Por: Iván Gallo - Editor de Contenidos
Llama la atención que los defensores más acérrimos del presidente traten de minimizar a Mario Mendoza por su éxito literario. Durante todo el pasado puente de lo único que se habló en el país fue sobre su columna en Cambio titulada Retrato de Gustavo Petro en blanco y negro. Mientras unos lo aplaudían otros defenestraron sobre el autor de Satanás tildándolo de mediocre autor de best Sellers como si vender libros fuera tan fácil como vender hamburguesas. No tenemos la estadística, los números que puedan respaldar esta afirmación, pero la gran mayoría de las filas de personas que se aglomeran en cada edición de la FIlbo en Bogotá tienen como objetivo el que Mario Mendoza les firme un ejemplar.
La mayoría son personas menores de 25 años. El nivel de conexión que tiene Mario con las nuevas generaciones es realmente admirable. Por lo general la edad de los lectores de los escritores crece con él mismo. Pero Mario puede conectarse con gente a la que le lleva el doble de la edad. Mario tiene 62 años y ha publicado 43 libros. Sus detractores afirman que ha escrito demasiados libros como para creerle el rigor. Pero, también se puede usar una frase del maestro Stephen King cuando le cuestionan ser tan prolífico “Qué otra cosa puede hacer un escritor sino es escribir”.
Durante la campaña presidencial expresó estar harto del uribismo y afirmó, como lo creyeron otras 11 millones de personas, que lo ideal sería un cambio. Pero Mendoza se desilusionó pronto. El 25 de junio del 2023 en una entrevista para la Revista Bocas, lanzó esta frase que prefiguraba el desencanto “Si Petro no corrige va a llevar a Colombia al desastre”. Más de un año después se desató contra el presidente lanzando frases que pronto se viralizaron por su contundencia: “No hay ladrones buenos y ladrones malos, hay sólo ladrones” refiriéndose a los continuos escándalos de corrupción que ha protagonizado este gobierno. Es un género literario la diatriba. La columna está lo suficientemente bien escrita como para, independientemente de las simpatías políticas que se profesen, se pueda disfrutar. Es propio de las democracias -y revelan su buena salud- que los artistas estén siempre en contra del poder. Sólo en regímenes totalitarios como la Unión Soviética se les daba premios a sus más ladinos defensores. En ese sentido Petro ha guardado respeto y distancia con la opinión que le genera su gestión a Mendoza.
La columna tiene momentos demoledores contra la gestión del presidente: “Su objetivo es fácil de detectar: el caos como estrategia política. De ahí las extrañas componendas con las disidencias de las FARC y con el ELN, cuando uno es incapaz de construir solo queda una opción: destruir. No se puede implementar la política del amor a punta de balconazos furibundos y discursos energúmenos. No se puede ser fraterno cuando se está lleno de odio y resentimiento”.
Como Albert Camus, al que una hepatitis lo acostó en una cama y lo obligó a una única entretención a los 13 años, la lectura, Mario Mendoza consiguió la quietud que necesita a la brava un lector cuando una peritonitis lo tuvo entre la vida y la muerte. Tenía apenas siete años y recuerda aún la angustia que generó en su familia. En la recuperación una de sus hermanas le regala un libro de cuentos de hada franceses y la vocación ya estaría marcada para siempre. La biblioteca de su papá, un veterinario que vivió en París el mayo del 68, fue su primera gran maestra. Bueno, el segundo fue el colegio Refous, con su particular método de enseñanza. En el colegio coincide con dos escritores que serían sus amigos de toda la vida, Santiago Gamboa y Juan Carlos Botero. Poco después empieza a publicar cuentos y, mientras tiene empatía con el público, la crítica no para de rechazarlo, ni siquiera cuando se ganó el premio Seix Barral. Algo que aún lo acompaña y que, seguramente, la feroz diatriba contra Petro no va a hacer cambiar.
Políticamente Mario es mockusiano, lo que muchos podrían tildar de tibio. En su libro Leer es resistir, que es una especie de sus memorias como lector, acepta que nunca militó en la izquierda y que, en elecciones, siempre elegiría a alguien como Sergio Fajardo que a Petro. Como se lo dice a su amigo Juan Carlos Botero en una conversación para la revista Bocas esta fue la razón por la que votó a Petro: “Petro avanza políticamente, el centro se queda sin representación, y llegamos a la encrucijada entre Rodolfo Hernández y Petro. Y yo opto por Petro. Opto por él porque me parece un ilustrado, porque había leído su libro y me sorprendió su dominio de la obra de García Márquez. Di ese voto con cierto temor, pero también con una enorme esperanza. Pero, para mi sorpresa, me doy cuenta de algo muy peligroso para este país”.
Así que en el fondo no es una sorpresa que Mario Mendoza lance una diatriba contra Petro. Siempre estuvo en las antípodas de su pensamiento. Independientemente de lo que creas, del espectro político en el que estés, hay que celebrar que la columna de un escritor sea lo más importante que se lea en el país durante un puente. Tenemos esperanza.
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