Por: Iván Gallo - Editor de Contenidos

He seguido esta noticia desde que salió El imperio del dolor del periodista Patrick Radden Keefe. El gran periodista del New York Times planteaba en las más de seiscitentas páginas que componen este libro que la familia Sackler se había convertido en una de las más poderosas de Estados Unidos a punta de mentiras y de muerte. En 1996 decidieron sacar el Oxycontin, una opiáceo que, prometía, sólo enganchaba al 1% de los consumidores. Todo se basó en una agresiva campaña de lobby en donde convencieron incluso a la FDA, que es el ente regulador de los medicamentos en los Estados Unidos, de darle el visto bueno. También lograron subir a su bus, a punta de millonarios sobornos, a médicos expertos en dolor que recomendaban su consumo. El oxy, un derivado de la amapola, es una droga que sólo se puede recetar en pacientes que tengan un dolor extremo. Lo que hizo Perdue Pharma -la empresa de los Sackler- fue recetarlas para dolores de espalda, de cabeza y hasta para resacas. Todo para aumentar las ganancias. El resultado fue que hasta el 2021, fecha en la que Radden Keefe publicó su libro, habían más de 600 mil norteamericanos muertos por su consumo.
La pastilla no sólo se tomaba, también se despedazaba, se olía, se metía en las venas. El colocón era tres veces más fuerte que la heroína. Perdue Pharma intensificó el trabajo de sus visitadores médicos. Había que vender como fuera el producto. A los médicos se les consentía con viajes, con entradas a partidos de beisbos, con plata, todo con tal de que recomendaran a sus pacientes la Oxycontin. Para calmar sus escrúpulos les citaban un estudio en donde se afirmaba que el 1% de los opioides genera adicción. El estudio, que se citaba en grandes universidades, nadie lo había leído. Un grupo de investigadores descubrieron que se trataba de una carta al lector de cinco líneas que hizo para una revista médica un doctor en Nueva Inglaterra en 1980. Para el año 2000, cuatro años después de que la droga entrara en el mercado, ya los robos, las muertes y la miseria cundía en las calles de Estados Unidos por culpa del Oxycontin.
Y la familia Sackler seguía tranquila. Arthur, el patriarca, había creado Pardue Pharma primero haciendo laxantes, luego lanzó el Valium y se enfrentó en los años sesenta también contra la lupa de la justicia. Salió avante. Su táctica era pagarle a médicos reputados, especialistas, que hablaran de una especie de “penicilina para el alma”, así envenenaron a millones de norteamericanos con el valium. Arthur Sackler intentó hacer a su familia la más respetada de Nueva York. El MET tiene un ala con sus donaciones. Allí incluso pagó de su bolsillo -3 millones de dólares- el traslado del templo egipcio de Dendur quien hoy se puede contemplar en el museo. Era un hombre pequeño de aspiraciones faraónicas. Los Sackler, en su momento, eran considerados los mayores filántropos de Nueva York.
Robert, su sobrino, asumió la presidencia de la farmacia en 1996. Quería ser más grande que su tio. Que todos los patriarcas que lo veían por encima del hombro. Lanzó el Oxy y no le importó los rumores de muerte y corrupción a los que se vio asociado el apellido Sackler. En el 2000 empezaron varios fiscales a perseguirlos. No se le movió un pelo. En el 2006, cuando ya las muertes se contaban por miles, fueron sancionados con 700 millones de dólares, algo que les pareció ridículo. Fuentes cercanas a los Sackler afirmaron que esa plata era de caja menor, que ellos sabían que algún día tenían que pagar esa multa. Nada los tocaba, sus ganancias netas eran de 1.000 millones de dólares.
Pero el escándalo fue creciendo y la publicación de El imperio del dolor y la serie Dopesick hicieron que en todo el mundo se conociera la vileza de esta tradicional familia. Por eso las leyes se endurecioern contra ellos a la vez que se hicieron más visibles el reclamo de sus víctimas. En enero del 2025 se llegó a un acuerdo entre la Fiscalía de Nueva York y los Sackler, tenían que pagar una multa de 7.400 millones de dólares, una cifra histórica. Además de la multa los Sackler recibirían otro golpe: no podrán vender más fármacos en los Estados Unidos.
Mientras que con la cocaína y la marihuana las leyes norteamericanas son particularmente duras, con los opioides han sido flexibles, esto explica que la gente esté cada vez más enganchada a tranquilizantes y haya evitado afrontar el dolor y hacer cualquier cosa por evitarlo. Igual las decisiones judiciales que se tomaron con los Sackler no bastan para hacer justicia. Las familias de las cerca de 700 mil personas que han muerto en 30 años quieren verlos tras las rejas. Aún no se ha dicho todo en este caso.
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