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La Fragmentación de los Partidos Políticos en Colombia. Capítulo 6. Dios está aquí... en la política. Partidos de doctrina protestante y evangélica

Por: Oscar A. Chala y Diego Alejandro Pedraza

investigadores de la Línea de Democracia y Gobernabilidad





Combinar “Dios” y política es una práctica tan vieja como conocida. Los antiguos conservadores de “trapo azul” enarbolaron a Dios como único fin y como ente superior capaz de decidir, de una u otra manera, el destino de una nación como Colombia. La doctrina del Monseñor Bernardo Herrera, quien ondeando el báculo sagrado escogía candidato presidencial en la ya arcaica Hegemonía Conservadora, sigue siendo participe del hacer de actuales pastores y pregoneros de la fe.


Como era de esperarse, los años mermarían el poder del Partido Conservador y más aún, destiñeron el color azul, por unos azules más claros y maleables. Es ahí, cuando “la orfandad de Dios” conmovió a los movimientos cristianos que decidieron buscar “el gran acuerdo” que les garantizara participación política en la Asamblea Nacional Constituyente de 1991.


El acuerdo con el que entraron en la política se materializó gracias a la unión del Consejo Evangélico de Colombia, El Movimiento de Unión Cristiana y el Partido Nacional Cristiano, quienes lograron aglomerar el mayor número de organización cristianas y evangélicas del país alrededor de la idea de participar activamente en política por medio de la reforma a la carta constitucional.


Su primera experiencia resultó exitosa y los más de 100.000 votos les garantizarían dos curules dentro de la Asamblea Nacional que fueron ocupadas por Jaime Ortiz y Arturo Mejía, dos brillantes oradores de carreras académicas dilatadas que hacían parte del movimiento cristiano y que habían resultado candidatos después del “gran acuerdo”.


Ese primer avance de los movimientos cristianos les demostró a todos y a ellos mismos que el poder evangélico en Colombia era una realidad y que una potencialidad de 800 mil sufragios los podría convertir en una fuerza política determinante dentro de los procesos nacionales. 


Samper, el 8000 y el “concordatico”



Viendo el poder que comenzaban a tener los grupos evangélicos, el presidente Ernesto Samper, acorralado por el proceso 8000 y con el Congreso en su contra, ordenó al ministro del interior, Alfonso López Caballero, acercarse a los grandes grupos de influencia cristianos que tuviesen injerencia en las actividades políticas de los movimientos con cargos de elección popular para buscar apoyos políticos y apoyos mismos dentro de los feligreses que seguían a estos movimientos.


El ministro López, siguiendo el mandato del presidente, se reunió con unos representantes de las grandes aglomeraciones evangélicas, quienes solicitaron al gobierno un acuerdo que robusteciera su libertad y, sobre todo, que les garantizara mejores condiciones para su funcionamiento. El acuerdo que se firmaría en 1997 y que es conocido como el “concordatico”, sentó las bases del funcionamiento actual que tienen las religiones cristianas.


Con el “Concordatico” firmado, las iglesias cristianas obtenían un triunfo estridente al lograr la exención total de impuestos y la inclusión dentro de los planes y proyectos de Estado. Su crecimiento, garantizado de por si en los años previos, se vería garantizado en el marco de las mismas condiciones dadas por la institucionalidad.


La política dividida y las nuevas estrategias


Sin embargo, la división no tardó en llegar producto de la multiplicidad de comunidades y, por consiguiente, de dirigentes, quienes al no poder ponerse de acuerdo en una figura única para enfrentar las contiendas electorales y la directriz política que se le debía dar a la fe, terminaron por separar caminos y movimientos.


Es ahí que aparecen denominaciones individuales como el Partido MIRA, fundado por la Iglesia de Dios Ministerial de Jesucristo Internacional y otras más que abundarían en el país de partidos cristianos sin mayor relevancia en el espectro político.


No obstante, no todos siguieron la estrategia de crear denominaciones propias, algunos fueron más pragmáticos, como es el caso de la Misión Carismática Internacional quienes en cabeza de Cesar Castellanos y su esposa María Claudia, lograron entrar a formar parte de estructuras políticas más grandes como fueron el Partido Liberal o el Partido Cambio Radical.


