Por: Oscar A. Chala y Diego Alejandro Pedraza
investigadores de la Línea de Democracia y Gobernabilidad
Foto tomada de: El País
El Partido Centro Democrático se prepara para una nueva contienda dentro del espectro político nacional. Esta vez, con un panorama menos claro que en el pasado, sin una emergencia de figuras rutilantes que puedan hacerles contrapeso a las radicalizaciones de ciertos integrantes del partido y con la figura de Álvaro Uribe navegando en el ocaso de su vida y de sus culpas.
El espejo retrovisor no muestra la misma favorabilidad de antaño, por el contrario, siguen dejando a la vista los errores del gobierno de Iván Duque y el lastre que este significó para la imagen de un partido de tendencia caudillista como el Centro Democrático.
Los debates internos se han convertido en el centro de la agenda de un partido que mezcla su ideología con el recuerdo nostálgico del gobierno del líder, la divergencia de posiciones, las alas radicales ante las alas medias y sobre volando el espectro, la figura unipersonal que intenta unir lo que el mismo liberó.
Subsisten porque la figura política del expresidente sigue teniendo adeptos y sigue siendo motivo de discusiones y disputas de un país en el que sigue teniendo relevancia y sigue siendo traído a colación. Pero es en medio de esa inercia que han venido surgiendo las facciones moderadas y radicales, que se han visto enfrentadas y comienzan a debatirse para ver la expectativa de poder que se abre nuevamente en 2026.
El nacimiento
Fuente: Semana.com
Si bien es cierto que hoy en día el partido vive sus horas más convulsas en su interior, no es la primera vez que este tipo de crisis ocurren en su interior. Por el contrario, esas fracturan han sido desde siempre, parte importante de su historia como movimiento, parte trascendental y también, parte fundacional de su historia.
El Centro Democrático nace en medio de las rupturas que se presentaron en el Partido la U, cuando Juan Manuel Santos decide abiertamente romper sus lazos con el expresidente Uribe. Es cierto que Uribe con su popularidad aun indemne, logra imponer a Santos y alzarlo hasta el centro del poder. La figura de Santos, proveniente de las elites del centro del país, terminó siendo el caballo definitivo para paliar el fracaso de Andrés Felipe Arias, caído en desgracia por cuenta de la corrupción dentro de agro ingreso seguro.
Así lo leyó Uribe y así logró poner a Santos de presidente. Sin embargo, Uribe nunca aceptó dejar de ser presidente para ser expresidente y ahí comenzó el debate alrededor del partido de la U. Las pujas por el poder interno de la colectividad fundada por Uribe y tomada por Santos terminaron por romper el cerco y dividir a la U de Uribe, en el Centro Democrático y a la U que antes era de Uribe, que serían los que se quedarían con el remoquete y logo final.
La construcción del Centro Democrático se dio en ese contexto, porque con Uribe se fueron aquellos que lo seguían viendo y entendiendo como el eje político del país. Fueron esas las características iniciales que los llevaron a fundar el movimiento unipersonal que ha sido el Centro Democrático, donde la figura de Uribe inspira el logo y donde la obra de la Seguridad Democrática se erigió como el único material ideológico sobre el cual cimentar el movimiento.
La primera campaña: La vieja guardia de Uribe
Fuente: Red más.
Fue con los alfiles más fieles del “uribismo” que comenzó el andar político del Centro Democrático en la vida nacional para 2014. Primero con las elecciones legislativas en las cuales el partido debutó con una lista cerrada en Senado —la cual era encabezada por Álvaro Uribe— y para la cual se desarrolló una estrategia de culto a los resultados y la figura silueteada del exmandatario.
Los más de 2 millones de votos que obtuvieron los convirtieron en la segunda fuerza política del senado y los más de 1.300.000 votos en las circunscripciones territoriales los llevaron a ser la cuarta fuerza en la Cámara de Representantes. Un resultado favorable para un partido en construcción que con 38 congresistas entraba de lleno en la arena política.
