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La partida silenciosa: El destino incierto de Venezuela tras el exilio del candidato opositor

Por: Oscar A. Chala Padilla, investigador de la Línea de Democracia y Gobernabilidad


Foto tomada de: El País


En un giro inesperado que sacude el ya convulso panorama político venezolano, Edmundo González, el candidato opositor que para algunos sectores políticos se alzó con la victoria en las recientes elecciones presidenciales, partió al exilio. Con un salvoconducto otorgado por el propio gobierno de Nicolás Maduro, González abandonó el país rumbo a España, en un movimiento negociado entre bambalinas por España y aceptado a regañadientes por el gobierno oficialista, lo que marca un nuevo punto de inflexión en la larga pugna por el poder en Venezuela.


La salida de González deja tras de sí un escenario político incierto. El oficialismo celebra lo que se considera como una victoria pírrica, aunque las grietas dentro de su bloque de poder se hacen cada vez más evidentes. Las recientes purgas y movimientos en la cúpula del chavismo, junto con el desgaste que enfrenta el gobierno de Maduro tanto en el ámbito interno como externo, sugieren que esta "victoria" podría resultar más frágil de lo que parece.

Por su lado, la oposición se debate ahora entre el respaldo a la decisión de su candidato y el temor a que su ausencia abra grietas en un frente de partidos e intereses atomizados que, hasta ahora, había logrado mantenerse unido.


En medio de este escenario político, donde la guerra de posiciones y el desgaste han primado sobre la confrontación abierta, la jugada de González podría reconfigurar las estrategias de ambos bandos, en un país donde el fantasma de un conflicto civil de mayor escala sigue acechando en cada esquina.


La oposición no quiere sacrificar a una de sus principales figuras


Fuente: El País, España.


Con un salvoconducto entregado por el propio gobierno oficialista, y tras la negativa de firmar cualquier documento que reconociera la victoria de Nicolás Maduro en las elecciones del pasado 28 de julio, salió hacia Santo Domingo, exiliado, Edmundo González, quien para la oposición venezolana y una buena parte de la comunidad internacional de Latinoamérica ha sido el virtual ganador de los pasados comicios.


De inmediato, Delcy Rodríguez, vicepresidenta de la República Bolivariana —y la llamada a ser la potencial heredera del oficialismo, según consta en los informes que desde la Fundación Paz y Reconciliación (Pares) se han hecho acerca de los principales grupos de poder en Venezuela— salió en un post de Instagram a indicar la salida del candidato, buscando la “paz y la tranquilidad” de Venezuela. Del mismo modo, gran parte del oficialismo celebró la salida, especialmente el Fiscal General y ministro público, Tarek William Saab, quien, según información de El País, indicó que en los próximos días saldría más información al respecto de la salida de González.


Con una acusación penal por la comisión de 5 delitos —usurpación de funciones; conspiración; falsificación de documentos; desobediencia a la autoridad y delitos asociados al terrorismo—, además de tres llamados incumplidos a presentarse en el Ministerio Público (que posteriormente generaron una orden de captura en su contra) Edmundo González decidió apostar por su seguridad y salir del país, aconsejado por su esposa e hijas, en un movimiento negociado por el Reino de España a través de José Luis Rodríguez Zapatero, expresidente del gobierno español, con el apoyo de Pedro Sánchez, actual jefe de gobierno, además de su abogado, José Vicente Haro, con el gobierno oficialista, quien finalmente aceptó.


El movimiento generó reacciones mixtas dentro de la oposición. Aunque María Corina Machado respaldó la decisión de González y reafirmó su total apoyo con el hombre de 75 años, a quien entregó la mayoría de su caudal electoral y capital político para impulsar el último intento de la oposición por llegar al poder en Venezuela a través de la vía electoral, se sabe por su círculo interno, según El País, que la salida podría abrir una grieta en la oposición, especialmente en aquellos sectores que pueden eventualmente volcarse a retomar las negociaciones para participar de las elecciones de 2025.


Y es que el escenario político ahora mismo es frágil en un país donde la estrategia de ambos bandos ha sido el aguante, y donde parece primar la guerra de posiciones y el desgaste sobre cualquier tipo de movimiento que llegue a una agudización de la violencia y, potencialmente, a un conflicto civil de mayor escala.


La victoria pírrica del oficialismo


Fuente: Semana.com


Por el lado del grupo tripartito que ahora mismo busca una negociación política, existe un bloqueo, en parte, generado por la negativa de Nicolás Maduro de reconocer cualquier escenario en el que deba abandonar el poder. En los últimos días ha cancelado las reuniones multilaterales virtuales que sostenía con Gustavo Petro, con Lula y con Andrés Manuel López Obrador, quienes, a pesar de los desplantes, siguen optimistas en que Maduro permita una auditoria internacional sobre las actas electorales que aclare, de una vez por todas, saber los resultados reales del proceso electoral.


Aunque Maduro sigue reacio a retomar cualquier proceso de negociación y diálogo con la oposición, los últimos movimientos dentro de la burocracia indican que prima cierto aire de nerviosismo. El nombramiento de Diosdado Cabello como ministro del Interior, luego de haberlo apartado de los principales cargos del poder durante los últimos años, es una demostración de que ha buscado plegarse a los grupos tradicionales del chavismo que aún siguen siendo parte del bloque oficialista, en un intento por no quedarse aislado, especialmente con el ambiente que prima fuera de las principales esferas de poder.


