Por: Iván Gallo - Editor de Contenidos
Cuentan que en 1968 uno se podría subir a un subte en Buenos Aires y la mayoría de personas estaban leyendo un sólo libro: Cien años de soledad. Lo mismo podría pasar en Madrid o en Lima. Es difícil calcular la fiebre que puede despertar un libro en una época en donde ya no leemos. La editorial Sudamericana, quien lanzó el libro el 5 de junio de 1967, se arriesgó. Envió una primera edición de 15 mil ejemplares. Hasta ese momento Gabo no se caracterizaba por sus éxitos de ventas. Entre la Hojarasca, la Mala hora y el Coronel no tiene quien le escriba, sus novelas previas, se habían vendido unos 3.000 ejemplares. Si era famoso como periodista. La historia del marino Luis Alejandro Velasco, quien quedó flotando desamparado en el mar Caribe, se convirtió en un éxito rotundo en el diario El Espectador. Pero era un reportaje. Y Gabo, desde que leyó la primera línea de la Metamorfosis de Kafka, esa donde se describe como Gregorio Sampa se despertó convertido en insecto, se dio cuenta que la literatura era el juguete que estaba buscando. Así que si bien Cien años de soledad asomaba como un éxito nadie se imaginaba la monstruosidad que sería.
Para que tengan un cálculo, el autor que más vende en Colombia de no ficción es Mario Mendoza. Un libro suyo, en unas tres ediciones, vende cuarenta mil ejemplares. Con Cien años lanzaron 15 mil ejemplares con la mítica portada del galeón español. Estaban destinados para ser distribuidos en toda Latinoamérica. Los libros nunca salieron de Buenos Aires. Todos fueron vendidos, en unas cuantas semanas, en esa ciudad. Se estima que cinco décadas después de su lanzamiento se han vendido unos cuarenta millones de ejemplares. Es considerado el libro más importante escrito en español. Incluso superior al Quijote. Esta es una pelea que no quiero dar. No estoy muy seguro de esto. Pero que uno se baje de un Transmilenio y vea en la fealdad de una estación como la de la Avenida Jiménez un poster inmenso donde se ve amarrado a un árbol al loco del José Arcadio Buendía, es un gozo para el corazón. Una inyección de energía positiva para contrarrestar la mala onda que genera Bogotá en hora pico.
Este 11 de diciembre Cien años de soledad se estrenará en todo el mundo. En Colombia, el pasado 9 de diciembre, el primer capítulo se estrenó en Bogotá. Fue un acontecimiento en donde hasta Gustavo Petro estuvo obligado a llegar puntual. Hay todavía un hermetismo. Nadie se atreve a dar un concepto. A calificar la serie como producto. El realismo mágico siempre ha tenido problemas para ser llevado a la pantalla, incluso hasta cuando Gabo -que estudió cine en Roma- hizo sus guiones. Cien años de soledad fue su venganza contra el cine. El afirmó que había hecho una novela que era lo más anticinematográfica del mundo. “¿Cómo hace un director para encontrar una belleza indescriptible que volvía locos a los hombres como la de Remedios la bella?” La desmesura de una obra literaria puede quedar ridícula a la hora de ser trasladada a los límites de una cámara. Incluso un maestro como Akira Kurosawa estuvo a punto de medírsele al reto para al final desistió.
Pero no nos pondremos negativos. Ya que las librerías estén llenas con nuevas ediciones de la saga de los Buendía y que los enamorados se vuelvan a regalar el libro y que los muchachos lo lean mientras caminan como sonámbulos por las imposibles calles bogotanas es un milagro que se lo debemos a Netflix. Puede ser que la serie nos sorprende y que la ventaja que tiene este formato sobre las películas, el del tiempo, sirva para hacer por fin una adaptación digna de la obra de Gabo. Que estemos hablando en todas partes de Cien años de soledad es un triunfo de García Márquez quien sigue cosechando victorias aún desde la eternidad.
En una realidad tan fea, llena de ruidos detestables como el regetón, no viene mal recordarnos que incluso en géneros tan difíciles como la novela, Colombia también ha conseguido la gloria. No estamos completamente derrotados si recordamos que nacimos en la misma tierra en la que nació Gabriel García Márquez.
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