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La larga lucha del papá de Matador por someterse a la eutanasia

Por: Redacción Pares




“Me voy de este mundo a las 12 del día” afirmó el pasado martes el joven de 36 años Javier Acosta quien después de contraer una bacteria se le ha convertido la vida en un suplicio. El hombre hará uso del derecho que tiene como colombiano de someterse a una eutanasia. En una entrevista en Caracol Acosta explicó de qué se trataba su enfermedad: “Hace nueve años sufrí un accidente, viajé a ver a Millonarios a la ciudad de Tuluá. Y en el trayecto de regreso sufrí un accidente de tránsito. Quedé en silla de ruedas. Hace cinco años tuve un viaje a Melgar con mis dos mejores amigas, con el hijo y yo. Entré a una piscina y lastimosamente obtuve una bacteria en el glúteo izquierdo que me llegó al hueso. Eso se llama osteomielitis”.


La decisión del joven ha traído una polémica en redes sociales con católicos que creen que lo que está cometiendo Javier Acosta es un pecado. La eutanasia está aprobada en Colombia desde el gobierno de Ernesto Samper, pero una serie de obstáculos judiciales retrasó su implementación hasta el 2015, con el sonado caso del papá de Matador. Desde 1997 hasta el 2015 los colombianos que querían morir con dignidad lo tenían que hacer de manera clandestina, como si de un delito se tratara. Todo cambió con el caso de Don Ovidio.


Don Ovidio González fue el primer latinoamericano en someterse a una eutanasia. Fue el 3 de julio del 2015. A pesar de que la eutanasia es legal en Colombia desde 1997, en pleno gobierno de Ernesto Samper, una serie de trabas y leguleyadas habían impedido su implementación.


Don Ovidio era el papá del caricaturista Matador quien, con una serie de dibujos, sensibilizó a buena parte de los colombianos -por lo general católicos, camanduleros- a que entendieran el tema: a su papá la vida se le había vuelto una carga. Matador describió a su papá como un “zapatero bohemio, anarquista y ateo". La enfermedad le arrancó parte del rostro y treinta kilos. En sus últimos meses sólo sentía dolor. No podía masticar. Lloraba de desesperación. Pudieron concertar con varias clínicas para someterlo a la eutanasia pero le cancelaban a último momento.


Don Ovidio no se quiso morir por gusto. Tenía un cáncer gesticular en estado terminal. Luchó durante cinco años hasta que fue imposible. Entonces quiso morir con dignidad. En la EPS donde lo trataban no le creían porque el señor entraba caminando por sus propios medios, caminando. Entonces iniciaron una batalla legal desgastante, angustiosa, que sacó los mejores trabajos de ese artista que se conoce como “Matador”. El caricaturista contó en una charla dada en la Universidad de Los Andes la lección aprendida de su papá: El día más duro y, al mismo tiempo, más bonito de mi vida y, creo, que el de muchos miembros de mi familia, fue cuando mi papá cerró los ojos y por fin descansó en paz después de una lucha terrible contra el cáncer —cuenta el caricaturista colombiano, cuyo nombre real es Julio César González—. Fue tremendo verlo sufrir, pero cuando todos comprendimos que él ya estaba listo para irse de este mundo, para nosotros se convirtó en una prioridad que él lograra su transición”.


Los González lucharon para obtener ese derecho. Una tutela les permitió que Don Ovidio dejara de sufrir en julio del 2015 y abrió la posibilidad para que más colombianos lo hicieran. Pero viendo la cantidad de cuestionamientos que están lloviendo sobre la decisión de Javier Acosta entendemos el desconocimiento que hay sobre un derecho al que se puede acceder si la vida, por culpa de una enfermedad, se vuelve una tortura: la de salir de este mundo de la manera más digna posible.

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