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La toma de la embajada de la República Dominicana o como el M-19 se convirtió en un show televisivo

Por: Iván Gallo - Editor de Contenido




El 7 de agosto del 2022 fue un día histórico. Por primera vez un hombre que perteneció a una organización guerrillera se posesionaba como presidente de la República. María José, la hija mayor del comandante Carlos Pizarro, le ponía la banda tricolor a Gustavo Petro Urrego. El M-19 había logrado su objetivo por medio de las urnas. Si, esto puede ser una exageración. Habían pasado 32 años desde su desmovilización y Petro hizo una carrera política muy solida bajo las banderas del Polo y luego con la Colombia Humana. Pero es inevitable no pensarlo así. El sueño de Jaime Bateman se había hecho realidad.

 

A diferencia de otras guerrillas de origen campesino, como son las FARC, o de origen rural y estudiantil como el ELN, el ELN surgió de un descontento que tuvo su epicentro en las ciudades: el 19 de abril de 1970 al general Rojas Pinilla, quien intentó llegar a la presidencia usando la vía democrática, le robaron las elecciones. La ANAPO se llamaba su partido y fruto de esa inconformidad jóvenes como Jaime Bateman o Alvaro Fayad, decidieron crear su propio grupo. El M-19 empezó a promocionarse a través de los anuncios clasificados de El Tiempo, lanzó su propuesta con una acción que parecía más una performance artística: el robo de la espada de Bolívar. Luego se robaron las armas del Cantón Norte el 31 de diciembre de 1978 y desataron sobre ellos la ira santa del entonces presidente Julio César Turbay quien hizo cumplir su temible y represivo Estatuto de Seguridad. Las caballerizas de la policía se llenaron de personas que eran sistemáticamente torturadas. Mientras la imágen de la Fuerza Pública, se enlodaba, el M-19 sacaba partido de su sentido estratégico en las comunicaciones y de su intuición en la propaganda.

 

Por eso su tercer gran golpe es aún 45 años después de lo ocurrido, de temas de debates, argumentos de películas, documentales y libros. Sobre el mediodía del 27 de febrero de 1980 la embajada de la República Dominicana estaba en medio de una fiesta. Se había invitado a diplomáticos de diferentes países porque ese es el día de la fiesta nacional. Entonces Rosemberg Pabón, miembro del M-19 y conocido con el alias de “Comandante Uno” se había camuflado entre los invitados, no lo registraron y por eso sacó una nueve milímetros de su pantalón y disparó al techo. Pabón era la cabeza de los 15 guerrilleros que se tomaron la embajada.

 

Los minutos iniciales eran de terror. Los guerrilleros amenazaron con matar a un rehén cada diez minutos si el gobierno de Turbay no les cumplía las siguientes exigencias: liberar a 300 prisioneros políticos, y un pago de 5 millones de dólares por parte del gobierno como reparación por los daños causados por la represión. La portavoz del M-19 con el gobierno era una mujer llamada Carmenza Cardona Londoño, mejor conocida como La Chiqui. Los mayores de sesenta años aún recuerdan el remoquete. Durante dos meses, hasta el 28 de abril de 1980, La Chiqui salió en todos los noticieros.

 

El M-19 supo venderle a los medios esa toma como una especie de reality dos décadas antes de que este formato televisivo se inventara. Fue un capítulo más de sus happening. Por demostraciones de fuerza y poder como estas el M-19 empezó siendo una obsesión para los jóvenes en las universidades que idealizaron lo que tampoco no dejaba de ser un grupo de fanáticos capaces de empuñar un arma para desafiar un estado. Las negociaciones, que en un principio iban a durar una semana, se alargaron hasta el 28 de abril. Ese día partieron a Cuba con los diplomáticos secuestrados. Allí cumplieron su palabras y los soltaron. El M-19 no pudo convencer al gobierno Turbay de sus exigencias: recibieron 3 millones de dólares y no lograron que los 300 presos políticos recuperaran su libertad.

 

Lo que si consiguieron fue un “posicionamiento de marca”. El M-19 se hizo famoso en todo el continente y encarnaba los ideales románticos que alguna vez despertaban las organizaciones de extrema izquierda. Ese romanticismo sufriría un golpe muy profundo después de la demencial operación donde se tomaron el Palacio de Justicia. Pero eso es otra historia.

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