Estos resultados impulsaron notablemente al candidato presidencial, Oscar Iván Zuluaga, quien había recibido la venia de Uribe, tras ganar la consulta interna del partido en la que venció a Francisco Santos (exvicepresidente de Uribe) y a Carlos Holmes Trujillo (ex ministro de defensa de Uribe). Una deliberación que no estuvo exenta de polémica, que comenzó a sembrar esa aura de duda alrededor de la democracia interna del mismo partido.
Zuluaga emprendió campaña con Uribe al lado y los resultados fueron contundentes,al punto de que, en la primera vuelta presidencial, la campaña de Zuluaga terminaría venciendo al poderío gubernamental por más de 400 mil votos. Las alarmas que dejó ese triunfo y los ecos de un posible cierre prematuro del proceso de paz con las Farc llevaron a los sectores políticos a moverse con rapidez para terminar acordando entre “santistas” e izquierda los mecanismos que permitieran consolidar el resultado de una campaña oscura.
Santos logró por medio de la burocracia (quizás su única forma de entender la política) consolidar una base que terminó venciendo a Zuluaga por más de 800 mil votos. Pero el mal ya estaba hecho y la semilla de la derecha germinada en el centro del país.
La campaña por el “NO”
Fuente: The New York Times.
Con el uribismo como segunda fuerza, comenzó el nuevo gobierno de Juan Manuel Santos, cuya bandera fue meter el acelerador en el proceso de paz que se desarrollaba en La Habana con la mesa de negociación de las Farc.
Santos en dos años logró firmar el acuerdo, pero en medio de las vanidades políticas que caracterizan a los presidentes de Colombia, el entonces mandatario decidió someter a un plebiscito lo acordado para la terminación del conflicto. Santos creyó que su poder era tal que lograría una aplastante victoria, pero no contó con que en la otra esquina el Centro Democrático y los movimientos ultraconservadores y cristianos se movieron en busca de formalizar una contienda electoral, ya sin candidatos, ahora entre el SÍ y el NO.
Santos, sin campaña estructurada, se enfrentó a estos sectores que lograron moldear un discurso ideológico basado en el tema de la “ideología de género”, en los temas relacionados a la impunidad que podrían gozar aquellos miembros que se desmovilizaran y en la necesidad de no votar contra el Acuerdo, sino mejorarlo —estrategia de Paloma Valencia, aconsejada por su padre—.
Se aprovecharon de los discursos desde el miedo de “haber entregado el país a las FARC”, y apelaron al sentir conservador de la sociedad colombiana.
El NO terminó ganando con un mínimo margen, lo que dejó a Santos en medio de una situación compleja. Menos de 60 mil votos le dijeron al país que más del 50% no quería la paz. Santos maniobró políticamente e implementó unas llamadas mesas de diálogo para volver a negociar puntos del acuerdo. Esta vez, con los partidos y sectores que se habían abocado al NO.
El Centro Democrático participó, dio sus sugerencias y dejó de moverse. Ya sabían que Santos iba a firmar la paz a como diera lugar, por lo que era improbable que el presidente dejara ese proceso a un lado, más cuando ya sabía que su nombre estaba siendo grabado en la moneda máxima de Estocolmo.
Por eso cuando Santos ratificó el acuerdo, salieron los jefes del partido, de los cristianos y de los ultraconservadores a gritar injurias sobre la traición. Y a partir de ahí, en medio de un país que pedía paz pero que estaba sometido a la vanidad del presidente, comenzaría la campaña de 2018, donde el Centro Democrático ganaba desde la entrada.
La campaña de 2018: El triunfo del oscurantismo
Fuente: France 24.
Con la figura de la traición y con el reducto de una sociedad dividida empezó la campaña de 2018. Sin Santos en el partidor y sin sucesor, el Centro Democrático supo que tenía una oportunidad importante para retornar al poder en la elección siguiente.
Es ahí que Uribe se movió para en primer lugar confeccionar las listas al Congreso, en segundo lugar, para cimentar el acuerdo de derechas que iba a hacerse con los otros sectores que fueron protagonistas del plebiscito y, por último, escoger quien sería su candidato a la presidencia.
