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La encrucijada del Partido Liberal

Por: Esteban Salazar Coordinador de Línea de Democracia y Gobernabilidad – Pares


Desde 1841, el Partido Liberal ha puesto 27 presidentes en Colombia, además de las candidaturas en coaliciones que han apoyado durante los últimos 20 años. Su presencia en el Congreso ha sido mayor que la de los conservadores desde el Frente Nacional hasta la actualidad, y su partido tiene un caudal electoral que, al menos en el Congreso, salvo pequeñas variaciones, se mantiene en el tiempo.


Desde el magnicidio de Luis Carlos Galán, en 1989, los liberales cuentan con un liderazgo importante en cabeza César Gaviria, quien llegó como presidente en 1990 y fue el encargado de establecer el modelo neoliberal del consenso de Washington dentro de la Constitución de 1991.

Posteriormente, en 1994 el partido llegó a la presidencia con Ernesto Samper (1994-1998), quien guardaba una estrecha relación con el entonces gobernador de Antioquia, Álvaro Uribe Vélez. Sin embargo, debido al escándalo del proceso 8 mil, su gobierno se fue en declive, junto con el partido Liberal que, hasta la actualidad, no ha vuelto a tener presidente propio.


Cabe recordar que, durante el gobierno de Uribe, el partido se dividió entre los opositores y entre quienes disfrutaban las mieles del Ejecutivo con participación en ministerios y entidades públicas. Estos últimos resultaron convirtiéndose en 2 partidos: Cambio Radical y Partido de la U.


Aunque en las últimas 4 elecciones presidenciales el Partido Liberal no ha logrado llegar con sus candidaturas propias a los primeros 3 puestos, se ha convertido en un partido clave para las coaliciones en segunda vuelta del 2010, 2014 y 2018. También lo será para el 2022.


Como un breve recuento, en 2010 Rafael Pardo fue el candidato de las toldas rojas y en la primera vuelta quedó en el sexto lugar con apenas 638.302 votos. De ninguna manera reflejó los 1.856.068 votos que obtuvo su bancada en el Congreso, ni el apoyo de los 17 senadores y 38 representantes a la Cámara ­—la tercera bancada más grande en ese periodo, después de la U y del Partido Conservador—.


La hipótesis central para explicar este hecho fue la injerencia de Gaviria y la negociación de la bancada liberal con los posibles ganadores de segunda vuelta antes que con sus propios candidatos a la presidencia. Por esta razón, Pardo decidió dejar libre al electorado, mientras que Gaviria logró acuerdos con Juan Manuel Santos para impulsar su victoria en segunda vuelta. Una constante de los liberales —sobre todo de Gaviria y de las y los congresistas— que se ha repetido años después.


En 2014, el Partido Liberal decidió apoyar desde primera vuelta la reelección de Santos, bajo los compromisos de obtener a cambio diversos ministerios y entidades públicas, logrando mantener una bancada de 2.022.093 votos, 17 representantes en el Senado y 39 en la Cámara. La segunda bancada más grande del país, después de la U.


El partido volvió a jugársela con un candidato propio en 2018, esta vez mediante la elección por medio de una consulta con los candidatos de dos facciones dentro del partido: Humberto de la Calle y Juan Fernando Cristo, quienes reflejaban la búsqueda estéril de una aspiración presidencial. Mientras tanto, Gaviria, una vez más, jugaba sus cartas y la de su bancada al mejor postor en segunda vuelta.


Todo esto quedó retratado en el hecho de que, de acuerdo con las estadísticas, para la consulta de Humberto de la Calle y Juan Fernando Cristo, apenas se logró la participación de más de medio millón de personas, trayendo como resultado una pobre victoria para de la Calle con 365.658 votos. Una consulta que suscitó todo tipo de polémicas por los 40 mil millones de pesos que costó a pesar de la baja participación.


Al final, en primera vuelta, de la Calle ocupó el quinto lugar con apenas 400.151 votos: no alcanzó ni siquiera la cantidad de votos de la consulta liberal. Esto a pesar de que 14 representantes en Senado y 35 en la Cámara obtuvieron 2.471.596 votos, constituyéndose el Partido Liberal como la segunda bancada más fuerte, solo superada por el Centro Democrático.

