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La “independencia” de La Caleñísima

Por: Ghina Castrillón Torres

Politóloga feminista



La ahora excandidata a la Alcaldía de Cali Diana Rojas, conocida como La Caleñísima, se presentó como una figura independiente, sin embargo, su reciente unión con el candidato Alejandro Éder evidencia que la verdadera cara de su candidatura no era independiente, que tiene una alta influencia de las élites regionales y que, a pesar de su fuerza como candidata, experimentó un disciplinamiento y presión desmedida por parte de quienes antes la impulsaban.

La Caleñísima tomó la decisión de unirse a Éder una semana después de que su jefe político, Maurice Armitage, públicamente le hiciera la recomendación (orden) de retirarse de la contienda. Diana decía cosas como: "nuestra única maquinaria es la gente", lo cual resonó en algunos sectores que quieren un cambio en la ciudad y logró captar la atención de aquellos desencantados con la política convencional. Esto le permitió crecer en las encuestas, pasando de una intención de voto del 3% en mediciones iniciales, al 11% en la última encuesta del CNC presentada el 19 de septiembre.

Aunque Diana se presentó como desafiante de la política tradicional, su experiencia en política ha estado respaldada por figuras políticas como el exrepresentante liberal Juan Fernando Reyes Kuri y el influyente empresario y exalcalde de Cali Maurice Armitage.

Y no necesariamente el voto de opinión que logró alcanzar en estos meses la acompañará en su paso a la campaña de Alejandro Éder.

Uno de los aspectos más destacados de la candidatura de Diana fue su exitosa recolección de 165 mil firmas para respaldar su movimiento "Cali Caleñísima". A diferencia de sus principales competidores, inicialmente no buscó avales de ningún partido político, de hecho, renunció a su curul en el concejo de Cali, donde fue elegida por el Partido Liberal, estrategia que la presentó como una candidata autónoma, alejada de las estructuras políticas convencionales, además del reconocimiento que tuvo por la activa oposición contra el actual alcalde Jorge Iván Ospina.

Sin embargo, su reciente alianza con el candidato Éder contradice su discurso de romper con las estructuras existentes. Este candidato representa una opción más alineada con la política tradicional, ha pasado por el Santismo, el Fajardismo, y ahora es respaldado por el Partido Conservador y Cambio Radical, además de lo que representa como miembro de una de las familias terratenientes cañeras tradicionales del Valle. Lo que hace evidente que el discurso de Diana era eso, un discurso de campaña que no correspondía a su realidad política.

Adicionalmente queda en evidencia cómo las élites regionales están dispuestas a sacrificar a sus nuevos liderazgos. Lo que se demostró en la violencia política de género que vivió Diana por parte de su propio sector político. El exalcalde Armitage, en un llamado público, le dijo que renunciara a su candidatura, lo cual pone de manifiesto la presión ejercida sobre ella, un fenómeno que lamentablemente es común para las mujeres en la política. Su adhesión a la campaña de Éder refleja la complejidad de la participación de las mujeres en la política.

Si bien no comulgo con la visión de ciudad e ideología de Diana, y claramente no me parece ético que se haya presentado como independiente, encuentro muy lamentable lo que le hicieron, ella es una mujer con unas características que la pueden llevar a grandes escenarios políticos y a la que hoy le quitaron de las manos la posibilidad de competir por la Alcaldía. Es crucial reconocer la presión que ejercen sobre las mujeres para conformarnos con roles secundarios, y este es solo uno de los desafíos que deben superar las mujeres en la política.

La historia de Diana es un recordatorio de que la transformación real de la política y la lucha contra la corrupción no puede lograrse simplemente mediante discursos llamativos y eslóganes caleñísimos. Requiere un compromiso transparente, realmente independiente de las élites, que incluya todas las voces.



 

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