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Libertad de Cátedra o Violencia Institucional: ¿qué pasó en la Universidad del Pacífico?

Por: Ghina Castrillón Torres. Politóloga feminista.




En la Universidad del Pacífico, en Buenaventura, una docente le impidió a una estudiante presentar una exposición a menos que se cambiara de blusa. Este abuso de poder es inaceptable, no puede ser ignorado y la universidad tiene la responsabilidad de pronunciarse de manera pública y debe abrir una investigación disciplinaria en contra de la docente, ya que ninguna libertad de cátedra puede pasar por encima de los derechos constitucionales.


Según me cuenta la estudiante, la docente en cuestión lleva más de 15 años imponiendo sus reglas personales sobre la vestimenta, limitando la libertad de expresión de los y las estudiantes. Esto refleja un desconocimiento, o peor aún, un desprecio por parte de la docente de los derechos constitucionales. La Corte Constitucional ha sido enfática al respecto, como lo señala en la Sentencia T-789/13, donde establece que “toda persona está facultada para decidir de manera autónoma su presentación ante los demás”, y que las instituciones educativas no deben “presionar a los estudiantes para que adopten modelos de presentación personal con los que ellos, ni sus padres están de acuerdo”.


Además, esta docente no parece preocupada por respetar el acuerdo 003 de 2009 por el cual se adopta el Reglamento de Personal Docente de la Universidad del Pacífico (artículos 3 y 22) pero, sobre todo, los elementos que ahí se estipulan que le pueden significar una sanción disciplinaria (artículo 278).


El hecho de que una docente tenga la libertad de establecer ciertos lineamientos en su aula no la faculta para imponer sus prejuicios sexistas, clasistas y estéticos que afectan principalmente a las mujeres.


En la denuncia que hace la estudiante comenta que el primer día de clases con la docente les dijo que “aquí las niñas no pueden venirse ni descotadas, ni con cosas cortas a mi clase, porque me da pena con sus compañeros hombres que las vean así, yo la veo por ahí así, me da pena con sus compañeros hombres”. Este tipo de argumentos son arcaicos y refuerzan la idea de que las mujeres deben asumir la responsabilidad del comportamiento ajeno.


Igualmente, la estudiante me explicó que no quiere perjudicar a la docente, pero que, si ella la hubiera abordado en otros términos su reacción probablemente habría sido distinta. Sin embargo, señaló que la profesora suele expresar sus opiniones de manera displicente, ridiculizando y la humillando frente a toda la clase. Al respecto intenté comunicarme con la docente, el director del programa y la rectora de la Universidad del Pacífico para conocer sobre la disposición de la institución en este caso, pero no obtuve respuesta.

 

 

Si bien, a partir de la denuncia, se llevó a cabo una reunión con el director del programa, la universidad debe hacerles seguimiento a las acciones del cuerpo docente, así como también formarles en derechos humanos desde un enfoque de género.


La denuncia de esta estudiante es un llamado urgente a la universidad para que revise las prácticas prejuiciosas que perpetúan la discriminación y el control sobre los cuerpos, y es la oportunidad para establecer un precedente claro contra el abuso en sus aulas, asegurando que los espacios educativos estén libres de cualquier forma de violencia.

 

La Universidad del Pacífico debería estar más preocupada por la calidad académica, que por la vestimenta de sus estudiantes.

 

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