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La historia de amor entre el hijo del Mono Jojoy y una periodista uribista

Por: Redacción Pares


Foto tomada de: El Colombiano


Ahora, que terminaron de escribir su libro, Ana Catalina Suárez y Jorge Suárez se dieron cuenta que se gustaron apenas se vieron. El flechazo, el rayo, los unía una vez se encontraron frente a la puerta de ella, unidos a través de una amiga que los iba a llevar a una fiesta. Y no tenían nada que ver. No podían ser más diferentes. ¡Y eso que tenían el mismo apellido! Y sí, nacieron también tenían otra coincidencia, habían nacido el mismo día, el 14 de febrero. Él siempre sintió orgullo de cumplir años con el Che Guevara, a ella el Ché le parecía que no era ningún ejemplo a seguir. Tuvieron que sacar la cédula para comprobarlo. En ese momento ella ya sabía que él era uno de los hijos de Jorge Briceño, Victor Hugo Suárez, mejor conocido por su alias, el Mono Jojoy. Ella ya le había contado que adoraba al presidente Álvaro Uribe.


Eran los días previos a la pandemia, tuvieron tiempo de ir al cine, a un par de conciertos. De contarse las historias. Jorge nació en 1984 en la selva del Caquetá. Las FARC, el grupo guerrillero del que hacía parte su papá, se había sentado a negociar formalmente con el gobierno del conservador Belisario Betancur en La Uribe, Meta. Incluso habían logrado algo histórico, un acuerdo de cese al fuego. Cuando terminó la presidencia de Julio César Turbay, en agosto de 1982, el partido Comunista sacó su tesis de “Salida negociada al Conflicto”. El gobierno de Betancur tenía buenas intenciones y así lo demostró con la amnistía de noviembre de 1982 en donde más de mil insurgentes salieron de las cárceles del país. La política de diálogo de Betancur contrastaba con el régimen de torturas y persecución que había impuesto Turbay en sus cuatro años. Se respiraban vientos de paz.


Pero la selva no era el lugar ideal para que un niño creciera así que Jorge, a sus tres meses, fue entregado a unos familiares de Briceño que vivían en Chapinero. Vivió con comodidad pero nunca se le olvido quien era. Creían en la revolución, en la lucha armada. La familia que lo adoptó escuchaba a Silvio Rodríguez, a Pablo Milanés y una biblioteca que contenía todos los tomos de El Capital de Marx. Pero no era ningún mamerto fanático, estaba abierto a nuevos sonidos y por eso se reconoce como un fanático de Metallica que, lamentablemente, no pudo ir al concierto de 1999 cuando la rompieron en el Parque Simón Bolívar en Bogotá.


Tal y como lo contó en el libro que escribió a cuatro manos con Catalina, Podeis ir en paz, el desafío de reconciliación de todo un país, que lanzará la editorial Planeta en la próxima Feria del Libro, alcanzó a ver a su papá en un anuncio en la televisión en donde se ofrecía por él una recompensa. Su estadía en la ciudad iría hasta el año 2000. En ese momento el país estaba dividido en dos. Por un lado el entonces presidente, Andrés Pastrana Arango, intentaba sacar adelante los diálogos de Paz del Caguán, por el otro existía una ofensiva de las AUC. Todo lo que oliera a izquierda era asesinado. No importaba si estuvieran en las ciudades. Se sabía el origen de Jorge. Empezaron a seguir el bus del colegio. La familia que lo adoptó sabía que era un objetivo bastante visible para los paras y por eso estuvieron de acuerdo en que regresara al monte.


Él, que nada sabía de las inclemencias de la selva, tuvo como nombre de guerra el de Chepe y acompañó a su papá en cada búnker. Vio como Álvaro Uribe se convirtió en el primer presidente en hacer replegar a las FARC y estuvo a pocos metros cuando, ya en el gobierno de Juan Manuel Santos, una bomba teledirigida mató a su papá en su propio búnker. El Mono Jojoy tenía la costumbre de, poco antes de que los guerrilleros que lo acompañaban se fueran a dormir, tener una hora de lectura. El día en que mataron a su padre Jorge no alcanzó a llegar a tiempo pero si pudo ir las explosiones. El ejército había infiltrado el circulo de confianza del Mono Jojoy a través de un médico que trataba el problema de diabetes que padecía el viejo comandante. Le afectaba sus pies y por eso necesitaba usar unas botas especiales. En esas botas le incrustaron un gps y, por eso, pudieron teledirigir las bombas hasta su búnker.


Jorge sobrevivió a la muerte de su padre y en el 2013, cuando otro gobierno, el de Santos, sacaba adelante un proceso de paz, Jorge creyó y regresó a Bogotá. Se reencontró con su familia adoptiva, estudió periodismo y le hizo campaña al Sí en el Referendo. Dejó a un lado los viejos rencores e incluso se enamoró en el 2019 de una niña bien, acostumbrada a jugar en su primera niñez con Barbies, soñaba con ser famosa y era hija de empresarios que quebraron en el año 2000. Un año después, cuando Uribe se lanzó a la presidencia, su familia se volcó a apoyarlo. Era el elegido, el hombre que le quitaría a Colombia la maldición de las FARC, y desde entonces lo apoyó. Catalina Suárez es de las que decía “Lo que es Uribe es conmigo”. Incluso, siendo aún estudiante de la universidad, hizo campaña a Juan Manuel Santos, cuando él era el candidato uribista en el 2010.


Desde entonces empezó su carrera de periodismo, muy exitosa, que hoy la tiene con cientos de miles de seguidores gracias a su espacio en la W Radio, Catalina al oído, en donde no teme, incluso, que algunos la tilden de derechosa.


Planeta lanzará ahora en la Filbo Podeis ir en paz, un desafío de reconciliación de todo un país, en donde, tanto Catalina, como Jorge, narran como, no importa la posición política, las heridas abiertas, siempre habrán puentes que nos unan con nuestro enemigo.

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