Los Piraquive y el Partido MIRA


Fuente: El Tiempo.

El Partido MIRA es quizás la gran estructura por tradición y volumen que se mueve dentro del espectro político colombiano. El Movimiento Independiente de Renovación Absoluta nació en el año 2000 con la dirección de un personaje bastante particular, María Luisa Piraquive, la dirigente de la Iglesia de Dios Ministerial que se encargó de construir el poderío y la fortuna de su familia y de su movimiento.


Es en el 2000 cundo la iglesia decide formalizarse como partido político al solicitar la personería jurídica por cuenta de 100.000 firmas que fueron avaladas posteriormente por el Consejo Nacional Electoral.


Piraquive nunca ha estado en un cargo de elección popular, es más, como tal nunca ha aspirado a ingresar en la política, ni siquiera figura dentro del organigrama del Partido MIRA, porque su poder va más allá del partido, su poder es absoluto y totalitario y todo lo ha manejado tras bambalinas.


Pero es quizás su capacidad de centrar su obra en la iglesia una de las razones que ha garantizado la pervivencia en el tiempo, porque Piraquive se encarga de que la fe siga viva y la orden siga ajustada en el ideario de todos los feligreses y mientras tanto, su hija o su sobrino o su pariente político maneja el poder del partido y figura dentro de los escenarios electorales. 

El MIRA se ha mantenido vivo pese a las acusaciones de enriquecimiento ilícito e incluso, la sospecha que recayó sobre Piraquive alrededor de la muerte de su esposo. Todo ha pasado desapercibido, porque el grupo de la Iglesia de Dios Ministerial es alineado y fuerte en las convicciones profesadas por el movimiento, que con los años se ha convertido en una de las estructuras más pragmáticas y maleables de la política colombiana. 


Colombia Justa y Libres: El nuevo eje del poder cristiano


Fuente: W Radio.


El otro movimiento que nos converge es el partido Colombia Justa y Libres, que hace su aparición inicial en la política en las elecciones de 2018, pero cuya fundación se fue moldeando desde el momento histórico de la campaña por el plebiscito.


Esa génesis del movimiento está atada a la congregación de dos movimientos, el movimiento Libres de Ricardo Arias, antigua figura del Partido de la U y el movimiento Colombia Justa que congregaba a las Iglesias Tabernáculo de la Fe, Manantial de Vida y Misión Paz a las Naciones.


La alianza se fraguó en medio del proceso de paz entre el Estado colombiano y las FARC – EP, siendo ellos parte de las mesas de concertación que se generaron alrededor del acuerdo y siendo también, unas de las voces fuertes que se oponían al proceso.


Su constitución como movimiento radical y retardatario de derecha provocó que muchas otras iglesias y denominaciones políticas pequeñas vieran en el partido una gran oportunidad para entrar en política y para hacer presencia dentro de los espacios democráticos. Es así como el partido se presenta a las elecciones de 2018 en donde logra 5 curules (4 en Senado y 1 en Cámara), que los convierte en figuras relevantes dentro del espectro cristiano. 


Esta elección fue el momento de inicio político del movimiento que desde ese entonces se ha sabido mover con sutileza y pragmatismo, conformando coaliciones que los han llevado a cotas superiores y que hoy los sostiene como el movimiento con más futuro dentro del espectro político cristiano. En especial, porque su pragmatismo no ha causado una desviación dentro de su postura política, por el contrario, se siguen manteniendo en la línea de derecha extrema y en el radicalismo político que hasta el momento les ha traído grandes resultados como fue en el caso de las elecciones regionales y puntualmente, de la alcaldía de Bucaramanga en 2023.


La fuerza electoral de los cristianos 


Fuente: Fundación Paz & Reconciliación.


Según los datos del grupo de investigación DEMOS-UR, dirigido por el profesor Yann Basset, y con base en los informes de la Misión de Observación Electoral (MOE), Colombia Justa-Libres logró obtener en el proceso electoral regional de 2023 dos alcaldías a cuenta propia y logró llegar a 16 alcaldías en coalición con otros partidos, haciendo llave en su mayoría con el Partido de la U y con el Partido Conservador, seguido de ASI, el Centro Democrático y Fuerza de la Paz.


