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La pelea de la hija de Jorge Eliécer Gaitán para que no lo asesinen por segunda vez

Por: Iván Gallo


Foto tomada de: Laregional.Net y El Espectador


Ya quisiera llegar uno a los 87 años moviéndose como lo hace Gloria Gaitán. La última vez que la vi me llevó a su casa paterna en el barrio Santa Isabel de Bogotá y se movía por los corredores con la seguridad de una gacela experimentada. Me mostró el saqueo sistemático que ha llevado a cabo la Universidad Nacional, encargada de la protección de la casa. Lo que debería ser un museo terminó siendo un depósito de muebles viejos. Aún está su cuarto, el mismo donde recibió la noticia hace 75 años de que su padre había sido asesinado mientras salía de su oficina en plena carrera séptima de Bogotá, la habitación de su mamá, el piso de parqué, el estudio y la cama de asceta en la que dormía un hombre que trabajaba de manera compulsiva. Pero, a medida que visitaba los cuartos, Gloria Gaitán iba echando en falta objetos que, sin que exista ningún responsable, han desaparecido en los últimos años.


En ese momento yo trabajaba para un medio y Gloria quería hacer una denuncia de cómo la Universidad -acaso deliberadamente- estaba descuidando sus funciones de custodia del legado de Gaitán. En el 2005, cuando Uribe era presidente, le dieron esa responsabilidad, pero las diferentes administraciones han mostrado la misma desidia. Es tanta la desinformación que, frente a la casa, funciona una empresa de taxis. Casi ninguno de los conductores sabía que era lo que escondían los muros que rodean el predio. Pocos, incluso, habían escuchado hablar de Gaitán.


Al lado de la casa está la tumba del líder. Lo rodea una de las obras arquitectónicas más fascinantes de Colombia. Los trazos vanguardistas de Rogelio Salmona, sus círculos, sus techos altísimos, sus ramplas, sus ángulos imposibles se ven en el Exploratorio Nacional, una de sus construcciones más ambiciosas y también más de conocidas.


En vez de construir una gran estatua del líder caído se ideó, por medio de la ley 425 de 1998, terminar la construcción del Exploratorio en donde se honraría no sólo la memoria de Gaitán sino el sueño de construir una democracia realmente participativa. Acá funcionaría un Museo de las luchas populares, una biblioteca interactiva y varios espacios complementarios de investigación, estudio y aplicación. La construcción empezó a principios de los años setenta pero poco a poco el proyecto fue languideciendo. En el 2016 Roy Barreras, como senador, quiso impulsar su conclusión, pero sólo se quedó en palabras. Gustavo Petro, al llegar a la presidencia, también prometió terminarla pero hasta el momento no ha dejado de ser una promesa.


La estructura aguantará siglos pero ya la maleza empieza a devorar el Exploratorio que se convierte en una metáfora de lo que está pasando con el legado de Gaitán. Pensar que ya hasta ni circulan billetes de mil pesos con su rostro. Todo eso le preocupa a su hija. Gloria sabe del plan de asesinar por segunda vez a su papá: sacarlo de la historia. Permitir que un grupo armado, como el Clan del Golfo, se hayan autoproclamado en su momento como “Gaitanista” es cambiar la verdad desde la misma historia. No tener entre los programas de historia de los colegios un momento para reflexionar en una fecha clave como el 9 de abril y las connotaciones devastadoras que tuvo el Bogotazo en el inicio de un nuevo capítulo de la guerra en Colombia, es memoricidio.


Gloria Gaitán no se agota. Sigue teniendo días que a cualquier persona joven podría extenuar. Participa activamente de la política, ya sea en reuniones presenciales o a través de sus escritos que mueve en redes sociales. Tiene proyectos y desde que se tenga proyectos nadie podrá envejecer. Ella y nosotros hemos visto como cada 9 de abril el fulgor del pueblo se va apagando. Sí, hoy en día es el momento en el que se conmemora a las más de 8 millones de víctimas que dejó el conflicto, pero ya no es la manifestación espontánea de un pueblo que le reclamaba a las familias que tradicionalmente han manejado al país por el asesinato del hombre que representaba la esperanza. Ya los niños no saben quién es Gaitán. Ya líderes mundiales como Fidel Castro, que sabían de la importancia de su pensamiento, han desaparecido. Entiendo la desesperación, la rabia de Gloria Gaitán. No he visto la prensa hoy, no he visto las editoriales, sus columnas, pero creo que ya se volvió un lugar común decidir pasar de agache. A lo sumo El Tiempo publicó una nota de color “La casa donde nació Gaitán es un restaurante en donde venden almuerzos a 6.000 pesos”. Es un tema despreciado en consejos de redacción por “lo trillado”.


Claro que entiendo la impotencia de Gloria. Ha vivido lo suficiente para ver como lo que su papá llamaba “La oligarquía” ha salido impune no sólo de la desaparición física del líder, sino que le ha salido a la perfección el plan de borrar de la historia a Gaitán. Este gobierno tiene la responsabilidad de devolverlo a las primeras planas de los libros de historia, de mantener vivo su legado. Si Petro no lo hace se perderá, acaso, la última oportunidad. Terminar el Exploratorio Nacional sería un paso decisivo para que la maleza del olvido no devore a Gaitán.

 

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