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La palma africana, otra de las pestes que nos dejó Alvaro Uribe

Por: Iván Gallo - Editor de Contenidos





En algunos supermercados del mundo, si tomas un aceite de palma, vas a encontrar la imágen de un orangután desplazado. Claro, la hipocresía es global: igual te van a vender el producto pero la industria que hace sus millones se lava las manos poniendo una advertencia. El problema es que ya la danza de los millones no podrá interrumpirse. Según la DW el aceite de palma representa el 40% de la demanda anual “de aceite vegetal usado en alimentos, pienso animal e incluso combustibles. Incluso los países que concentran la mayor cantidad de cultivos de palma africana, que son Borneo, Sumatra y Malasia, ya están haciendo lo posible por frenar la importación de esta materia prima. En Colombia todavía hay miembros del Centro Democrático que se sienten muy orgullosos por el legado que dejó Uribe: condenarnos al cultivo de la palma africana.

 

No sólo congresistas como Paloma Valencia sienten que existió una revolución agraria gracias al impulso que le dio Uribe a la Palma en sus ocho años de gobierno, sino que, el 1 agosto del 2010, cuando Uribe estaba a una semana de dejar su mandato eterno, Fedepalma le agradecía al entonces presidente el impulso que le había dado a este cultivo: en ocho años se pasó de 181.700 a 360.000 hectáreas.El crecimiento fue tan espectacular que en apenas ocho años Colombia se convirtió en el primero productor de aceite de palma africana en Latinoamérica.

 

 Inflexible como los fanáticos, Uribe no escuchó las voces de los ecologístas y la sociedad civil que pregonaban la verdad: la Palma no sólo destruye el suelo y no dejará sembrar en él otros productos sino que las empresas que lo producen suelen desplazar, despojar, dejar sin nada a los pueblos nativos que tienen el territorio. Si existen cuatro lugares en donde se ha visto los efectos devastadores del cultivo de la palma africana son en Curvaradó, Jiguiamandó y el Bajo Atrato.

 

Precisamente este domingo 27 de octubre una investigación del diario El Espectador titulado La máquina criminal del Clan del Golfo amenaza uno de los pulmones del mundo. En él denuncia el accionar de esta organización que ha destruido 65.100 hectáreas de bosque en el Bajo Atrato, un tamaño que es dos veces Medellín. Las alertas deben estar encendidas porque hay varios factores que ponen en peligro este lugar de Colombia. Uno de ellos es el paso constante de personas por el tapón del Darién -520 mil personas pasaron por allí en el 2023- dejando a su paso una estela de desperdicios que afectan directamente las cuencas hídrigas, pero esto no es lo único. La devestación ecológica vino con los paramilitares. Fueron los paras de la Casa Castaño los que sacaron, en tiempos de Uribe, a los campesinos y acabaron con los cultivos de pancoger y bosques enteros para sembrar en ellos la Palma Africana, el símbolo del progreso en la época en la que Castaño y Mancuso mandaban. Está comprobado que los paras tenían nexos con estas empresas: Urapalma, Palmura S.A, Extractora de Bajirá y Palmas de Curvaradó.

 

Según la denuncia de El Espectador por culpa de la Palma Africana ya, en este lugar del país, no nacen alimentos como el níspero. Ya no hay incluso las plantas que los antiguos habitantes del Darién y Urabá usaron desde hace siglos para curar sus cuerpos. Los ríos se secan. La Palma Africana es sólo otro ingrediente de la contaminación.

 

Y Uribe y sus huestes siguen recordando con orgullo los tiempos en los que, en plenos consejos comunales, lanzaba estas frases: “Hay que sembrar palma africana a toda hora, que no se nos quede un día sin sembrar palma africana”. Esto lo dijo en Cimitarra, Santander, el 10 de agosto del 2004. Se condenó además a los campesinos a sólo sembrar palma. Era un mandato, sólo había presupuesto para este cultivo.

 

Según Mongabay “la apuesta por la palma de aceite le quitó terreno a cultivos nativos. Una grave enfermedad atacó también al tradicional chontaduro. Los químicos usados habrían afectado a los polinizadores de plátano, banano y otras plantas”. Además hay que recordar que los palmeros que decidieron meterle la ficha tenían antecedentes de asociaciones con el paramilitarismo. La COP 16 en Cali trajo de vuelta esta preocupación, uno de los males que persisten y que nos dejaron los 8 años de uribismo: la devastacipon de lugares como el Bajo Atrato, el Catatumbo, por culpa de la fiebre por sembrar palma africana.

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shivasjewelers288
hace 7 días

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