Por: Redacción Pares
El 30 de abril de 1984 Iván Darío Guizado y Byron Velasquez interceptaron el carro donde iba el ministro de Justicia Rodrigo Lara Bonilla a la altura de la carrera septima con calle 124. Tres tiros, uno en el brazo, otro en la pierna y uno en el torax le quitaron la vida a Lara quien no alcanzó a ser reanimado en la clínica Shaio. Ante el ataque los escoltas del ministro -que en ese momento era el hombre más amenazado del país- reaccionaron. El que manejaba la motocicleta era Byron Velásquez, un pelado de 16 años que había sido reclutado por ser muy hábil a la hora de hacer cabriolas, el pistolero era Jorge Guizado. Los escoltas le dieron un tiro en el hombro, Velásquez perdió el equilibrio y se chocó contra un poste. Guizado murió ahí mientras Byron Velásquez se volvió noticia nacional después de que los papás de Lara Bonilla lo perdonaron públicamente y hasta le dieron estudio. Pagó diez años de cárcel. Pero esta no es una historia sobre ellos sino sobre la virgen que los protegía.
En el levantamiento del cadáver de Guizado las autoridades se dieron cuenta que entre los calzoncillos el sicario tenía la imágen de María Auxiliadora. En la requisa que recibió Velásquez también encontraron otra imágen idéntica. Sicario fue una palabra que se dio a conocer después de que Pablo Escobar tomara la demencial decisión de matar a un ministro de justicia. Luego fue la palabra más escuchada del país, al menos en lo que quedaba de la década del ochenta. El periodismo, intentando darle un foco diferente a la plaga de plomonía que inundaba al país, buscaba focos diferentes para abordarlo. Entonces encontraron la historia del padre Ramón Arcila.
Su iglesia estaba en Sabaneta. Decían que estaba ungido con el poder de hacer milagros. Una vez, por accidente, la puerta de un carro en donde iba se le abrió, el golpe mataría a cualquier mortal pero, gracias a la intervención divina, flotó en el aire y aterrizó en el pavimento como si este fuera un lecho de rosas. En los pueblos de Antioquia donde prestó sus servicios, según lo cuenta Alonso Salazar en su libro, La parábola de Pablo, tenía fama de curar a los enfermos, incluso de hacer levantar de sus camas a los inválidos, pero en Sabaneta ´su fama llegó al paroxismo. Algunos, histéricos, decidieron haber visto la imágen de la propia virgen a su lado mientras daba una homilía.
El padre decidió no darse el crédito, él tan sólo era un intermediario de María Auxiliadora. La imagen de la mamá es muy fuerte en toda Antioquia. Los paisas piensan y toman decisiones a partir del complejo de Edipo. Por eso no hay nada más sagrado que la virgen. A finales de los ochenta en Medellín habían 67 iglesias dedicadas a ´la virgen María y apenas 32 a Cristo.
Los narcos que estaban en pleno ascenso, llevados por la leyenda que despertaba el padre Arcila y María Auxiliadora, decidieron ir en romería hasta ese lugar para pedirle que mantuvieran sus cargamentos bien, lejos de las manos de la policía y los sicarios, además, le pedían que tuvieran puntería, que sus balas no fallaran, que ella guiara sus pulsos, que su manto divino los arropara. Los domingos a finales de los ochenta era dificil parquear en la parroquia de Sabaneta. La cantidad de motocicletas parqueadas al frente era abrumadora.
El padre Arcila, quien tiene una estatua en el parque central de Sabaneta, nunca supo que se había vuelto un referente para la gente más perversa que ha pisado el valle de Aburrá. El siguió en su misticismo, sin mirar mucho para los lados, siempre honrando a Dios. Al menos eso es lo que
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