Por: Katerin Erazo, periodista
Foto tomada de: periferiaprensa.com
En el corazón de un país marcado por décadas de conflicto, un rayo de esperanza emerge en la región del Bajo Calima, ubicada en el Valle del Cauca de Colombia. Esta región, una vez asolada por la violencia y el desplazamiento forzado, se está transformando en el primer territorio de paz gracias al acuerdo entre el Gobierno Nacional y el Ejército de Liberación Nacional (ELN) en el cuarto ciclo de negociación. (Ver: ¿Cómo concluyó el cuarto ciclo de negociación entre el Gobierno y el ELN?)
Desde los primeros diálogos entre las partes involucradas, uno de los acuerdos más destacados se centró en la implementación de alivios humanitarios en zonas específicas de alta intensidad de conflicto. El Bajo Calima, que había sufrido durante años la confrontación entre esta guerrilla y la fuerza pública, se convirtió en un punto clave para la entrega de estas medidas de paz. Horacio Guerrero, miembro de la delegación del Gobierno Nacional, reveló que esta región sería la primera en experimentar un cese al fuego y se convertiría en un faro de paz en medio de las conversaciones en curso, cuyo quinto ciclo se llevaría a cabo en México.
Según Juan Manuel Torres, coordinador de la Línea Pacífico de la Fundación Paz & Reconciliación (Pares), un territorio de paz es el resultado de una política de paz integral. Torres señaló que Buenaventura ha sido designada como el punto de partida para esta política de paz integral, un proceso altamente específico en el ámbito urbano. Además, subrayó que se ha identificado la existencia de tres conflictos en Buenaventura: uno urbano, otro relacionado con los ríos del sur, que involucra a las disidencias y al ELN, y un tercero en el norte, específicamente entre el ELN y las Autodefensas Gaitanistas de Colombia (AGC).
El coordinador de la Línea Pacífico destacó que el primer territorio de paz, conocido como Bajo Calima, es de gran importancia debido a su vasta extensión y a su papel crucial como nexo entre Buenaventura, en el Valle del Cauca, y el sur de Chocó. Estas dos cuencas, la del río Calima y la del Bajo San Juan, tienen una relevancia estratégica en esta iniciativa. Por lo tanto, la selección de este primer territorio de paz se basa posiblemente en la idea de abordar una región que ha experimentado un rápido deterioro en los últimos dos años y que comparte historias entrelazadas. A pesar de su lejanía y el hecho de que se les haya considerado zonas marginadas con una economía arraigada, Torres cree que estos territorios pueden ser el punto de partida adecuado para la implementación de la política de paz integral.
El coordinador también resaltó el papel de la iglesia, la sociedad civil y las comunidades étnicas que han estado trabajando activamente para alcanzar la situación de establecer esta región como un territorio de paz. En consecuencia, Juan Manuel Torres recibe positivamente esta iniciativa.
El proceso hacia la paz en el Bajo Calima comenzó con un importante hito en septiembre: un diálogo conjunto entre las comunidades étnicas de la zona. El principal objetivo de este encuentro era garantizar el retorno de estas comunidades a sus hogares, después de años de desplazamiento forzado debido al conflicto armado. Esta reunión tuvo lugar en Las Colonias, cerca de la entrada del río Calima, donde los miembros de los pueblos raizales e indígenas expresaron la urgencia de establecer condiciones de seguridad que les permitieran regresar a sus territorios, reanudar sus proyectos productivos y asegurar el acceso a servicios básicos.
Horacio Guerrero destacó que estas medidas de paz no se limitaban al Bajo Calima, ya que también se estaban implementando alivios humanitarios en el Medio San Juan, ubicado en el Chocó. En ambas zonas, las delegaciones de ambas partes trabajaron juntas para supervisar la implementación del cese bilateral al fuego y escuchar las preocupaciones de las comunidades afectadas por la violencia.
El negociador del ELN anunció con optimismo que los miembros del pueblo Wounaan comenzarían su proceso de retorno a sus tierras a partir del 12 de octubre. Se espera que para fin de año, todas las comunidades desplazadas en la región regresen a sus lugares de origen. Este compromiso es particularmente significativo, ya que más de 20 comunidades negras y ocho comunidades indígenas están ansiosas por regresar a sus raíces, restaurando así sus lazos con la tierra y la cultura que han sido interrumpidos por décadas de conflicto.