Para escoger a ese sucesor, impulsó un mecanismo democrático interno que generó varios cuestionamientos en el seno del partido, como fue el de la encuesta a los militantes. Ahí se enfrentaron Iván Duque, Carlos Holmes Trujillo y Rafael Nieto Loaiza. Duque ganó por casi 10 puntos porcentuales a Holmes Trujillo y terminó siendo el ungido por el partido.
El Uribismo, entonces, cambió su estrategia anterior de apoyar a “viejos uribistas” y prefirió apoyar un rostro joven que seguramente terminara siendo más maleable que personajes del tenor de Holmes Trujillo o del mismo espejo que le había quedado de Juan Manuel Santos. Por esto escogió a Duque y por esto lo encumbró en la presidencia del país.
Arrasó en la consulta de derechas frente a Martha Lucía Ramírez y Alejandro Ordoñez. Le sacó casi 3 millones de votos a Petro en primera vuelta y más de 2 millones en la segunda vuelta y así terminó siendo presidente.
El triunfo de Duque completaba el circulo perfecto para el partido, que en las elecciones legislativas había dado un golpe en la mesa al pasar de 38 congresistas a 51 y de ser la cuarta fuerza política a ser el partido político más importante de todo el país. Ese 2018 se leyó como el momento del resurgir del “uribismo”, pero los años de un gobierno en cuerpo ajeno y con un jefe divagando para volver al poder que nunca ha podido soltar, terminaron por marcar la imagen del partido para la elección de 2022.
La elección de 2022: La decadencia política
Fuente: Todos Somos Colombia.
Fue la mezquindad del gobierno Duque ante una sociedad movilizada y opuesta a sus medidas la que terminó por derrotar al Centro Democrático. Es cierto que la pandemia del COVID cambió muchas lógicas en la sociedad y en el mundo, del mismo modo que países como Colombia tuvieron unos lastres muy grandes en materia económica es cierto que a todos, incluyendo al mismo Duque nos tocó aprender a vivir con el virus que puso en jaque la estabilidad de la humanidad.
Pero en medio de una sociedad encerrada, que se estaba quebrando y con el hambre en el cuello, dos propuestas de reforma tributaria que impactada en amplios sectores de la sociedad terminaron por decantar un gran estallido social que continuaba lo que ya había empezado antes de la misma pandemia. La sociedad se levantó en todo el país, en medio de una serie de manifestaciones que por un momento generaron una crisis política profunda.
El país quedó sumido en el estallido, por lo que la campaña del 22 se hizo en medio del estallido, lo que conllevó a que, por primera vez en la historia, Colombia eligiera un gobierno de centroizquierda e izquierda. Viraje que comenzó en las legislativas donde el partido Centro Democrático perdió el poder que le daban sus más de 50 congresistas para terminar con solo 29, frente a los 47 que había logrado la coalición del Pacto Histórico de Gustavo Petro.
En el tono presidencial, intentó Uribe poner a sonar a Oscar Iván Zuluaga, pero fracasó, porque la figura de Zuluaga vivía bajo el manto de la investigación por la historia de Odebrecht en la campaña anterior. Al final se plegaron al exalcalde de Medellín, Federico Gutiérrez y terminaron en segunda vuelta con el exalcalde de Bucaramanga, Rodolfo Hernández.
Ese 2022 es el tercer gran momento de inflexión para el partido, no solo porque llegó al poder la izquierda en cabeza de Gustavo Petro, sino también porque el partido se metió en la lógica cíclica de tener y luego perder. Les ha llegado el momento de reinventarse y les llegó porque la figura del antiguo líder único cada día se desgasta más.
El poder electoral del Centro Democrático a nivel nacional y regional
La que en su momento fuera la primera fuerza política del país en el Congreso terminó desinflándose gradualmente con el paso de los años. El Centro Democrático perdió en las últimas elecciones legislativas (2022) más de medio millón de votantes, redujo su presencia en curules en Senado de 19 a 13, y tuvo una caída dramática en Cámara de Representantes, donde de 32 curules conservó solo 17 en este último período.
