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La escuela de Kick Boxing en honor a Rosa Elvira Cely

Por: Sergio Saavedra, Redacción Pares


«La creación, la lucha y la conspiración son los motores para enfrentar la violencia basada en el género, este es el miedo del hombre: la mujer sin miedo.»

“Nuestros músculos también luchan contra el patriarcado” recuerda Sybil Sanabria, una de las fundadoras de la Escuela de Kick Boxing Rosa Elvira Cely, sobre una frase dicha en la escuela. Además agrega que, “es imposible quedarnos sentadas esperando a que nos sigan violentando”.

La escuela comenzó hace tres años y hace parte de la Liga de Mujeres. El objetivo de esta propuesta es generar procesos, acciones y herramientas que permitan a las mujeres defenderse de las violencias que sufren.

“Nos planteamos desde la necesidad de defendernos porque veíamos que, efectivamente, las violencias cotidianas, de las que no se hablan mucho, están ahí. Esta lucha nace del cansancio, necesitábamos fortalecernos nosotras”, afirma Sybil.

Hace tres años cada miércoles, recuerda Sybil, con colaboración de unos ‘pelados’ de un colectivo antifascista empezaron a entrenar y así, poco a poco, se fue corriendo la voz. En el momento en que la presencia femenina tomó autonomía en los espacios, también la escuela empezó a configurarse como un espacio de formación política, de debate y de reflexión.

En ese momento las cosas eran distintas, cuenta Sibyl, pues no solo el nombre Escuela Popular de Defensa Personal ha cambiado, sino que también en ese entonces eran sólo cuatro personas y ahora son 40 las que entrenan todos los martes en un espacio que, incluso, necesitará de un tercer horario.

Para 2015, el entrenamiento de Kick Boxing se llevaba a cabo en el Parque Nacional. Esto no es un detalle menor, pues la reflexión sobre el espacio ha sido muy importante para la reapropiación de este lugar que se presenta como violento para las mujeres y que fue el escenario de victimización de Rosa Elvira Cely. “Pensando el lugar se propone hacer una reivindicación a Rosa Elvira, pero también a todas las mujeres que han sido víctimas de la violencia basada en género en el país”, afirma Sybil.

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Nos queremos vivas, la memoria como herramienta de lucha

María Fernanda Padilla, integrante de la escuela, enfatiza que cuando decidieron llamar a la escuela Rosa Elvira Cely, se comunicaron con la hermana de Rosa, Adriana Cely, para contarle sobre la intención de la escuela, un espacio sin ánimo de lucro y autogestionado. “Ella se emocionó muchísimo”, cuenta Sybil también emocionada, “se puso muy contenta y nos acompaña desde esa nueva etapa”.

María Fernanda cuenta que, paralelo al entrenamiento, se ha creado una iniciativa que se llama ‘Siempre Vivas’, espacio de diálogo en el que, alrededor de un tambor de tejido de bordado, las mujeres se sientan a dialogar sobre las experiencias que han tenido. Por ejemplo, al gimnasio llegan familiares de víctimas de feminicidios, “eso se da porque hemos hecho un trabajo con Adriana Cely”, afirman.

Esto ha llevado a que en el tejido se haga el rostro de una mujer que ha sido víctima de feminicidio y sea entregado a la familia. “Ya han hecho dos acompañamientos, con una mujer en Chapinero Alto en el barrio San Martín y con Ana María Plazas. Ese tejer de la palabra, ese sanar colectivamente, ha sido un trabajo para atacar esas violencias”, certera afirma María Fernanda.

Ana María Plazas es la hermana de Jennifer Andrea Plazas, otra víctima de feminicidio. Ana María les llevó unas dotaciones deportivas porque Jennifer era entrenadora, atleta y tenía un equipo de entrenamiento. Dice Maria Fernanda que cuando Ana María llegó les dijo que conocía de su trabajo y que quería que ellas continuaran la experiencia de lo que era Jennifer como entrenadora.

Con Ana María también se hizo un compartir en el gimnasio en donde al que asistieron la mamá y la hija de Jennifer Andrea. Ellas le contaron a la Escuela quién fue Jennifer más allá de la víctima; hablaron de la importancia de contar quienes son esas mujeres asesinadas y qué hacían antes. A través del testimonio se puede escudriñar las violencias que había implícitas antes del feminicidio.

Un día de entrenamiento

«Empieza con el reconocimiento de la otra, porque al principio llegaban muchas chicas y no sabíamos cómo se llamaba la otra, cómo estaba. Ahora, a raíz de esa reflexión, empezamos conociendo cuál es el nombre, quién está parada al lado y con quién se van a compartir esas dos horas», cuenta Maria Fernanda.

Después de este acercamiento inicial, se hace una reflexión taller/juego, que incluye actividades variadas para vincularse con la apuesta política que se tiene en el espacio.

También discuten cómo fue el día, las experiencias bonitas, tristes o las que les hicieron vibrar el corazón por haber sido violentadas. Esas experiencias las pueden desahogar en ese espacio de los puños y las patadas. Además, hacen calentamiento, sentadillas, abdominales, flexiones de pecho y alzamiento de pesas. «Es un circuito que también trabajamos con nuestro entrenador. Esto ha sido un espacio de construcción muy bonito con él porque focaliza todos los entrenamientos con rutinas específicas en la parte física, motora, de coordinación, hacemos un calentamiento final y una despedida», cuenta Maria Fernanda.

La idea es que la práctica salga del gimnasio, teniendo como bandera la resignificación en los territorios. Termina Maria Fernanda diciendo que «también nosotras creamos mecanismos de seguridad, de defensa, de acompañamiento y de transformación de los espacios para que sean espacios libres de violencias».


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