El desconocimiento del triunfo de Maduro por los principales aliados que tiene el gobierno venezolano (Colombia, Brasil, México), al igual que el enfrentamiento con Gabriel Boric y la ruptura de los lazos diplomáticos con Perú, Uruguay, Costa Rica, República Dominicana y Panamá, junto con la disputa que sostiene con el gobierno de Javier Milei en Argentina, resumido en el asedio a la embajada de ese país en Caracas por parte de las fuerzas policiales venezolanas (que contiene asilados en su interior a miembros de la campaña de González) y el desconocimiento unilateral de la autoridad de Brasil sobre la misma, han comenzado a generar mella dentro de los círculos secundarios de la burocracia venezolana y del partido hegemónico, el PSUV.


Según lo reporta El País, gran parte de los liderazgos regionales del PSUV, al igual que algunos de sus ministros y de los parlamentarios de la Asamblea Nacional, han sentido un bajón en la moral de militantes y de funcionarios dentro del gobierno, especialmente por el desgaste que ya Maduro ha venido acarreando desde hace meses, la masividad de algunas de las manifestaciones, el desconocimiento internacional y el riesgo de que los pocos avances económicos que ha tenido el país terminen agotándose, especialmente ante la posibilidad de que las sanciones se recrudezcan y en este embate, la economía venezolana no soporte otro golpe de tal magnitud.


Sin embargo, la purga cometida contra Tareck El Aissami, el otrora poderoso ministro del Petróleo y líder de uno de los bloques políticos internos más fuertes dentro del PSUV y el Estado venezolano, y contra varios de los más importantes funcionarios oficialistas tras la trama de corrupción PDVSA-Crypto —recogida en este otro informe publicado desde Pares— han generado cierto temor a cualquier represalia contra alguna declaración que pueda ser vista como una traición a la “Revolución Bolivariana”. Además, la lealtad, construida alrededor de lazos clientelares, sigue firme.


Aun a pesar de ello, nadie dentro del oficialismo, más allá de los principales funcionarios del gobierno, cree realmente que Maduro haya ganado. Por su parte, el presidente, que el próximo enero de 2025 cumpliría 12 años en el poder, ha devenido en una debacle errática, en la que ha profundizado en un discurso sincrético cuasi-mesiánico (en la que termina manifestándose casi como un enviado divino) que mezcla los pocos rezagos que conserva del discurso chavista con un nuevo culto a la personalidad, agravados por medidas cada vez más estrafalarias y extravagantes, como aquella de adelantar la época de navidad desde el 1 de octubre, u otras en la que llama a la confrontación física a Edmundo González y a Javier Milei. Más allá de lo pintoresco, también es cierto que, desde el círculo de Maduro, se sabe que el presidente acepta ciegamente su triunfo. No lo pone en duda.


El cierre de un proceso histórico para la oposición, y la apertura de un escenario totalmente novedoso


Fuente: Diario La República.


La salida de González con rumbo a Madrid representa un cierre de época para una oposición que ha tenido que aprender a mutar con los movimientos coyunturales que ha significado confrontarse con la concentración del poder que ha tenido el oficialismo desde la muerte de Chávez en 2013.


Este último período se abrió en 2021 cuando la oposición, tras los primeros visos de que el gobierno interino de Juan Guaidó no llegaría muy lejos, decidió abrirse a negociar con el oficialismo con la intervención del Reino de Noruega y de México, quienes por dos años abrieron el escenario para que los dos actores en disputa pudieran acordar los mecanismos para una apertura política y una transición que garantizara la participación política de los opositores.


Aun cuando las mesas de negociación estuvieron la mayor parte del tiempo congeladas, finalmente hubo avances y en octubre de 2023 se firmó el Acuerdo de Barbados, que brindaba un marco de participación limitado para la oposición rumbo a los comicios presidenciales de este año, en la que el oficialismo se había comprometido a garantizar la participación de todos los actores políticos opositores.


Las promesas, posteriormente, se fueron rompiendo con el triunfo de María Corina Machado en las primarias de la Plataforma Unitaria, que el gobierno oficialista desconoció, y con la posterior inhabilitación de la candidata y de otras figuras relevantes opositoras, como Henrique Capriles, en enero de 2024. 


No obstante, la oposición buscó reponerse y en las fechas de inscripción de candidatos, en marzo de 2024, buscó inscribir inicialmente a la académica Corina Yoris —a la que el CNE le impidió su participación—, hasta que logró poner a dos figuras: Manuel Rosales (excandidato opositor que se enfrentó a Chávez en 2006) y Edmundo González, quien casi de milagro había logrado inscribirse con la plataforma de la Mesa de Unidad Democrática (previamente sancionada por el gobierno venezolano, en 2018).


Tras arduas negociaciones entre Rosales y Machado, el primero se retiró para dejar que la candidatura se concentrara en González, quien realizó distintas correrías por toda Venezuela junto con Machado y capitalizó los votos y el apoyo político de la candidata, que se verían reflejadas en las actas de votación que la oposición tiene en su poder y que, según ellos, indicarían que González le ganó a Maduro.


Con el desconocimiento del resultado de las elecciones, González se abocó a acompañar a Machado en varias de las manifestaciones públicas que se han presentado en Caracas y en otras ciudades del país, hasta que se convirtió en objetivo del Ministerio Público, lo que llevó a su salida.


Con aquel avión partiendo de Santo Domingo, se cierra ese período para la oposición, que a pesar de las declaraciones de Machado y de otros líderes de calma y tranquilidad en sus toldas, queda aturdida y golpeada, especialmente ante el panorama incierto de lo que pueda pasar con Maduro antes del 10 de enero de 2025, cuando asuma por tercer período el cargo y abra la posibilidad de que su hégira autoritaria termine por agotar los últimos escenarios democráticos con los que cuenta la oposición para participar y acceder a cargos públicos regionales y locales.


No por nada, Maduro sorprendió con la declaración de que hará unas “megaelecciones” a mediados de 2025, buscando renovar la mayoría de los escenarios políticos de Venezuela y consolidar la hegemonía de su partido en todos los niveles del Estado.

 

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