Fuente: Cifras de votos de Senado y Cámara de Representantes - Datos Electorales — MOE
Según datos de la MOE, a nivel territorial nacional, el Centro Democrático sigue conservando sus bastiones en la región oriental del país, sobre el departamento de Casanare y parte del departamento de Arauca, así como en el sur de Antioquia, la región del Magdalena Medio y algunos municipios en Meta y Santander. No obstante, su presencia ha estado mermada, pues solo en 63 municipios logro más del 30% de votos para sus candidatos al Senado, mientras que en 56 logró más del 30% para sus candidatos a la Cámara. De ellos, solo en 2 municipios logró votaciones por encima del 70%, en Boyacá y Norte de Santander.
Esto tiene eco en las elecciones de 2023, donde según datos del grupo de investigación Demos-UR, de la Universidad del Rosario, dirigido por el profesor Yann Basset, el Centro Democrático perdió el 43,7% de las alcaldías que conservaba en solitario o en coalición dede 2019, pasando a tener 108 alcaldías en octubre de 2023, de las cuales en solo 16 municipios ganaron en solitario (11,6%), mientras que en 92 municipios hacen parte de una fórmula de coalición de gobierno ganadora.
De entre esas coaliciones, el Centro Democrático tiene mayores lazos con los partidos tradicionales, siendo el Partido Conservador la agrupación política con la que ganó más alcaldías (36), seguido de Cambio Radical (31), el Partido de la U (27) y el Partido Liberal (22). Es entendible la construcción de alianzas con conservadores y radicales, en tanto con unos tiene afinidad ideológica y con otros tiene cercanía al ser parte del bloque de la oposición política.
Frente a la cantidad de diputados, de 418 a nivel nacional, el Centro Democrático obtuvo 36 curules a nivel nacional (8,16%). En este caso, es la quinta fuerza política a nivel local y regional del país.
Fuente: DEMOS-UR
En términos geográficos, el mapa electoral del Centro Democrático entre 2022 y 2023 tiene un alto grado de coherencia, lo que significa, por una parte, que el partido tiene unas bases electorales fortalecidas en ciertos territorios, que le corresponden con votos a nivel nacional, regional y local, pero las conserva en detrimento de no tener mayor crecimiento hacia otras zonas del país, donde tanto los partidos tradicionales como los nuevos partidos emergidos de nueva derecha (como Creemos y Nueva Fuerza Democrática, ambos sin personería jurídica por efectos del Consejo de Estado sobre los fallos del Consejo Nacional Electoral que les dieron vida) han cooptado esos espacios.
Aquella coherencia entre las votaciones nacionales y territoriales se encuentra en el sur de Antioquia, en la región del Magdalena Medio de Boyacá, en Casanare y en algunos municipios del centro-sur del departamento de Santander. De resto, existe un mayor grado de variabilidad en los municipios donde fueron electos candidatos del Centro Democrático, pero donde la votación a Senado y Cámara un año antes fueron menores al 30%.
De las ciudades capitales, el Centro Democrático logra llegar a la Alcaldía de Ibagué y a la Alcaldía de Villavicencio. Ambas bajo coaliciones políticas.
En términos de cantidad de votantes se aprecia también una drástica reducción de su base electoral, puesto que en 2022 tuvo 1.116.112 votos a Senado, mientras que en Cámara sólo logró consolidar una base de 544.714, teniendo un total de 1.660.826 votos, frente a los 2.513.320 que había logrado tener en 2018 y que le habían encumbrado como primera fuerza política de Colombia para aquel momento.
Fuente: DEMOS-UR
La oposición que aún no se encuentra a sí misma
Fuente: Semana.com
El discurso de Miguel Uribe en el inicio de la Tercera Legislatura, en el espacio dedicado a la oposición por su Estatuto, terminó siendo un reencauche modernizado del programa de gobierno de Álvaro Uribe. En medio de los gritos y vitoreos que llenaron el Salón Elíptico del Congreso durante su intervención, demostraron que el Centro Democrático ha cedido la batuta frente a una oposición más moderada y de derecha liberal, como la que enarbola David Luna, Vargas Lleras y Cambio Radical.
