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La tenebrosa radiografía de las oficinas de cobro en Medellín

Por: Andrea Aldana, Línea Conflicto, Paz y Postconflicto


Las oficinas de cobro son la principal forma de operar de los actuales grupos o bandas criminales que ejecutan acciones en la ciudad de Medellín. Su modo de operar es transversal en diferentes economías legales, ilegales e informales de la ciudad y, se podría deducir, que es una economía (o en este caso mafia) rentista.


No obstante, su origen y funcionamiento no está aislado de la gran estructura criminal que hace tres décadas ejerce un poder paralelo en Medellín: La Oficina. Para entenderlo, y específicamente para comprender la funcionalidad que le presta el crimen organizado a la institucionalidad, es preciso repasar su historia.


Los orígenes de esta organización se remontan al año 1982, justo cuando Pablo Escobar Gaviria, convertido ya en jefe del narcotráfico, decidió ampliar su poder al sector político: luego de la renuncia de Jairo Ortega —principal en la lista—, Escobar —como suplente— llegó a la Cámara por el Movimiento de Renovación Liberal y con esa misma plataforma electoral alcanzó tres curules en el Concejo de Envigado. Con el paso de los días, y en un claro ejemplo de captación de las herramientas del Estado para hacerlas funcionales al crimen, Escobar también extendió sus nexos hasta la Alcaldía y habilitó los canales de la corrupción para moverse entre oficiales de la fuerza pública y funcionarios de la justicia.


Fue entonces cuando, desde la administración, surgió el Departamento de Orden Ciudadano (DOC), un aparato parapolicial que durante años operó bajo las órdenes del narco —con atribuciones policiales y aplicación de justicia por mano propia—, al mismo tiempo que Escobar consolidaba su proyecto mayor: controlar la delincuencia a través de una oficina de cobro. En otras palabras, una especie de recaudo a todo aquel que quisiera delinquir en el Valle de Aburrá y la aplicación de una extorsión generalizada. La Oficina de Envigado, como pasó a llamarse por la sede que tenía en ese municipio, penetró tanto a la institucionalidad que incluso llegó a mimetizarse en despachos de tránsito para acceder a matrículas y pases de conducción. La institución le era favorable al crimen.

Sin embargo, Escobar fue abatido en diciembre de 1993 y la Oficina de Envigado, que siempre fue uno de sus soportes, se hizo con nuevo patrón: Diego Fernando Murillo Bejarano, alias ‘Don Berna’, antiguo lugarteniente del narcotraficante Fernando Galeano, que terminó enfrentado a Escobar por el asesinato de su jefe. Don Berna se quedó con la Oficina luego del camino recorrido: primero se unió a los Perseguidos por Pablo Escobar (Pepes) y después migró hacia el paramilitarismo, pero nunca dejó el narcotráfico.




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