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León Zuleta, el padre del orgullo gay en Colombia

Por: Iván Gallo




Era cataléptico. Como un personaje de Edgar Allan Poe a veces se moría, pero unas horas después resucitaba en la profunda soledad del sepulcro. Sus amigos nunca supieron si fue apócrifa la anécdota que contaba cada vez que se achispaba con los tragos: una noche se despertó desnudo en una morgue de Bogotá. Después de ese susto no le tuvo miedo a nada. Ni siquiera a ser homosexual en Colombia hace cuarenta años.


En 1982 junto a su amigo Manuel Velandia, frente a la plaza de toros de la Santa María en Bogotá, organizó la primera marcha del orgullo gay en Colombia. En un bar llamado Stonewall Inn, en 1970, y como resistencia a la presión policial, se hizo la primera marcha del orgullo gay en los Estados Unidos. Zuleta fue un pionero, siempre a la vanguardia se trajo la idea de EEUU y cuando era delito ser homosexual en Colombia el dio la cara como el valiente que siempre fue.


Desde que era un estudiante del Liceo de Antioquia se enfrentó a todo el mundo. Incluso a la gente de izquierda. En 1973, en las calles de Medellín, cuando tenía 20 años, se enfrentaba a estudiantes de la Juventud Patriótica y del partido Comunista ML reivindicando su derecho a vender el periódico Voz Proletaria. Nunca creyó en otro dogma que no fuera el de hacer respetar sus derechos, su ideología. Y su libertad de ser gay. No era un embeleco. En ese momento leía a Focault, lo traducía al español y su biblia era El deseo homosexual de Guy Hocquenghem.


En los años setenta no era común salir del closet. León Zuleta no sólo lo hizo, sino que quiso hacer pedagogía. En la Universidad de Antioquia acostumbraba a hacer una práctica que se llamaba los Sittings, que era sacar los pupitres del salón de clase a los pasillos, dejar en cada silla un papel con una pregunta referente al sexo y a la política y que la gente se sentara a resolver las dudas que develaba ser homosexual en una época en que eso era como un misterio.


León Zuleta, según un artículo de Pacifista, se hizo conocido en la academia colombiana gracias a una mentira. En una entrevista que le hizo un periódico trotskista en 1976 afirmó que él pertenecía al Movimiento Homosexual Colombiano y que éste tenía 10 mil miembros. El único miembro de ese movimiento era él mismo. Un joven desde Bogotá lo llamó. Era Manuel Velandia. Fue su contacto en la capital, ellos son los padres del movimiento LGBTIQ+ y no sólo trajeron la marcha del orgullo gay, tan importante a la hora de reivindicar derechos, sino que lanzaron revistas como el Otro, un ejercicio académico que sirvió para que Colombia por fin entendiera la diferencia. Un ejercicio de tolerancia en un país donde el machismo es un cáncer que corroe.


Se llamaba León Benhur Zuleta Ruiz. Nació en Itagui, Antioquia, en 1952. Estudió Filosofía y Letras en la Universidad de Antioquia. Creía en el comunismo pero el comunismo no creía en él. Al declararse abiertamente homosexual lo expulsaron de la Juco. Acabo de leer un perfil que le hicieron hace unos años en la revista Generación de El Colombiano. Está bellamente escrito este perfil. Algo muy raro en la prensa de los últimos veinte años. Lo firma Daniel Rivera y define en estas palabras a Zuleta: Un raro. Un volteado. Un sátiro. Un marica. Un homosexual. Un hombre que nació con el pene erecto —¿en dirección al médico asombrado?—; un niño que se enamoró del abuelo; un muchacho que en cuarto de primaria tuvo una pelea con un compañero y, montado a horcajadas y dando puños, se percató de que, de tan excitado, tenía el miembro apretado contra los calzoncillos, de ese episodio escribió: “No era una relación tanto de pelea, sino de toma del cuerpo viril igual al mío”.


A León Zuleta lo mataron cuando tenía 40 años. Dejó cuentos, ensayos, poemas, proyectos editoriales. Un pensamiento puro. Lo mataron a cuchilladas en su apartamento en el barrio Loreto de Medellín, el 23 de agosto de 1993. El crimen no fue investigado. Dejaron correr el rumor que fue un crimen pasional, alguien que se vio ofendido por una insinuación. Un macho que se hizo respetar. El caso es que en Medellín moría asesinada mucha gente en esa época y desde 1986 operaban escuadrones de limpieza que mataban al drogo, al marica, al metalero, al filósofo, al que pensaba, al que no tomaba guaro. Fue un crimen de odio. León Zuleta cometió el pecado de exigir derechos. Eso te condena a la muerte en un país como este.


A continuación, presentamos este documental que tiene poco menos de treinta años. Es un acercamiento genuino a una de las personalidades más avasallantes de la academia colombiana:








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