Haber perdido el escenario y liderazgo de la oposición (que durante el gobierno Santos II fue su fuerte fundamental para crecer hacia 2018) les quita la posibilidad de construir un proyecto político y programático que no dependa de la coyuntura electoral de 2026, asi como también demuestra 3 grandes puntos:
a. Hay un proyecto de derecha, que está en un estado emergente, que puede sostener un proyecto político a futuro en común. La mayor parte de los intentos del Centro Democrático por construir un programa de derechas que vaya más allá de la presencia en la política nacional de aquella figura no han triunfado. Por el contrario, la fragilidad del Centro Democrático como partido se ha agudizado conforme el líder natural ha ido apartándose de la vida pública y se ha reservado en opiniones trascendentales en estos momentos para el país. Por lo tanto, hay que partir de la idea de que ese proyecto político no está consolidado, aun cuando ya hay intentos por hacerlo.
Es posible ubicar la gira de Miguel Uribe por el país en este sentido, no tanto como una manifestación de sus intenciones como candidato presidencial, sino en la labor de consolidar y proyectar las bases del Centro Democrático hacia 2026.
b. El cuestionamiento de algunos sectores dentro del Centro Democrático, respecto a la necesidad de construir un proyecto político de derecha por fuera de la presencia de Álvaro Uribe desde mediados de 2022, ha crecido desde que en 2016 un sector del uribismo se opuso a la mera idea de negociar y dialogar con Juan Manuel Santos posterior al triunfo del NO en el Plebiscito.
De hecho, el cuestionamiento respecto a la herencia y el legado que deja Uribe se convertirá de ahora en adelante en uno de los elementos que reconfigure a la derecha tanto como pretensión de proyecto como frente a la relación que tendrá con otros sectores políticos en los próximos 4 años.
Lo es porque la aceptación de ese legado puede impulsar, reconfigurar o agotar procesos políticos y darles fuerza respecto al surgimiento de esta derecha como movimiento de oposición.
Algunas fuentes dentro del Centro Democrático que pidieron no ser nombradas para hablar con libertad, indicaron que el partido debe depurarse y consolidarse alrededor de la recuperación del discurso radical de Uribe en 2002, conjugado con las nuevas premisas de las derechas europeas y norteamericanas, que buscarán crear otro nuevo relato de un “enemigo común”, esta vez representado en las fuerzas progresistas y multiculturales que han llegado al poder en Estados Unidos y en diferentes partes de Latinoamérica.
Para otros, el Centro Democrático como proyecto ya se agotó y una nueva propuesta política debe surgir. La idea de que un partido similar a “Vox” pueda emerger con figuras controvertidas del uribismo radical (como Cabal, Lafaurie y Nieto) toma más fuerza desde que El Espectador soltó aquel rumor en marzo de 2020 y en octubre de 2021, cuando varios representantes del Centro Democrático se adscribieron a la Carta de Madrid.
c. Ahora la disputa es sobre quién se reclama heredero del programa político de Álvaro Uribe. Mientras la discusión sobre el legado de Uribe tomará bastante tiempo (el suficiente hasta que los nuevos proyectos de derecha comiencen a materializarse y sean susceptibles de análisis más certeros), en el corto plazo la disputa dentro del Centro Democrático radicará en quiénes surgirán como los nuevos liderazgos del partido y qué papel tendrán en la reconfiguración de la derecha de cara a 2023 y 2026.
Tras el fallecimiento de Carlos Holmes Trujillo y las sanciones éticas que Edward Rodríguez ha recibido al interior del mismo partido, además del aislamiento de Uribe y el fracaso rotundo del gobierno de Iván Duque, surgen varias figuras que podrían tomar la dirección del partido o, al menos, volverse las figuras visibles y los liderazgos internos tanto en el ejercicio legislativo como en el escenario de la opinión pública.
