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La habilidad de Víctor Carranza, Zar de las esmeraldas, para no ser condenado por paramilitar

Por: Redacción Pares





Parece que estuvieramos en un bucle de tiempo pero no, no es la misa noticia. En agosto del 2024 Juan Sebastián Aguilar, alias “Pedro Pechuga”, había sido asesinado por un francotirador en el conjunto residencial que queda frente al centro comercial Palatino, en plena carrera sépita con cincuenta. La historia se repitió, Jesús Hernando Sánchez, reconocido por ser el sucesor de Víctor Carranza, zar de las esmeraldas, fue asesinado este domingo en Bogotá también por un francotirador. Desde la página de la fundación Pares habíamos advertido la aparición de una nueva guerra verde en Bogotá. El Clan del Golfo le había soltado la muerte a los esmeralderos más duros del país. Incluso, Sánchez, se había escapado de milagro de varios atentados. Si queremos rastrear el orígen de esta guerra tenemos que ir hasta la vida de Víctor Carranza.

 

Cuando murió Carranza el 4 de abril del 2013, se calcula que era dueño de un millón de hectáreas de tierra. Nada mal para haber nacido en un hogar campesino que a veces tenían que rasparle los alimentos a la tierra para poder comer. Pero tenía suerte y ya a los 19 sacó a su familia de la pobreza a punta de encontrar esmeraldas. A los 26 años tenía un socio que después se haría famoso en el país por su crueldad, Gonzalo Rodríguez Gacha, mejor conocido como “El Mexicano” y apareció en tercero en esa sociedad, Gilberto Molina Moreno. Entre los tres encontrarían Peñas Blancas, un yacimiento en San Pablo de Borbur, en Boyacá, que se transformaría en el más grande del mundo, sólo superado por los hallazgos de estas piedras en Sudáfrica.

 

Sobre Carranza llovieron acusaciones y ninguna lo tocó. Siempre fue considerado como un hombre con suerte. Se le acusó de formar grupos paramilitares, de ser el artífice de la guerra verde, pero nunca se le pudo probar nada. Cuando le preguntaban los periodistas el orígen de su fortuna él, con modestia, decía que era un tipo de buenas “las esmeraldas me llaman”. La acusaciones no surgieron debajo de las piedras. Salvatore Mancuso y diez de los comandantes paramilitares lo señalaron. Ernésto Baez dijo sobre él “Me sorprende que a Carranza le digan el Zar de las Esmeraldas, cuando él es el Zar de los paramilitares”.

 

De lo que no hay duda es que es un milagro que Carranza llegara a viejo. Tuvo más atentados que Fidel Castro. El más recordado de todos fue en el 2010 cuando sus enemigos le hicieron una emboscada y atacaron su comitiva hasta con cohetes. A Carranza siempre se le va a asociar con la guerra verde. Rodríguez Gacha, que fue su socio, le juró una guerra en la década del ochenta.  Fue un conflicto que dejó miles de muertos y tuvo en la masacre de Sasaima en 1989 su momento más sangriento. Este fue el intento que hizo “El Mexicano” para matar al otro socio esmeraldero, Gilberto Molina.

 

La guerra verde se apagó con la muerte de el Mexicano en diciembre de 1989. El obispo de Chiquinquirá, Carlos Raúl Jarro, fue el puente que necesitaba Carranza para llegar a firmar una paz que siempre fue inestable. Las acusaciones sobre él eran una constante. En 1993 la Fiscalía le hizo una investigación por enriquecimiento ilícito y conformación de grupos paramilitares. En 1998 Alfonso Gómez Méndez logró encarcelarlo. Los delitos que le endilgó fueron los siguientes: secuestro, asesinato y conformación de grupos paramilitares. Duró tres años preso, salió en el 2001 y murió en libertad, siempre rodeado de desconfianza, con la preocupación latente de un atentado, pero pudo morir de viejo.

 

Algo que no pudo hacer Jesús Hernández Sánchez. Es probable que su asesinato haya sido orquestado por el Clan del Golfo. Se viene una nueva guerra verde.

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