De hecho, contrario al comportamiento histórico de los liberales, e incluso a la trayectoria que encarnaba de la Calle por su defensa al proceso de paz, Gaviria resultó negociando con Iván Duque y el Centro Democrático su apoyo en segunda vuelta. Un apoyo que no implicó grandes variaciones en las votaciones de Duque y que, al parecer, se había negociado desde antes.


En suma, desde la caída de Samper por el escándalo del proceso 8 mil, el Partido Liberal no ha vuelto a levantar cabeza en sus candidaturas propias a presidencia. Al respecto, hay 2 hipótesis claves teniendo en cuentas las últimas 4 elecciones: i) Sus presidenciables no congregan las votaciones de la bancada de congresistas, la cual se ha mantenido sin importantes variaciones. ii) El expresidente Gaviria ha jugado a 2 estrategias: a) enviar candidatos a pérdidas para cotizar sus apoyos y b) apostarle a negociar con los candidatos más fuertes en segunda vuelta para mantener una presencia en el Ejecutivo. No por nada su propio hijo, Simón Gaviria, ocupó la dirección del Departamento Nacional de Planeación de 2014 a 2017.


El partido de los votos, pero sin agenda


Con un promedio de poco más de 2 millones de votos, 16 miembros en Senado y 37 representantes a la Cámara durante los últimos 3 periodos presidenciales, así como con algunas candidaturas estériles, el Partido Liberal se mantiene como un partido sólido, al menos mediante la repartición burocrática y la negociación de las mejores opciones para las segundas vueltas presidenciales.


Su fuerza no se mide, entonces, por la capacidad de lanzar candidaturas propias, pues el partido no tiene una agenda propia desde hace décadas —esto se ha visto reflejado en las recientes alianzas de 2018, donde prefirieron poner sus votos en las facciones conservadoras y de derecha con un Gobierno en declive para sostener sus cuotas —, sino que se mide por la capacidad de negociación del expresidente César Gaviria, que es quien ha mantenido la repartición de avales como moneda de cambio y ha hecho posible la supervivencia de algunos clanes regionales en asocio con el gobierno de Iván Duque.


Sin embargo, por donde se analice, las grandes reformas progresistas del talante liberal de marras se han diluido en una apuesta de sostenibilidad burocrática sin ninguna propuesta real de cambio en el país. No tienen un protagonismo en la agenda legislativa ni en las políticas públicas más allá del beneficio propio de sus congresistas. Incluso, sus liderazgos son cada vez más opacos y alejados de la ciudadanía, y quienes han logrado convocar a las juventudes defensoras del Acuerdo de Paz no tienen oportunidades reales de ganar una presidencia, como es el caso de Humberto de la Callle o Rafael Pardo.


Un apoyo valioso para 2022, pero ¿a qué costo?


En esa misma línea, el Partido Liberal se convierte en un comodín clave para definir una elección presidencial, y más en la coyuntura política que se vaticina para el 2022. La pregunta es: ¿A qué costo? ¿cuántos ministerios, empresas del Estado, entidades públicas y arreglos deben hacerse para garantizar los votos?


Para responder estas preguntas, es importante tener en cuenta la situación actual del Partido Liberal. A grandes rasgos, se pueden identificar 4 divisiones.


La primera facción es la de Gaviria y su control a punta de avales. En este momento, César Gaviria mantiene un liderazgo —que parece más bien una amenaza por contar con la chequera de avales— que le permite seguir negociando el grueso de los 2 millones de votos, miembros en Senado y representantes a la Cámara que, como se evidenció anteriormente, no han tenido mayor interés por candidaturas propias a raíz de la desconexión de sus propósitos o por la ausencia de una agenda de gobierno clara.


Sin embargo, Duque ha puesto a prueba la chequera de Gaviria con una chequera más grande: la de la mermelada. Actualmente, esta sería la segunda facción dentro del Partido Liberal y pondría en aprietos a Gaviria, quien tendría que encontrar una moneda de cambio más persuasiva. Por advertencias hechas por el propio Gaviria, se conoció que el exministro de Hacienda, Alberto Carrasquilla, habría buscado negociar la reforma tributaria con cargos, programas y contratos antes de que se hundiera. Un hecho que solamente refuerza la incoherencia de una bancada que decidió apoyar al gobierno de Duque en segunda vuelta, desde 2018, y al que le han venido quedando mal con las negociaciones desde la reforma tributaria de 2019.