Quién tiene más aceptación ahora como liderazgo dentro del Centro Democrático es María Fernanda Cabal, que tiene el apoyo de un cuarto de su partido y se ha vuelto la representación de las voces más críticas y radicales dentro del uribismo. Su discurso anticomunista y conservador, su carácter agreste y directo y haber tenido la segunda votación en las consultas internas de noviembre de 2021 le han vuelto una figura atractiva con capacidad de unir a los sectores más extremos del partido. Sin embargo, su misma capacidad confrontativa y su poca flexibilidad discursiva generan desconfianza en los sectores moderados.
Ya Cabal salió a enunciar que tenía intereses por ser candidata presidencial en 2026, en un vídeo donde reclama
Por otro lado, Paloma Valencia también se ha afianzado como uno de los liderazgos más importantes dentro del movimiento, capaz de unificar tanto las posturas extremas como los sectores moderados, pues sabe moverse y negociar entre ellos y su buena fama de polemista y periodista le permiten mostrarse como una figura “de centro” en medio de la disputa ideológica que ahora mismo existe. No obstante, su liderazgo ha dependido mucho de la presencia de Uribe, lo que puede pasarle factura frente a otras figuras emergentes o consolidadas dentro de su partido.
Por su parte, Alirio Barrera representa al uribismo regional cuya experiencia política ha sido distinta a la del uribismo urbano.
Con sus correrías por el país y su discurso en la instalación de la Tercera Legislatura, en julio de 2024, Miguel Uribe también se ha perfilado como el liderazgo para una nueva generación del uribismo que no creció bajo los triunfos de la Seguridad Democrática, o que eran muy pequeños para recordar aquellas gestas, por lo que su rol ha sido aglutinar a los sectores más jóvenes del partido para movilizar sus votos y su capacidad política en territorios donde puede disputarle a otros partidos que han crecido entre la juventud, como el Pacto Histórico o la Alianza Verde.
De hecho, tiene la ventaja de que un buen sector de la juventud, según el Octavo Estudio de Percepción de Jóvenes, realizado por la Universidad del Rosario y la firma encuestadora Cifras y Conceptos hacia finales de octubre de 2023.
En el amanecer de las nuevas derechas en Colombia, ¿el sol alumbra al Centro Democrático?
Fuente: América 21.
La reconfiguración del panorama político del Centro Democrático en los próximos años dependerá en gran medida de cómo se desarrollen los acontecimientos durante el gobierno de Petro. El nuevo frente de derecha tiene la oportunidad de capitalizar los posibles tropiezos del Pacto Histórico y sus aliados en el gobierno, especialmente frente al potencial fracaso de la Paz Total, su conversión en procesos de paz territoriales y localizados, y el aumento de las cifras de violencia a raíz del conflicto armado. Sin embargo, es evidente que la reconstrucción de este sector político no será tarea fácil y requerirá tiempo considerable.
Este nuevo proyecto del Centro Democrático deberá competir no solo con la izquierda gobernante, sino también con otras corrientes de derecha que se declaran antiuribistas. Un ejemplo claro de esto es el amplio sector de votantes de Rodolfo Hernández que se manifestó en este sentido tras la primera vuelta presidencial. Este fenómeno demuestra que el futuro de la derecha ya no está exclusivamente en manos del uribismo, sino que se ha abierto un campo de disputa entre diversas fuerzas y sectores.
El partido en general se enfrenta a un dilema crucial: deben decidir si construyen un proyecto político que prescinda de la figura de Uribe, buscando un nuevo liderazgo fuerte que dialogue con las tendencias de la derecha mundial y latinoamericana, o si optan por disputar abiertamente el legado del expresidente. Esta última opción implicaría competir con otros proyectos que, ante la ausencia del "gran patriarca", tienen libertad para tomar elementos de su legado y construir algo nuevo, posiblemente con un nombre diferente y distintas perspectivas de futuro.
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