Con respecto a las elecciones regionales de 2019, Colombia Justa-Libres perdió dos alcaldías propias y llegó a 7 alcaldías más en coalición. Esto implica que el partido no tiene suficiente capacidad y fuerza para movilizar políticamente a sus bases locales, pero que sí tiene capacidad de sumatoria en algunos procesos electorales territoriales.


Frente al proceso nacional, los partidos cristianos en Colombia han tenido una presencia marginal tanto en Senado como en Cámara desde 2002. No han superado el límite de los 4 congresistas en promedio en ambas cámaras, siendo el 2022 el único año en el que la coalición entre Colombia Justa-Libres y el partido MIRA obtuvo 4 escaños en Senado y 2 escaños por separado en coaliciones diferentes en Cámara de Representantes.


Al tener una lógica de voto cautivo, ligado a la militancia de sus electores en iglesias organizadas, es muy complicado señalar una territorialización de estos partidos. No obstante, partiendo de los datos electorales regionales y nacionales se puede entender que los partidos cristianos siguen una dinámica muy urbana, ligada al crecimiento que estas iglesias han tenido en las principales ciudades del país, y a su capacidad de movilizar población en su mayoría de sustratos medios y bajos, quienes suelen asistir a estas congregaciones.


De lo anterior se puede inferir que su inserción en las lógicas rurales ha sido más bien limitada, en parte por la capacidad que ha tenido la Iglesia Católica para enraizarse en el campo, del mismo modo que no tienen la suficiente fuerza y recursos para expandirse en muchos de los municipios del país. Además, porque muchas de las iglesias de rito protestante y evangélico en Colombia no están afiliadas directamente a estos partidos, porque sus militancias votan en su mayoría a los partidos tradicionales (como en el caso del grupo político de los Castellanos, que están dentro del Partido Liberal) o porque de antemano son iglesias con un fuerte discurso antipolítico y apolítico (como sucede con la mayoría de las comunidades mormonas, que públicamente han señalado su objeción frente a la militancia política).


Los partidos cristianos denotan la ruptura entre las lógicas nacionales y regionales del voto

La poca incidencia de los partidos cristianos dentro de los escenarios de poder locales y su contraste con la cantidad de votos que obtienen a nivel nacional, denota también que su agenda política se mueve de manera distinta a la mayoría de los partidos políticos en el país.


Por un lado, el voto cristiano tiene a decantarse por un programa político y social mucho más ambicioso, ligado en la defensa de los valores sociales tradicionales, de la familia y de una política confesional, que tiene mayor eco en los escenarios políticos nacionales que en las regiones, donde la motivación de la participación política viene más ligada a las lógicas transaccionales y a la clientela política como principal incentivo para el voto.


Es por ello por lo que partidos como MIRA y Colombia Justa-Libres tienen la suficiente capacidad para conservar su personería jurídica y mover votos en el parlamento, que tener vocación de poder que les permita tener acceso a la burocracia regional.


Así mismo, porque estos partidos no tienen que buscar sus bases políticas, sino que las estructuran alrededor de las iglesias que se afilian a estos partidos, y en las que el trabajo político ya está consolidado alrededor del discurso de los pastores y de la doctrina religiosa. Por ende, no existe un desgaste en generar incentivos para consolidar estructuras políticas que muevan el voto, sino que este voto cautivo permite que estos movimientos se concentren en la construcción de agendas políticas que los muevan.


Aun así, gran parte de estas iglesias no tienen suficiente control sobre todos sus feligreses, por lo que este voto cautivo tiende a ser frágil, pues porque en muchos casos no existe una identificación entre el sistema de valores que construye y promueve la iglesia y su agenda política.


Aun así, el partido MIRA sí se ha establecido como una estructura familiar en manos de los Piraquive, que mueve el voto de sus comunidades e iglesias para mantener sus curules en el Congreso.

 

 

 

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