Por otro lado, una tercera facción tendría una agenda más clara, sobre todo de cara a los liderazgos que emanan y que, si bien no suman actualmente una cantidad importante de votos, podrían arrastrar bajo los acuerdos correctos una desbandada hacia la Coalición de la Esperanza. En esta facción se cuentan nombres como los de Humberto de la Calle, acérrimo defensor del Acuerdo de Paz, Juan Fernando Cristo (En Marcha) y los hermanos Galán (Carlos Fernando y Juan Manuel).


Esta última facción estaría buscando la posibilidad de suscribir un acuerdo para enviar una lista conjunta al Senado junto con el partido Dignidad, de Jorge Enrique Robledo, el partido Verde, Compromiso Ciudadano y Ángela María Robledo.


De todos los nombres anteriores, según las encuestas de intención de voto de Semana y el Centro Nacional de Consultoría (CNC), Juan Manuel Galán cuenta con una intención de voto del 6%, igualado con Alejandro Char (6%) y superado por Marta Lucía Ramírez (9%), Sergio Fajardo (12%) y Gustavo Petro (23%).

Fuente: Semana y Centro Nacional de Consultoría.

Aunque también ha sonado dentro de la baraja liberal, el exministro Alejandro Gaviria ha recibido ofrecimientos dentro de la Coalición de la Esperanza. Respecto a esto, Gaviria ha mencionado que no tiene intención de participar electoralmente (a pesar de que cuenta con un 2% de intención de voto según la encuesta de Semana y el CNC).


Y habría una cuarta facción liberal que estaría acercándose hacia las toldas del Pacto Histórico —sobre todo de las bases liberales a nivel territorial y que tendrían el respaldo de Gustavo Petro dentro de la lista al Senado y Cámara—. Hay casos particulares en los que Petro podría entrar a buscar cobrar sus apoyos, como fue el caso de la Gobernación de Córdoba, con Orlando Benítez Mora, quien logró la victoria gracias al apoyo de varios partidos, entre ellos el del Liberal y el de la Colombia Humana.

¿Y las mujeres?


Luego de la revisión de las estadísticas y del análisis histórico, se identificó una deuda importante del Partido Liberal con los liderazgos femeninos. Durante las últimas 3 décadas solo tuvieron a una mujer como fórmula vicepresidencial: a María Emma Mejía Vélez en 1998 con Horacio Serpa, cuando pasaron a segunda vuelta y perdieron.


Entretanto, de 53 congresistas elegidos y elegidas en 2010, solo el 13% eran mujeres; de 56 congresistas en 2014, el 14%; y de 49 congresistas en 2018, de nuevo, solo el 14%. Si bien este es un fenómeno que se repite en la mayoría de partidos, cabe aclarar que varias de estas senadoras, exsenadoras, representantes y exrepresentantes a la Cámara llegaron como herederas de clanes políticos familiares. Tal es el caso de Arleth Casado de López, del Clan López Cabrales de Córdoba; de Kelyn Johana González Duarte, heredera de la estructura política de su esposo, el parapolítico Rodrigo Roncallo, quien fue condenado por haber firmado el Pacto de Chivolo con el paramilitar ‘Jorge 40’ y Roberto José Herrera —quien, a su vez, llegó a la Cámara por el extinto partido ALAS—; y de Laura Ester Fortich Sánchez, senadora de la República por el Partido Liberal, heredera de la estructura política del senador Álvaro Ashton, quien es objeto de una investigación en la Corte Suprema de Justicia por el denominado “Cartel de la Toga” y quien fue capturado por este y otros delitos.


En cualquier dirección que se tome por parte de las facciones hacia el 2022, es importante resaltar la necesidad de fortalecer la participación femenina de cara a liderazgos en candidaturas presidenciales, en una agenda clara para el país, así como en las garantías efectivas de espacios de representación de las mujeres en las listas y en los espacios de poder.


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