Foto Publimetro
Hace mes y medio vi a Javier Genaro Gutiérrez, presidente de Ecopetrol, en una reunión con expertos internacionales y nacionales en las tareas del posconflicto. No había allí otro gerente de una gran empresa colombiana. Tomaba atenta nota de todo cuanto decían los participantes sobre cómo llevar a las regiones los acuerdos de paz de La Habana y sobre las obligaciones de la sociedad civil y de las empresas en el proceso de reconstrucción y reconciliación del país. Lo había visto seis meses antes recibiendo las recomendaciones de otro grupo de personas contratadas por Ecopetrol para señalar los escenarios del futuro inmediato de Colombia y hacer recomendaciones sobre el papel de la empresa en los años venideros, especialmente en el terreno social. En otras oportunidades lo había visto en compañía de los directivos de la Red de Programas de Desarrollo y Paz hablando de cómo gestar una relación más armónica y más comprometida de la petrolera con las comunidades en las zonas de explotación y transporte del crudo.
Esto no es común en los líderes empresariales colombianos. Lo común es una indiferencia que raya en el desprecio por los problemas sociales, un egoísmo impresionante, una lejanía frente a las angustias de la gente y de las regiones. Lo común es que los empresarios se dediquen a hacer dinero sin importarles lo que ocurre en su entorno social. Por eso quiero hablar en esta columna de la preocupación que manifiestan en estos días algunos activistas sociales y también algunos funcionarios de Ecopetrol. Sienten que hay presiones poderosas para sacar a Genaro Gutiérrez de la presidencia de la compañía. Además de la apuesta por la gente, por las regiones y por la paz, Gutiérrez tiene otras cualidades indispensables para este momento de la empresa y del país. Fue él quien sacó a Interconexión Eléctrica ISA del hueco en que había quedado después del apagón a principios de los años noventa y conquistó nuevos socios para el negocio, dando muestras de una gran habilidad gerencial en momentos críticos. Fue él quien lideró también la venta de acciones que convirtió a cerca de 500.000 colombianos en propietarios de la compañía petrolera y generó un ambiente de identidad nacional con la empresa. Ecopetrol, claro está, no pasa por un especial momento de crisis, pero afronta grandes retos de exploración para hacer crecer las limitadas reservas que ahora tiene el país; de competitividad; de internacionalización; de cumplimiento de metas; de liderazgo en el sector minero-energético para construir una nueva legislación y una nueva institucionalidad de cara a los compromisos sociales y ambientales que están reclamando importantes sectores de la sociedad civil. Tiene también que dar una respuesta en clave de paz y posconflicto al grave daño que le está causando la guerrilla con los atentados a la infraestructura y con el influjo violento sobre la protesta social. En todo esto puede jugar un gran papel Genaro Gutiérrez. Es un secreto a voces que la presión principal viene de Pacific Rubiales. El debate sobre el momento de reversión del Campo Rubiales al Estado y las condiciones en que debe hacerse han suscitado bastantes molestias e inquietudes en los directivos de la empresa canadiense. También la precaución o la reticencia a la hora de autorizar la tecnología Star en el recobro de petróleos pesados por posibles daños ambientales o destrucción de reservas explotables en un futuro. Pacific Rubiales, que ha contado con la manga ancha del Estado para explotar el más fabuloso de los negocios que se ha realizado en Colombia y que ha logrado una influencia impresionante entre líderes políticos y medios de comunicación, no soporta trabas o condiciones en su camino. Pero el gobierno nacional no puede aceptar estas presiones. Ya pasó el tiempo en que era fácil hacer las cosas tras bambalinas. Pasó el tiempo en que las decisiones se tomaban por arriba sin contar con la opinión pública. La salida de Paula Arias de la Dirección de Colciencias porque se atrevió a denunciar un posible recorte drástico de presupuesto para la entidad dejó un muy mal sabor en sectores de la ciencia y la cultura. Ahora no puede ocurrir que por intentar hacer valer intereses del país ante una compañía multinacional salga un líder empresarial que puede ser especialmente útil para el gobierno en la construcción de la paz. No es esto lo que esperan los colombianos en el arranque del segundo mandato de Santos.
Columna de opinión publicada en Semana.com
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