El acuerdo en el Bajo Calima es el resultado del “marco político para la realización de acciones humanitarias”, el primer acuerdo pactado en Caracas al cierre del cuarto ciclo de diálogos de paz entre el Gobierno y el ELN. Este marco establece los principios que guiarán la implementación del cese al fuego, incluyendo la creación de “zonas críticas para las acciones humanitarias” en el Bajo Calima, San Juan, Bajo Cauca, Nordeste Antioqueño y Sur de Bolívar. En estas áreas, se llevarán a cabo acciones humanitarias para garantizar el cumplimiento del cese al fuego bilateral y la participación activa de las comunidades en proyectos de paz y desarrollo social, con el apoyo del Departamento Nacional de Planeación.
Juan Manuel Torres explicó que la identificación de zonas críticas involucra una combinación de múltiples factores, entre los cuales se destaca la presencia y la influencia del ELN, particularmente en actividades de organización y resistencia en colaboración con las bases sociales, así como el establecimiento de relaciones con diversas comunidades étnicas. Torres mencionó que existen varias zonas críticas, como Bajo Calima y Bajo San Juan. Bajo Calima fue la primera en ser designada como zona crítica antes de ser transformada en un territorio de paz, marcando así una transición significativa.
El coordinador de la Línea pacífico señaló que estas áreas incluyen el Bajo Cauca, el Nordeste, el Sur de Bolívar, Arauca, y aunque en menor medida, también han sido objeto de acciones humanitarias, resultado de lo que ahora se denomina “alivios humanitarios”. Por lo tanto, se están abordando situaciones más integrales que buscan aliviar las condiciones actuales. Torres sugirió que la elección de estas zonas en lugar de otras responde a decisiones políticas y estratégicas.
Además, el coordinador de la Línea Pacífico de Pares destacó que se ha llevado a cabo un seguimiento riguroso del Cese al Fuego bilateral. La implementación de acciones humanitarias y la designación de territorios de paz se consideran enfoques esenciales para verificar y mejorar las condiciones de vida de las poblaciones afectadas. Torres también hizo énfasis en el retorno de comunidades indígenas y afrodescendientes, subrayando que desde hace dos años han estado en Buenaventura debido a los enfrentamientos.
Para el coordinador, los alivios humanitarios pueden contribuir al cumplimiento del Cese al Fuego bilateral. Sin embargo, es importante tener en cuenta que existen otras organizaciones actuando en cada una de las regiones. En el caso del Bajo Calima, se encuentran las Autodefensas Gaitanistas de Colombia (AGC), con quienes se ha perdido cualquier tipo de acercamiento. Torres considera que es necesario establecer una estrategia de diálogo con estos actores si se desea que estas zonas se conviertan verdaderamente en territorios de paz. Además, el coordinador mencionó que hay una serie de actores en juego y que se abordarán numerosos temas en estos territorios de paz.
Finalmente, uno de los desafíos que podría enfrentar la implementación de las acciones humanitarias es la presencia de otros actores armados, que han causado impactos humanitarios significativos. Juan Manuel Torres explicó que durante dos años, la población se vio obligada a desplazarse, prácticamente viviendo como refugiados en Buenaventura debido al acoso que sufrieron en su infraestructura pública. Esta situación resultó en un notable éxodo de la población. Un ejemplo concreto fue en la colonia, la población tuvo que convivir con estos grupos armados en medio de su comunidad.
Por lo tanto, es crucial considerar la presencia de actores armados, los graves impactos humanitarios ocurridos, y especialmente, la constante falta de cumplimiento de compromisos en regiones como esta. Además, estas áreas presentan desafíos adicionales debido a su difícil acceso, la escasez de infraestructura y la persistente pobreza, lo que complica aún más la situación.
El Bajo Calima se perfila como un faro de esperanza en un país que busca poner fin a décadas de conflicto armado. Este acuerdo puede ser un paso importante hacia la reconciliación y la construcción de una paz duradera en Colombia. A medida que las comunidades étnicas regresan a sus hogares y se reanudan proyectos productivos, el Bajo Calima se convierte en un símbolo de lo que es posible cuando se prioriza el diálogo y la cooperación sobre la violencia y la confrontación.
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