1989 el arquitecto del asesinato de Galán. Eso no le importaba a Aguilar. Pérez fue rápidamente descubierto por Escobar y asesinado en 1991.


No obstante, la gran ayuda que recibió Aguilar provino de una fuente anónima. Se hacía llamar El Fantasma. Al menos así se presentaba en sus intempestivas llamadas. Tenía la voz ronca y atropellada. Afirmaba estar cansado del tsunami de sangre en el que Escobar ahogaba al país. Era el encargado de poner los carros bombas en ciudades colombianas. Empezó a delatar autos regados por diferentes calles. Uno los hacía explotar, como para que el jefe no se molestara, y otros los delataba. Con el tiempo Aguilar supo que su fuente era Carlos Castaño.

Fidel, Carlos y Vicente Castaño eran de Amalfi. Usaron como excusa el confuso secuestro y posterior asesinato de su papá para emprender su guerra antinsurgente. No existen pruebas de que el crimen lo hubieran cometido las FARC. Desde mucho antes de esto eran malos. Se dedicaban al contrabando y tenían gatillo fácil. Con Escobar ingresaron al negocio de la coca y aumentaron su fortuna. Fidel tenía gustos refinados. Le gustaban los cuadros de pintores famosos y los vinos caros. Incluso, cada vez que se encontraba con Victoria Eugenia Henao, esposa de Pablo Escobar se ponían a hablar de arte, lo que enfurecía al capo. La postura ideológica de los Castaño chocaba con la de El Patrón quien siempre se declaró como un admirador del Ché Guevara y del M-19. Nunca estuvo de acuerdo con el asesinato sistemático de la UP, el de Jaime Pardo Leal o Bernardo Jaramillo Ossa. Los Castaño, por su parte, empezaban a medir las consecuencias que para ellos traerían el baño de sangre que sumía al país las acciones de su jefe. La extorsión de Escobar a otros mafiosos empezó a agrietar al Cartel. Por eso Castaño empieza a tener contactos con la policía. Sabía que Aguilar era el hombre.


Estaba obsesionado con acabar a Escobar. Los registros que hay de las llamadas no dejan duda que quien fuera unos años después gobernador de Santander no le temblaba la voz al enfrentarlo. Poco después de los episodios que terminarían con su escape en la Catedral, cuando el cerco se cerraba sobre Escobar, éste llamó a Aguilar para amedrentarlo:

-Gonorrea hijueputa, les voy a volar la Escuela Carlos Holguín, les voy a volar a sus familias…

Aguilar le respondió

-Toque a las familias, colóquele a ellas una bomba y le pondremos una a la santa de su mujer y al talego de manteca de su muchachito

Aunque hasta el pasado 23 de enero, más de treinta años después de los hechos, Hugo Aguilar contaría su verdad a los magistrados de la JEP, el general ya lo había hecho a comienzos de este siglo. Lo hizo ante el micrófono de Germán Castro Caycedo. La mitad del libro Operación Pablo Escobar, es la narración de Aguilar sobre su persecución al capo y su alianza con Castaño. Incluso afirma que fue de él la idea de crear los PEPES, el grupo de criminales que alguna vez formaron parte del Cartel de Medellín y que crearon una sociedad para cargarse al mafioso mayor. Esta terminaría siendo, ni más ni menos, la puntalada final que necesitaba para conformarse el gran tejido de las AUC.


Después de que Escobar asesinara en la Catedral a Kiko Moncada y el Negro Galeano, los dos grandes mafiosos que llenaban de plata con sus traqueteadas al capo, mucha gente se le volteó a Pablo. Se cansaron de sus excesos, de sus secuestros y de que decidiera vivir boleteándolos. Aceptan una unión temporal con el Cartel de Cali y buscan nexos con la policía. Aguilar era despiadado. Podía salirse de los territorios de la ley con tal de conseguir su objetivo mayor. En pleno interrogatorio a unos sicarios Hugo Aguilar tuvo la epifanía: ¿Por qué no crear una organización y atribuirles todos los excesos a ellos? Entonces vio que uno de los policías que lo acompañaban tenía puesto un jean de marca PEPE. Se llamarían los PEPES, Perseguidos por Pablo Escobar. En una reunión que tuvo con Castaño en las Palmas, cerca a Rionegro, le contó la idea y al para le pareció muy buena. Incluso mandó a timbrar hojas con el logo de la organización que agrupaba a Don Berna, a su hermano Fidel, los familiares de los Moncada y los Galeano y a temibles asesinos. Lanzaban comunicados y fueron vendidos como un mal necesario. La CIA y la DEA también veían con buenos ojos la alianza.


 Escobar, cada vez más acorralado, fue asesinado el 2 de diciembre de 1993 sobre un tejado en Medellín. Aguilar se atribuye el haber tenido la suficiente destreza como para darle al objetivo en movimiento. Los gringos dicen que fue ellos. Aguila resultó siendo un héroe, al menos por unos años y en el 2004 se lanzó a la gobernación de su departamento, Santander, en donde ganó de manera aplastante. Ahí empezó su declive, fue condenado después a nueve años de cárcel y le cayeron múltiples procesos por nexos con paramilitares, enriquecimiento ilícito, lavado de activos, contrato sin cumplimiento de requisitos legales y peculado por apropiación.

Su testimonio en la JEP confirmó lo que alguna vez Mancuso dijo de él: el Bloque Bolívar de las AUC le ayudó a ganar la gobernación de Santander. Sin embargo lo que dejó a todos helados fue su confesión, fría, contundente, que fue él quien ayudó a formar uno de los grupos paramilitares más sanguinarios del país, los PEPES. Las reacciones e implicaciones que podrían caer sobre la policía, apenas se están midiendo.

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